Cómo será el periodismo del futuro? La mayor exclusiva, la de más éxito, del periodismo británico en los últimos 30 años fue la que desveló el escándalo sobre los excesivos gastos de los parlamentarios. Al menos así lo cree el periodista Paul Bradshaw, autor del influyente Online Journalism Blog y director del Máster de Periodismo on line de la Birmingham City University, que apunta que por ahí precisamente tienen que ir los tiros. Por el de lo que él llama el periodismo de datos.
El escándalo destapado por The Daily Telegraph demuestra, para Bradshaw, que este tipo de informaciones de periodismo de precisión tienen futuro. Y las nuevas herramientas digitales permiten manejar y acceder a cantidades de información impensables antes. De datos, que no pueden entenderse sólo como números y estadísticas, aclara Bradshaw, porque en el mundo digital, cualquier información es un dato, y cualquier dato es analizable. Mares de información están indexados en bases de datos públicas en las que programas informáticos pueden hacer en segundos búsquedas más sofisticadas de las que un periodista podría hacer jamás.
La función del periodista, pues, será decidir qué buscar, y luego saber analizar lo que dicen esos datos y presentarlos de forma atractiva. Y también aquí, los nuevos lenguajes digitales permiten ofrecer estos materiales al público de formas tan variadas como eficaces y atractivas. De las nubes de tags que permiten, con un golpe de vista, analizar en qué asuntos pone el énfasis un político en sus discursos, a la creación de mapas donde se incorporen etiquetas con links a todo tipo de bases de datos locales. Sin olvidar, claro está, que tras los datos hay personas, y sus historias. Historias que tendrán que seguir siendo contadas poniendo la lupa. La función del periodismo sigue vigente.
El gurú británico -es uno de los blogueros más influyentes cuando de lo que se trata es de hablar de periodismo- no se queda aquí, y recuerda que Internet aporta otras nuevas y útiles herramientas a los periodistas, pero que hay que saber utilizarlas, claro está. Herramientas como las actualizaciones vía RSS o las redes sociales. La clave está en los filtros, en la gestión que cada uno haga de ellas, para evitar que revisar las novedades de las páginas web de consulta habitual o gestionar el Twitter, útiles fuentes de información si son usadas con mesura, acaben generando un alud de materiales en bruto imposibles de digerir para el periodista. Bradshaw propone acotar el tiempo que se le dedica a esa revisión: media hora, una hora, el desayuno, el trayecto en el bus. Para nada hipotecar todo el día en ello.
Ése es un peligro. Otro, que el periodista se limite a ser un mero receptor de informaciones que le llegan a su ordenador o a su iPhone. Bradshaw, que ha inaugurado en Barcelona la segunda edición del ciclo 10 en comunicació organizado por la Fundació ESCACC, insiste en que el periodista tiene que ser "pasivo-agresivo", y que además de recibir inputs tiene que salir a buscar la información. Rastrear tweets, por ejemplo, hasta encontrar la fuente de información adecuada.
Tampoco se olvida Bradshaw del terreno, de pisar el terreno. No en vano, recuerda, las redes sociales también existen en la vida real, no sólo en el mundo virtual de la web. Eso sí, Twitter nos permite "llegar al lugar con mucha información previa, y sabiendo ya con quién tenemos que hablar".
Queda un último riesgo. Pero ese no es nuevo. Hay que verificar. Y en las redes sociales también es posible hacerlo. Hay formas de comprobar que el autor de un tweet es quien dice ser, asegura Bradshaw: revisar, rastrear su red de contactos, ver quien le sigue y a quien sigue, mirar su historial…
El periodista del futuro, o quizá ya el del presente, tendrá que perfeccionar su dominio de la técnica en muchos ámbitos. Para Bradshaw será útil incluso tener conocimientos de programación. Y los medios tendrán que destinar recursos a crear y gestionar bases de datos propias y asumir también la gestión de su comunidad de usuarios, de las redes sociales de las que se nutran. ¿Cuajará este modelo en un contexto de crisis económica y adelgazamiento de plantillas?, le preguntan al gurú. "Es la tensión entre querer encontrar el material que vale la pena publicar y estar dispuesto dedicar los recursos necesarios para hacerlo", sintetiza. Resumiendo, Internet permite superar las tradicionales limitaciones del periodismo analógico, como la del espacio acotado o la necesidad de que un medio tenga que disponer de una gran sede, pero a su vez afronta nuevos condicionantes. Tocará asumirlos.
