Las bases de datos de la próxima generación se podrán cultivar en  placas de Petri. Científicos de la Universidad China de Hong Kong han  creado un sistema para encriptar, almacenar y descifrar datos cuyo  soporte no es un disco duro, sino secuencias de ADN (aggatcctg...)  introducidas en una población de bacterias. Un gramo de estos microbios  puede almacenar 200 gigas (gigabytes). Los discos duros no pasan de 4  gigas por gramo.
El sistema aprovecha que el ADN es, literalmente, un texto: una ristra de letras  (bases, en la jerga) cuyo significado depende del orden exacto que  ocupan en la ristra, como el significado de una novela depende del orden  exacto de las letras en el texto.
Para almacenar el mensaje (una  frase, por ejemplo, o una enciclopedia entera), los científicos empiezan  por traducirlo a un lenguaje genético arbitrario. El ADN solo usa  cuatro bases (a, g, c y t, por las iniciales de sus nombres químicos).  Usando palabras de dos bases, solo salen 16 (4 elevado a 2) palabras  distintas. Con palabras de tres bases, salen 64 (4 elevado a 3) palabras  distintas: esta es justo la estructura del código genético real, donde  cada palabra de tres bases significa un aminoácido (los bloques con que  se construyen las proteínas).
Chan King Ming y sus colaboradores  de la Universidad China de Hong Kong han usado palabras de cuatro bases,  con lo que disponen de 256 (4 elevado a 4) palabras distintas. Han  asignado cada una a una letra, signo de puntuación u otro símbolo de la  escritura humana mediante un código convencional, como las tablas ASCII  que se usan en los ordenadores.
Esta frase, que tiene 66  caracteres, ocuparía 264 bases en el ADN. Este artículo completo, de  unos 4.000 caracteres, ocuparía 16.000 bases. La frase está en el límite  de lo que puede almacenarse en una sola bacteria. El factor limitante  no es el espacio disponible en la bacteria -cuyo genoma natural tiene  millones de bases-, sino las limitaciones actuales de la técnica para  sintetizar ristras artificiales de ADN, que no pasa de 200 o 300 bases.
Por  esta razón, para almacenar el artículo completo -incluso después de  comprimir el texto con los algoritmos convencionales que se usan en los  pdf, jpg o mp3- se necesitarían seis bacterias. Y para almacenar 200  gigas haría falta un gramo de bacterias. Eso es un pequeño cultivo a  nuestras escalas de tamaño, pero contiene cerca de un billón de  microbios.
Los 200 gigas no son ningún límite de la técnica: basta  aumentar el tamaño del cultivo bacteriano para incrementar el número de  gigas que se pueden almacenar. Incluso a gran escala, la base de datos  microbiana seguirá ocupando entre 50 y 100 veces menos que su  equivalente en un disco duro.
Pero el sistema de Chan y sus  colegas no se limita a almacenar la información. También se ocupa de  encriptarla, esto es, de convertirla en un mensaje secreto que solo su  propietario puede luego descifrar, o desencriptar. El encriptado  consiste en una especie de barajado molecular que invierte de  orientación y desordena el texto de ADN. Es el análogo de  arrancar las páginas de un libro y barajarlas, o mejor, de cortar cada  página en trocitos y arrojar al aire el confeti resultante.
Los  científicos han aprovechado para esto una trituradora de libros que  también existe en la naturaleza. Se trata de una enzima (recombinasa;  las enzimas son proteínas que catalizan reacciones químicas) que  reconoce ciertos pares de secuencias de ADN, las corta y las vuelve a  pegar en la orientación inversa. Estas enzimas son las que usan los  virus y otros elementos móviles, como los trasposones, o segmentos de  ADN que se mueven por el genoma. Los investigadores han domesticado la  enzima para que sirva a sus propósitos, pero la actividad no es nada  insólito en la naturaleza.
Ese tipo de recombinasas son también el  fundamento de un sistema ideado por estudiantes de la Universidad de  Tokio que es capaz de resolver sudokus. Usa 16 tipos de una  bacteria, cada uno con una identidad genética y un color distinto  dependiendo del cuadradito que ocupe en la cuadrícula del sudoku  (cuatro por cuatro). El intercambio de ADN entre unas cuadrículas y  otras, mediado por la recombinasa, computa la solución con facilidad.
La adaptación de los microbios del mundo real a las nuevas condiciones del entorno utiliza rutinariamente mecanismos parecidos.
El Pais
 
 
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