El siglo de las siglas fue el siglo XX. Con sorna se quejaba de ello Dámaso Alonso en un poema -La invasión de las siglas- y con fría voluntad de filólogo lo analizaba Victor Klemperer en su tratado sobre la lengua del Tercer Reich.
Pero hasta en eso los ciudadanos de este siglo somos discípulos del XX. Discípulos que acaban superando a sus maestros. Hiperespecialización y nuevas tecnologías; revolución geoestratégica y presencia abusiva de la economía. El mundo se alimenta de nuevas siglas casi sin tiempo para digerir las que van quedado obsoletas.
Para bien, las siglas nos ahorran tiempo y espacio, simplifican la cadena de trasmision de la burocracia y estandarizan los avances científicos. Para mal, robotizan el discurso y lo oscurecen con tecnicismos sólo aptos para entendidos en la materia. A continuación, una breve guía para acercarse a las más UCN (Usadas, Conocidas y Novedosas).
Nuevas tecnologías
"¿Tienes Línea de Abonado Digital Asimétrica en casa? Mándame el Formato de Documento Portátil a la Asistente Digital Personal con las Preguntas Frecuentes; lo leeré en el curso de Tecnología de la Información y la Comunicación". Vamos, que "si tienes ADSL, me envías un PDF con las FAQ a la PDA para leerlo en el TIC". Todo lo exacto es corto (aunque a veces sea críptico).
La rapidez con la que se suceden los nuevos avances tecnológicos es directamente proporcional a la jerga que producen… e inversamente proporcional al tiempo que tardan en ser desplazados por otros.
Las siglas tecnológicas nacen para unos pocos (JAVA, lenguaje de programación, del que el origen del nombre no está claro, según Wikipedia); alcanzan más pronto que tarde la madurez vox populi -P2P (Peer to peer), GPS (Sistema de Posicionamiento Global)-; y mueren acunadas por la intimidad de los nostálgicos, AMSTRAD (marca de ordenadores cuyo nombre salió de las inciales de su creador, Alan Michael Sugar Trading).
Economía y relaciones internacionales
Las alianzas estratégicas redibujan el mapa político. El poder se atomiza y los países firman entre sí nuevos tratados que fijan objetivos concretos. Ahí están los recientes TLC o Tratados de Libre Comercio -ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas), APEC (Foro de Cooperación económica Asia Pacífico)- o las alianzas locales, UpM (Unión por el Mediterráneo) o ASEAN (Asociación de Naciones del Sureste Asiático).
La crisis económica ha propiciado que se catalogue a los estados en una suerte de nuevas clases, que se nombran según una mezcla de criterios objetivos, prejuicios históricos y vaticinios estadísticos. Así, tenemos los BRIC (Brasil, Rusia, India y China) para definir a los más eficientes entre los emergentes, o los PIGS (Portugal, Italia, Grecia y España) para señalar con una cruz a los menos ricos entre los ricos.
La omnipresencia de la economía ha tenido la rara virtud de familiarizarnos con la aridez propia de la ciencia menos exacta de todas las ciencias. El ERE (Expediente de Regulación de Empleo) o la OPA (Oferta Pública de Adquisición) se han vuelto tan comunes que se podrían hacer chistes. Y, en las conversaciones cotidianas, dedicarle ahora cinco minutos al Tipo Europeo de Oferta Interbancaria -es decir, al euríbor- no resulta una extravagancia.
Vida cotidiana
Desde hace unos años, el director no es ya director sino CEO (Ejecutivo Delegado); los argumentos de las películas no se consultan más en la cartelera sino en el IMDb (Internet Movie Database) y los seudónimos se han quedado en simples AKA (Also known as).
Por si el lector no estuviera saturado aún, quedan balas en la recámara: los padres llevan a sus hijos en SUV (Vehículo Todoterreno Ligero) a clase de EpC (Educación para la Ciudadanía) y los espectadores cambian canales en la TDT (Televisión digital Terrestre) para buscar informarse de las maravillas del LHC (Gran Colisionador de Hadrones).
Al final habrá quienes, como el poeta, acaben por sentir nostalgia del SPQR ... y hasta del RIP.
20minutos
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