La función del periodista, pues, será decidir qué buscar, y luego saber analizar lo que dicen esos datos y presentarlos de forma atractiva. Y también aquí, los nuevos lenguajes digitales permiten ofrecer estos materiales al público de formas tan variadas como eficaces y atractivas. De las nubes de tags que permiten, con un golpe de vista, analizar en qué asuntos pone el énfasis un político en sus discursos, a la creación de mapas donde se incorporen etiquetas con links a todo tipo de bases de datos locales. Sin olvidar, claro está, que tras los datos hay personas, y sus historias. Historias que tendrán que seguir siendo contadas poniendo la lupa. La función del periodismo sigue vigente.
El gurú británico -es uno de los blogueros más influyentes cuando de lo que se trata es de hablar de periodismo- no se queda aquí, y recuerda que Internet aporta otras nuevas y útiles herramientas a los periodistas, pero que hay que saber utilizarlas, claro está. Herramientas como las actualizaciones vía RSS o las redes sociales. La clave está en los filtros, en la gestión que cada uno haga de ellas, para evitar que revisar las novedades de las páginas web de consulta habitual o gestionar el Twitter, útiles fuentes de información si son usadas con mesura, acaben generando un alud de materiales en bruto imposibles de digerir para el periodista. Bradshaw propone acotar el tiempo que se le dedica a esa revisión: media hora, una hora, el desayuno, el trayecto en el bus. Para nada hipotecar todo el día en ello.
Ése es un peligro. Otro, que el periodista se limite a ser un mero receptor de informaciones que le llegan a su ordenador o a su iPhone. Bradshaw, que ha inaugurado en Barcelona la segunda edición del ciclo 10 en comunicació organizado por la Fundació ESCACC, insiste en que el periodista tiene que ser "pasivo-agresivo", y que además de recibir inputs tiene que salir a buscar la información. Rastrear tweets, por ejemplo, hasta encontrar la fuente de información adecuada.
Tampoco se olvida Bradshaw del terreno, de pisar el terreno. No en vano, recuerda, las redes sociales también existen en la vida real, no sólo en el mundo virtual de la web. Eso sí, Twitter nos permite "llegar al lugar con mucha información previa, y sabiendo ya con quién tenemos que hablar".
Queda un último riesgo. Pero ese no es nuevo. Hay que verificar. Y en las redes sociales también es posible hacerlo. Hay formas de comprobar que el autor de un tweet es quien dice ser, asegura Bradshaw: revisar, rastrear su red de contactos, ver quien le sigue y a quien sigue, mirar su historial…
El periodista del futuro, o quizá ya el del presente, tendrá que perfeccionar su dominio de la técnica en muchos ámbitos. Para Bradshaw será útil incluso tener conocimientos de programación. Y los medios tendrán que destinar recursos a crear y gestionar bases de datos propias y asumir también la gestión de su comunidad de usuarios, de las redes sociales de las que se nutran. ¿Cuajará este modelo en un contexto de crisis económica y adelgazamiento de plantillas?, le preguntan al gurú. "Es la tensión entre querer encontrar el material que vale la pena publicar y estar dispuesto dedicar los recursos necesarios para hacerlo", sintetiza. Resumiendo, Internet permite superar las tradicionales limitaciones del periodismo analógico, como la del espacio acotado o la necesidad de que un medio tenga que disponer de una gran sede, pero a su vez afronta nuevos condicionantes. Tocará asumirlos.
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