En Brasil se respira política. A unos días de que se celebre la segunda y definitiva ronda de las elecciones presidenciales, las tertulias se dividen por igual entre los aspirantes a ganar el campeonato nacional de fútbol, por el que pugnan hasta cinco equipos, y la recta final de los comicios, que se disputan Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT), y el socialdemócrata José Serra (PSDB), aunque en este caso, las apuestas están mucho más claras que en la competición balompédica, pues, salvo milagro, todo apunta a una victoria de la candidata Dilma. El Futurecom 2010 , el congreso que reúne a todo el sector de las telecomunicaciones de Latinoamérica, y que se celebra en São Paulo, no ha escapado a este aura electoral.
Ante más de 500 ejecutivos del sector, el ex presidente Fernando Henrique Cardoso, inauguró el congreso pidiendo que la comunicación sea "verdaderamente democrática" y esté en manos de una agencia estatal y no del Gobierno, en referencia a Anatel , el regulador de telecomunicaciones del país, que ha tomado importantes decisiones como, la paralización en 2009 de la oferta de banda ancha de Telefónica, por presuntos abusos. "A nadie le cabe duda de que nuestro producto interior bruto va a seguir creciendo pero ese no es nuestro problema. Necesitamos una sociedad decente", senaló Cardoso.
Ante un auditorio que,como gran parte del empresariado brasileno, no oculta en privado su temor a que Dilma radicalice el legado de Lula, hizo que el Gobierno del PT no estuviera representado ni por el ministro de Telecomunicaciones, José Filardi, que prefirió mandar a su secretario de Estado. No es de extrañar. El organizador del evento, el empresario Laudálio Veiga Filho, inauguró el congreso criticando la "dictadura blanca" que vive Brasil, en el que el Gobierno se aprovecha del apoyo de los menos favorecidos para imponer su poder por medios poco ortodoxos.
En este foro latinoamericano, que con 200 empresas y 15.000 asistentes aspira a emular al Congreso Mundial de Móviles (Mobile World Congress) celebrado anualmente en Barcelona, la política se mezcla con la banda ancha. El Gobierno brasileno acaba de lanzar el Plan Nacional de Banda Larga que aspira a multiplicar por tres el número de hogares conectados hasta los 40 millones y los operadores están expectantes por conocer cuáles serán los planes del ganador de las urnas.
Pero llevar Internet al último rincón, incluyendo las favelas no es fácil. Para los operadores la rentabilidad se antoja un hándicap insalvable, y temen que el Gobierno, sobre todo si sale victoriosa Dilma, tenga la tentación de reinventar Telebrás, el antiguo monopolio de las telecomunicaciones.
Paradójicamente, Brasil, como casi todos los mercados latinoamericanos, es un mercado muy rentable. Los precios de las telecomunicaciones son muy caros, casi abusivos en relación al nivel de vida. El paquete de llamadas e Internet más económico puede costar más de 40 euros, sin ninguna garantía de calidad. La situación es tan desfavorable hacia el abonado que el presidente de Anatel , Ronaldo Sardenberg, ha anunciado en este congreso la creación de un servicio Pró-Usuário, para canalizar las quejas de los usuarios.
En el móvil la competencia ha mejorado la situación. Brasil, con 189 millones de usuarios, ya es el quinto país del mundo en líneas móviles, y en 2011 la penetración será por primera vez superior al 100%, y el acceso a Internet a través del móvil -18 millones- superará al del fijo.
En este contexto, Telefónica, el primer operador del país gracias a Vivo , cuyo capital ha adquirido en su totalidad por más de 7.000 millones de euros, ha anunciado la creación de un centro de I+D en el país, y la implantación de fibra óptica en 400.000 hogares.
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