No hace falta cruzar el Atlántico o poner una película futurista para ver en acción pequeños robots caseros compitiendo entre sí. Eso fue por ejemplo lo que ocurrió el martes y el miércoles en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de la Universidad Politécnica de Madrid.
Cibertech 2010 reunió los proyectos de 130 alumnos que, en grupos de tres a cinco estudiantes y bajo la supervisión de un tutor -normalmente un estudiante de doctorado-, construyeron a lo largo del curso pequeños robots capaces de rastrear, guiar, vigilar, desplazarse por tierra, mar o aire, reptar e incluso de conducir al asombrado público a través de una visita guiada para descubrir los diferentes prototipos robóticos y sus aplicaciones. Ingenios en cuyos materiales se invirtieron entre 100 y 150 euros y un mes de trabajo en horas hábiles.
Los proyectos de los alumnos se midieron en tres pruebas diferentes: un laberinto, una carrera de coches solares y un rastreo. En esta última competición, los ingenios debían ser capaces de seguir un recorrido marcado con cinta aislante, sortear varios obstáculos con sus sensores y adelantar a sus contrincantes para llegar antes a la meta.
Una competición que encandila a estudiantes y profesores por igual. "Para nosotros siempre hay sorpresas", comenta Francisco Calderón, organizador del certamen. "En el concurso casi siempre quedan mejor clasificados los que presentan algo sencillo y robusto que los que hacen una maravilla más frágil", asegura.
Lo llamativo de la competición es que los robots son una creación original de los estudiantes, que durante el curso asisten a talleres para ampliar sus nociones de servomotores ("un componente que marca la diferencia"), de microprocesadores y de electrónica. En cuanto a la carcasa, este año han triunfado las fiambreras Tupperware porque, dice el profesor y organizador del evento, "es ligera, se corta bien y soporta sin problemas el peso de las baterías".
Cibertech 2010 reunió los proyectos de 130 alumnos que, en grupos de tres a cinco estudiantes y bajo la supervisión de un tutor -normalmente un estudiante de doctorado-, construyeron a lo largo del curso pequeños robots capaces de rastrear, guiar, vigilar, desplazarse por tierra, mar o aire, reptar e incluso de conducir al asombrado público a través de una visita guiada para descubrir los diferentes prototipos robóticos y sus aplicaciones. Ingenios en cuyos materiales se invirtieron entre 100 y 150 euros y un mes de trabajo en horas hábiles.
Los proyectos de los alumnos se midieron en tres pruebas diferentes: un laberinto, una carrera de coches solares y un rastreo. En esta última competición, los ingenios debían ser capaces de seguir un recorrido marcado con cinta aislante, sortear varios obstáculos con sus sensores y adelantar a sus contrincantes para llegar antes a la meta.
Una competición que encandila a estudiantes y profesores por igual. "Para nosotros siempre hay sorpresas", comenta Francisco Calderón, organizador del certamen. "En el concurso casi siempre quedan mejor clasificados los que presentan algo sencillo y robusto que los que hacen una maravilla más frágil", asegura.
Lo llamativo de la competición es que los robots son una creación original de los estudiantes, que durante el curso asisten a talleres para ampliar sus nociones de servomotores ("un componente que marca la diferencia"), de microprocesadores y de electrónica. En cuanto a la carcasa, este año han triunfado las fiambreras Tupperware porque, dice el profesor y organizador del evento, "es ligera, se corta bien y soporta sin problemas el peso de las baterías".
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