Fuente: El Periodico.
A los niños que están hospitalizados les apetece moverse de la cama donde los instalan, invariablemente enlazados a un palo metálico y con ruedas que sujeta el suero o las medicinas que les entran en las venas a través de un tubito. Como no les es posible separarse del citado palo, los pequeños pacientes optan por saltar de la cama y recorrer los pasillos a bordo de las cuatro inestables ruedecitas del portasueros. El enfermero Guillem Puche, del Hospital de Sant Joan de Déu, de Esplugues, tuvo una idea, ya patentada por el centro, que transformará la situación descrita en algo divertido. Ha inventado el juego del palo de suero: una plataforma rodante sobre la que el niño viaja impulsándola como si fuera un patinete o empujado por sus padres. De la parte superior, surgen dos trenzas rubias que se enroscan.
Esta no es la única idea innovadora que promueve, recoge y patenta el citado hospital infantil. En un gesto sin precedente en centros sanitarios españoles, el Sant Joan de Déu ha abierto un área de innovación, abierta a las ocurrencias de su personal, que en dos años de trayectoria ya ha recibido 11 proyectos realistas y comercializables, tres de los cuales han sido patentados. El único requisito de la convocatoria es que sean cosas útiles, auténticas soluciones de problemas cotidianos que sufran médicos, enfermeras o pacientes.
ESTIMULAR
"El hospital no quiere ganar dinero con esto: pretendemos estimular la imaginación de nuestros sanitarios y ayudar a que sus ideas tengan una aplicación", explica Jaume Pérez Payarols, director de Innovación del Sant Joan de Déu. Punto clave de esa ayuda es enlazar a los inventores con el mundo del diseño, la producción industrial y la comercialización de objetos. En el caso del palo de suero, por ejemplo, el hospital pidió a la Agencia de Evaluación del Juguete el informe preceptivo que autorizó su producción. Aunque las patentes pertenecen al hospital, el inventor siempre será depositario de la licencia para comercializar el objeto que ha ideado. Esas son las reglas del juego.
Otra de las invenciones es un eficaz casco oftalmológico que, por primera vez, mide con precisión el grado de desviación visual de una persona estrábica. Lo ha inventado el doctor Joan Prat y ya está patentado en EEUU, Japón, Canadá y China. Prat ha creado su propia empresa productora. El casco consta de dos cámaras de video, una para cada ojo, y un foco que proyecta una luz láser: el eje luminoso marca con exactitud las coordinadas de visión de quien lleva el casco, ya que ambos fenómenos parten del mismo punto, la cabeza del paciente.
La oftalmología no había resuelto aún la imprecisión con que se miden los estrabismos, un cálculo subjetivo establecido entre el afectado y su médico, que fija las coordenadas que guían al cirujano cuando opera el fallo visual. Un 30% de las 3.000 intervenciones de este tipo que se hacen cada año en España se repiten por errores en esa medición.
PIPÍ Y MÓVIL
El último invento se llama Pee Pee Stop y quiere ayudar a los niños y adultos que cuando duermen no logran despertarse antes de hacer pipí en la cama. Una descoordinación entre el cerebro, la vejiga urinaria y el riñón, que sufren el 25% de los niños menores de 5 años, el 10% de los que tienen 10 y el 1% de los adultos. Tras estudiar las múltiples barbaridades con que a lo largo de la historia se ha intentado resolver este desajuste, el pediatra Santiago García-Tornel, tuvo una idea: un dispositivo electrónico inalámbrico que se sujeta a la braguita o el calzoncillo: cuando el aparato se moja, un sonido agradable suena en un móvil cercano. Vale 25 euros.
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