La canciller alemana, Angela Merkel, no gana para disgustos con los ecologistas. Ahora le ha tocado el turno al convoy de basura nuclear, pero hace apenas un mes todas las miradas se cernían sobre ella por el polémico proyecto ferroviario bautizado como Stuttgart 21, que ha mantenido en guardia durante meses a los activistas de todo el país.
El plan de construcción, defendido por el Gobierno de la coalición, pretende convertir la actual estación principal de Stuttgart en un nodo ferroviario subterráneo que conectaría París, Viena y Budapest.
Para ello es necesario derribar la mayor parte del histórico edificio de la estación actual, obra del arquitecto Paul Bonatz en 1919. También habrá que demoler el parque contiguo con 300 árboles centenarios, algo que no gusta ni a vecinos ni a ecologistas, incluidos Los Verdes.
Con el comienzo de las obras de demolición el pasado julio, la estación se convirtió cada lunes en escenario de manifestaciones organizadas por Los Verdes y que llegaron a reunir hasta 100.000 personas.
Al comenzar la tala de árboles, el pasado 30 de septiembre, la tensión entre los ecologistas y la policía alcanzó su punto álgido.
Los agentes contraatacaron a la violencia de los activistas con cañones de agua, y la batalla se saldó con 114 heridos (la mayoría niños y ancianos), 16 de los cuales tuvieron que ser hospitalizados.
Hace unas semanas, el Ejecutivo decidió escuchar las voces de protesta y detener las obras para iniciar una mesa redonda que encuentre solución al conflicto; todo un éxito de los ecologistas, que además ha puesto en apuros a la canciller.
Publico
El plan de construcción, defendido por el Gobierno de la coalición, pretende convertir la actual estación principal de Stuttgart en un nodo ferroviario subterráneo que conectaría París, Viena y Budapest.
Para ello es necesario derribar la mayor parte del histórico edificio de la estación actual, obra del arquitecto Paul Bonatz en 1919. También habrá que demoler el parque contiguo con 300 árboles centenarios, algo que no gusta ni a vecinos ni a ecologistas, incluidos Los Verdes.
Con el comienzo de las obras de demolición el pasado julio, la estación se convirtió cada lunes en escenario de manifestaciones organizadas por Los Verdes y que llegaron a reunir hasta 100.000 personas.
Al comenzar la tala de árboles, el pasado 30 de septiembre, la tensión entre los ecologistas y la policía alcanzó su punto álgido.
Los agentes contraatacaron a la violencia de los activistas con cañones de agua, y la batalla se saldó con 114 heridos (la mayoría niños y ancianos), 16 de los cuales tuvieron que ser hospitalizados.
Hace unas semanas, el Ejecutivo decidió escuchar las voces de protesta y detener las obras para iniciar una mesa redonda que encuentre solución al conflicto; todo un éxito de los ecologistas, que además ha puesto en apuros a la canciller.
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