En medio de la actual crisis económica proliferan las recetas de flexibilización laboral.
Desde la propuesta de British Airways de que la fuerza laboral trabaje un mes gratis hasta los horarios reducidos y la reducción salarial, las compañías están ensayando distintas variantes frente a la recesión.
Esta semana el presidente del Banco Central Europeo (BCE) Jean Claude Trichet recomendó despidos más baratos y moderación en los aumentos salariales a España y otros países de la eurozona para combatir el desempleo.
En Estados Unidos desde Hewlett Packard al "New York Times" han apelado a la reducción salarial o laboral como caminos para achicar el costo laboral.
En el Reino Unido, la ONG "Keep Britain Working" calcula que cerca de la mitad de la población laboral ha tenido acuerdos de reducción salarial, de horas laborales o recorte de los beneficios para mantener su trabajo.
En España el banco BBVA ofreció pagar un 30% de su sueldo a su personal durante cinco años a condición que se quede en la casa.
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) este año habrá unos 50 millones de desempleados más.
Si a eso se le suma que cada año ingresan 45 millones de personas en el mercado laboral, la OIT calcula que el mundo tendrá que generar 300 millones de empleos en los próximos cinco años para volver a los niveles de empleo previos a la crisis.
Cura con veneno
Para muchos analistas el remedio de la flexibilización es peor que la enfermedad.
El economista más citado de la actualidad, John Maynard Keynes lo planteó a raíz de la depresión económica del 30 con una paradoja.
En una recesión lo que es bueno a nivel individual -ahorrar- es desastroso a nivel colectivo: si todos ahorran y no consumen, cae la producción y aumenta el desempleo.
"Introducir más precariedad en el desempleo es contraproducente porque afecta el consumo. Lo que no necesita la economía mundial hoy es una caída de la demanda", indicó a BBC mundo el director del Instituto de Estudios Laborales de la OIT Raymond Torres.
En la crisis económica que vivió Japón en los '90 Japón, la caída del salario en más de 1% entre 1997 y 2003 fue una de las causas que impidió una reactivación.
Entre los países que han buscado vías alternativas al remedio flexibilizador se encuentran Alemania, Argentina, Francia, Holanda y Australia.
Estos países han subsidiado a las empresas privilegiando el mantenimiento del vínculo laboral.
"Es el trabajo el que genera la riqueza y no al revés. Lo más importante es impedir el telegrama de despido", señaló la presidente argentina Cristina Fernández en una cumbre de la OIT sobre el tema celebrada en Ginebra la semana pasada.
Una segunda alternativa a la flexibilización son políticas activas de estímulo de la pequeña y mediana empresa, que han sido privilegiadas en China, India, Corea del Sur y países del Mercosur como Brasil.
¿Flexibilizar o morir?
Los críticos de este tipo de políticas activas señalan que en muchos casos la flexibilización es la única alternativa de una compañía a la bancarrota.
La OIT no niega que en épocas de crisis se requieran soluciones imaginativas, pero distingue entre las políticas que se llevan adelante por consenso y las que no lo hacen.
"La reducción salarial o de jornada puede ser positiva si se trata de una medida defensiva para evitar despidos. Es diferente si se trata de una política agresiva de la compañía para ganar competitividad o aumentar la rentabilidad de los accionistas. ¿Cómo diferenciar entre ambas políticas? Un criterio es si todo esto llegó como fruto de la negociación colectiva", indicó Torres a la BBC.
Se habla mucho de señales de una recuperación económica a nivel mundial, pero mientras termino esta nota, se anuncia que la siderúrgica Corus despedirá a dos mil trabajadores debido a una caída de la demanda global.
Esto un día después que la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (la OCDE) advirtiera que el desempleo crecerá en todo el mundo hasta fines de 2010 y que en países como Estados Unidos se pronostique que superará el 10% el año próximo.
El crecimiento económico es una condición necesaria, pero no suficiente para detener esta sangría.
Las políticas laborales que se lleven adelante serán igualmente importantes para que el empleo no sea la variable de ajuste de la crisis.
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