"Disfruta el momento". Este consejo, propio de cualquier libro de autoayuda, podría no estar desencaminado a tenor de una investigación publicada en la última edición de la revista Science. Con el inequívoco título Una mente que divaga es una mente infeliz, dos profesores de Psicología de la Universidad de Harvard (EEUU) demuestran dos cosas que pueden no sorprender: la primera, que el ser humano se pasa casi la mitad del tiempo pensando en cosas distintas a las que están haciendo, y que es más infeliz cuando su mente está fuera de la realidad que cuando está centrada en la actividad correspondiente.
Los autores utilizaron la tecnología para llegar a estas conclusiones y desarrollaron una aplicación específica para el iPhone que utilizaron para crear una gran base de datos de informes a tiempo real de los sentimientos, pensamientos y acciones de un amplio grupo de personas (2.250) en diferentes momentos del día.
Los adultos eran asignados aleatoriamente a responder una pregunta relativa a su felicidad que podían puntuar de 0 a 100, a la actividad que estaban llevando a cabo en ese momento de entre mas de 22 opciones y, por último, sobre su estado de divagación mental, que se medía con la respuesta a la pregunta: "¿Está usted pensando en algo distinto a lo que está haciendo actualmente?". Para medir este último parámetro, se ofrecían cuatro respuestas: "no"; "sí, algo placentero"; "sí, algo neutral" o "sí, algo desagradable".
El análisis reveló tres datos: en primer lugar, la divagación es algo frecuente, presente en el 46,9% de las muestras, con independencia de la actividad. Este dato tenía una excepción: cuando se hace el amor, la mente suele estar mucho más centrada y la divagación no es nada frecuente. El segundo dato es que la gente era menos feliz cuando estaba divagando que cuando estaba pensando en lo que hacía. La infelicidad, por supuesto, era mayor si sus pensamientos eran neutrales o desagradables, pero incluso siendo positivos, siempre era mejor pensar en lo que se hacía en el momento.
Por último, los autores desvelan que lo que uno está pensando influye más en su estatus de felicidad que lo que está haciendo.
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