La portada está tal cual. Las páginas no tienen marcas. La canción tampoco se oye peor. Ni siquiera sale el número de marcianitos liquidados en el videojuego. Amazon quiere rizar el rizo del comercio, consiguiendo que los bienes digitales, que no envejecen ni se deterioran con el uso, puedan alcanzar una segunda vida en otras manos.
Desde el 29 de enero, el gigante del comercio electrónico tiene registrada la patente de un método para vender “libros, música, vídeos, aplicaciones y otros objetos digitales”. La tienda online descrita en la patente permitiría intercambiar contenidos y servicios ya consumidos al margen de los vendedores de “primera mano”.
Por definición los contenidos digitales, precisamente por ser digitales al margen del soporte, con réplicas sin diferencia ni limitación en cantidad, hacen que no tenga demasiado sentido proponer la reventa. Lo normal en la compra de contenidos digitales es que se asocien con el perfil de usuario.
De hecho, Vinton Cerf, considerado el padre de Internet, en relación a las descargas digitales contaba en una entrevista en este medio que la copia es la esencia de Internet, y apuntaba: “Está claro que hace falta un modelo de explotación de contenidos que respete la creación original y también promueva la creatividad. Un modelo de éxito que tiene gran aceptación es el de iTunes”.
Ni iTunes de Apple, ni Google Play, la tienda digital del buscador para sus Android, ni el propio Amazon habían planteado nada parecido hasta ahora. Al contrario, habitualmente la in-dustria ha frenado este tipo de acciones. Es común que los videojuegos detecten si se usan en más de una consola y se bloqueen al pedir que se ponga en marcha en una segunda máquina. Una de las polémicas que rodea a los futuros modelos de PlayStation y Xbox es la posible inclusión de un detector de discos de segunda mano.
Lo más parecido hasta ahora está en manos de la propia Amazon. Se trata del sistema de préstamo de libros electrónicos, solo para Kindle y comprados en su tienda. Durante 14 días el libro desaparece del aparato del comprador. Una vez pasado el periodo, el libro vuelve al comprador original, lo haya terminado de leer o no. Se reproduce así la sensación ficticia de préstamo en el mundo real. Es decir, un objeto cambia de manos temporalmente, cuando en realidad hay dos copias digitales, pero lo que se hace realmente es la limitación temporal del acceso.
La clave del ingenio de Amazon estaría en crear un modelo de compraventa entre consumidores. No se concreta, aunque se da por entendido, que Amazon se llevaría una parte de la transacción. El libro, canción o aplicación desaparecen del dispositivo del vendedor y pasan a estar en el del comprador. ¿Quién compraría contenido de segunda mano? Aquellos dispuestos a acceder a contenidos que ya no son lo último a un precio sensiblemente inferior. Al ser un bien digital no hay diferencia con respecto a uno nuevo, tan solo cambia el precio.
Sin embargo, en tiempos de almacenamiento casi ilimitado en la nube, ¿por qué alguien se desprendería de un contenido? Por sacar un dinero para comprar nuevos contenidos, limpiar y ordenar el móvil, tableta o libro electrónico en el que se han hecho las descargas.
El consultor Bill Rosenblatt explica en la revista Wired que esta patente no va a agradar a los editores y creadores de contenido, salvo si Amazon comparte con creadores, editores, discográficas y estudios de cine parte de los ingresos de una segunda, tercera o cuarta venta.
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