Su contenido en proteínas es comparable al de la carne y su cantidad de fibra es aún mayor. Son ricos en ácidos grasos poliinsaturados de cadena corta, hierro, calcio, vitaminas del grupo B y minerales. Su composición de aminoácidos es incluso mejor que la de cereales y legumbres. Con tales argumentos, los expertos de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) se han propuesto promocionar el último hallazgo en materia de nutrición. Y no se trata de un escaso y caro producto exótico, sino de algo tan a mano que a menudo simplemente se aparta de un manotazo: insectos.
Los chapulines (saltamontes) de México y los bichos fritos en los puestos callejeros de Asia son viejos conocidos de los viajeros occidentales. Pero en el mundo desarrollado, los insectos no pasan de ser una extravagancia para paladares deseosos de nuevas experiencias. En cambio, en África, Asia y Latinoamérica, más de 1.000 tipos de insectos entran en la dieta de 2.500 millones de personas, según datos de la FAO. Son accesibles y nutritivos, muchos se consideran un manjar, y en algunos países mueven millones. Según el brazo de la ONU, cada año se cosechan 9.500 millones de orugas de mariposa emperador en los 20.000 kilómetros cuadrados de bosques de mopane [un tipo de árbol] del sur de África. Las orugas se comen secas, fritas, cocidas o ahumadas. Del beneficio, estimado en 85 millones de dólares, el 40% se queda en manos de los recolectores, sobre todo mujeres rurales sin recursos que encuentran en estos insectos una fuente de ingresos y de proteínas.
Granjas de bichos
Extender este consumo al primer mundo no es un capricho. Infinidad de expertos se desgañitan advirtiendo de que, antes de que muera el siglo, el apetito carnívoro de una humanidad en expansión colapsará las fuentes de alimentos. La ganadería hoy consume el 70% de la cosecha agrícola y deja una cicatriz ambiental, el 18% del total de emisiones de gases de efecto invernadero.Según Paul Vantomme, responsable del Programa de Insectos Comestibles del Departamento de Bosques de la FAO en Roma, "para alimentar a 9.000 millones de personas no podemos ignorar la eficiencia de los insectos como productores de proteínas". Mientras una vaca requiere ocho gramos de comida para ganar uno de peso, los grillos, gracias a su metabolismo de sangre fría, necesitan menos de dos gramos para un engorde similar. Bastan 100 gramos de orugas para cubrir la ingesta mínima diaria de proteínas, hierro y vitaminas B. Y sólo unas pocas especies de insectos, como termitas y cucarachas, emiten metano en cantidad apreciable.
Hasta hoy, la mayoría de los insectos comestibles se capturan en la naturaleza. La ventaja de esta fuente, según la FAO, es que está libre de insecticidas, pero para su consumo a gran escala pide un sistema de granjas hoy sólo presente en Tailandia con más de 15.000 granjeros de insectos, China con una pujante industria de arácnidos, Vietnam y Laos. En este último país, la FAO colabora con la Universidad holandesa de Wageningen en un proyecto de crianza sostenible. Arnold van Huis, el entomólogo que dirige la iniciativa, no duda del futuro de la entomofagia: "No nos han tomado en serio, pero hablaremos dentro de cinco años".
El abismo a salvar es el salto a Occidente; según Vanto-mme, "el mundo está dominado por la visión euroamericana de los insectos como tabú". La solución está, a su juicio, en la "tecnología de procesamiento: extracción de proteínas, vitaminas..., para reconstruir aditivos alimentarios". En Holanda, la Asociación de Granjeros de Insectos Bugs Organic Food produce saltamontes y gusanos de la harina. La web de la compañía sostiene que los primeros "saben a gamba" y los segundos "recuerdan a las palomitas".
Además de estas especies, entre las destinadas al consumo humano se barajan grillos, avispas o larvas de picudo rojo, el azote del palmeral de Elche. Otras, como las larvas de mosca, no adornarán una ensalada "también hay insectos venenosos", advierte Vantomme, pero servirán para alimentar al ganado al tiempo que eliminan la basura. En 2013, la FAO auspiciará la primera conferencia global sobre entomofagia. Los insectos van a estar hasta en la sopa. Y entonces no nos quejaremos al camarero.
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