"Ahora llevo poquitos libros en el bolso, unos cien. Pero al principio me volví loca, compré una tarjeta de memoria de 4 Gb y llevaba como mil libros encima", explica Aurora Pérez de las Heras, que no es que esté loca o tenga un bolso del tamaño de una librería, sino que posee un libro electrónico o e-book de la marca Sony con una capacidad casi infinita y un tamaño y peso razonables: "Me lo regaló una de mis hermanas. No es como un libro normal. La textura, el encanto del papel, el volver atrás... No es igual, pero le compensa la comodidad. Es muy práctico. El primer mes devoré 15 libros", defiende esta madrileña.
Aunque Aurora lee sobre todo en el metro, de camino al trabajo y de vuelta a casa, también lo utiliza en el hogar; por ejemplo, en la cocina o en la cama: "Es fantástico. No pesa. Lo apoyas en cualquier sitio, no se te cae cada vez que pasas la página. Solo tienes que usar un dedo para avanzar", explica, al tiempo que hace un leve gesto con su índice sobre la pantalla. Y encima, subraya, la batería apenas se consume. A ella, que lo utiliza a diario y durante una hora y media, le dura una semana. A otros lectores les llega para un mes. Y es que las baterías de los libros electrónicos solo se gastan cuando el usuario cambia de página, pero nunca mientras está encendido, quieto, en una página concreta.
Ricardo Roncero es su marido, gran lector, siempre con un libro de bolsillo encima, pero con nulo interés en el nuevo formato: "He visto a mi mujer leyendo con el e-book, pero a mí no me gusta. No me proporciona ni la calidez ni el placer del libro tradicional. No es rechazo, sino indiferencia. Además, si pierdo un libro no pasa nada, voy a una librería y me lo vuelvo a comprar. Pero si perdiera uno electrónico o se me cayera, me llevaría un disgusto", imagina. "Poder llevar muchos libros en uno solo, como hace ella, es una sensación poderosa. Pero para mí, el placer que tengo yo de ir a una biblioteca o una librería, y quedarme leyendo o buscando un nuevo libro, no lo tiene ella. Me gusta el ensayo histórico, desde la época medieval hasta la II Guerra Mundial o el siglo XVIII en Francia. Es un tipo de literatura difícil de encontrar en formato electrónico", argumenta para no pasarse al e-book.
Curiosamente, para Aurora no es tan importante el placer de rastrear su próxima lectura: "Busco poco porque tengo un círculo de amistades que tienen e-book y me pasan muchos libros. Me los envían por e-mail. Son documentos pdf o Word que no ocupan nada. Se mandan con más facilidad que una fotografía. Calcula un mega por libro". Una sencillez y rapidez que facilita la piratería, más que con la música o las películas: "Cualquier loco de estos de Internet tiene más de 2.000 libros a tu disposición". Un estudio reciente de Attributor revela que en solo un año han aumentado en un 50% las búsquedas de libros piratas en el mundo. Y en 2009 se realizaron, solo en EE UU, nueve millones de descargas ilegales.
Más allá de la piratería, las ventas de libros electrónicos también aumentan cada año, a medida que personas como Aurora quedan seducidas por la tinta electrónica, que evita que la vista se canse, ya que carece de la luz artificial de las pantallas tradicionales. Hoy, Amazon ya vende más libros en formato electrónico que en tapa dura (143 por cada 100 el verano pasado). Cifras que quedan pulverizadas y anticuadas rápidamente. En junio, Amazon vendió 180 libros en formato electrónico por cada 100 en tapa dura, según la compañía. El aumento se debe no solo a la bajada del precio del Kindle, el reproductor de Amazon, sino a la entrada en el mercado del iPad, un producto que no es estrictamente un libro electrónico, ya que no utiliza el sistema de tinta electrónica, sino que es una pantalla iluminada, mejor, eso sí, para otras aplicaciones como pueden ser el vídeo.
Ya sea en papel o en pantalla, a los entusiastas de la lectura les une precisamente eso, el placer de leer. Entramos en la casa de Víctor e Isabel, en un ático de Vitoria, mientras suena una agradable música de fondo. En la terraza, aprovechan un domingo soleado y toman el vermú junto a sus familiares Cristina y Eduardo. En el hogar de este matrimonio de Vitoria hace ya tres años que entró el libro electrónico. A Víctor, un amante de la tecnología, le convenció Eduardo, que acababa de comprárselo. Adquirió su aparato en eBay y desde entonces apenas lee en papel. A su mujer no le ha entusiasmado nunca el invento. Tan solo ha leído dos libros y, aunque reconoce las ventajas del formato electrónico, sigue prefiriendo lo tradicional. "En vacaciones sí le veo utilidad. Es muchísimo más cómodo porque no tienes que cargar con un montón de libros en la maleta", explica Isabel.
Su marido pagó unos 200 euros, una inversión fuerte en un inicio, pero que ha amortizado de sobra. Si antiguamente gastaba entre 20 y 30 euros mensuales en libros, ahora no llega a la cuarta parte. "Yo entiendo todas las ventajas, pero tocar el papel, ver la carátula, una foto, un dibujo... prefiero el libro de siempre", subraya ella. Su marido ironiza simpático: "Claro, también era mejor el papiro...". Aunque luego, eso sí, reconoce que hay libros en papel que despiertan sentidos que un e-book difícilmente consigue: entonces saca el último recetario de Andoni Luis Aduriz y los alimentos parecen salirse del papel, de gran calidad. "Yo era de la opinión de que era mucho mejor el tacto del papel. Hasta que mi marido me dijo: 'Léete este libro y hablamos", intercede Cristina, la prima de Isabel. "Reconoció que es una gozada", recuerda Eduardo.
La batalla entre lo tradicional y lo novedoso se libra entre los pros y contras, como todo producto: la comodidad, la rapidez o el fácil acceso a millares de textos que permite el formato electrónico, a un lado. Al otro, el precio (cuestan a partir de 100 euros y hasta 450), un tacto distinto al papel y el hecho de que sea un aparato tecnológico (una barrera imposible para algunos).
Pero quizá la falta de espacio sea una de las mayores ventajas. Así lo cree Ernesto de Bustos, español en Addis Abeba (Etiopía): "En mi caso, la utilidad más evidente es poder llevar conmigo una biblioteca de cientos de libros". Mientras, en Bielefeld (Alemania) vive Jon, un donostiarra casado con una alemana, Steffi. Él, un lector relativamente reciente, siempre ha sido amante de todo tipo de aparatitos electrónicos. Y, claro, con la llegada del e-book no iba a ser menos: "Reconozco que leo más. Antes de comprarme el Kindle apenas leía. ¿Por qué ahora sí? Porque las personas somos unas frikis, nos gusta tocar los botoncitos", resume divertido. Y continúa: "Cuando voy a comprar un libro, no sé qué quiero leer, no tengo ni idea. Con el e-book, lo bueno es que te puedes descargar un sample en segundos, lees las primeras 10 páginas y si te engancha, entonces lo compras. Me parece útil". Mientras, su mujer tiene la mesilla llena de libros: "Sí, le encanta leer. Y los libros nos quedan muy bonitos en las estanterías".
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