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2010/10/11

¿Crisis = buen arte ?

BBC Mundo

La comunidad cultural británica advierte que los recortes de presupuesto que se apresta a imponer el gobierno para paliar la crisis económica se traducirán en una "guerra relámpago" contra las artes. Pero, entonces, ¿no es cierto eso de que la austeridad es buena para la música y la poesía?
Vincent van Gogh moría de hambre mientras creaba sus obras maestras. Johnny Rotten se burlaba de la ruina que era el Reino Unido de los años '70. George Orwell encontraba su voz en medio de la pobreza y la desesperación de la Gran Depresión.
Ante estos y tantos más ejemplos, podría pensarse que a los artistas de hoy no debería preocuparles la perspectiva de una pobreza de recursos.
Una economía débil y fuertes recortes de gasto público implican tiempos difíciles para la mayoría de la gente, pero la narrativa romántica del poeta, del músico o del pintor pobre podría anunciar un periodo de realización creativa.
La década de los años '30 nos dio las mejores obras de Steinbeck y Picasso; la turbulenta década de los '70, recordada por su crisis petrolera, fue el telón de fondo para una Edad de Oro de Hollywood; la terapia de choque thatcherista de los '80 generó magníficos dramas de televisión, como "Los chicos de Blackstuff", una serie sobre los efectos del desempleo en la Inglaterra postindustrial.
Sin embargo, la comunidad cultural británica no está anticipando un renacimiento. Lejos de eso, teme un hachazo.
Con el Departamento de Cultura, Medios de Comunicación y Deporte preparándose para un recorte de 25% a 30% y, con el Consejo Fílmico del Reino Unido ofrecido como un sacrificio temprano, el estado de ánimo entre los administradores del arte de la nación es apocalíptico.

La "mayor" crisis

En una columna escrita para el diario The Guardian, el director de la galería Tate, Nicholas Serota, advierte sobre "la mayor crisis en las artes y el patrimonio desde que empezó la financiación gubernamental en 1940".
Un grupo llamado Save The Arts ha sido formado por artistas de la talla de David Hockney, Damien Hirst, Antony Gormley y Tracy Emin para hacer campaña en contra de los cortes.
Su reacción parece desmentir la máxima de que las épocas difíciles son períodos fructíferos para los artistas.
Y, sin embargo, en tiempos recientes, las condiciones económicas duras han demostrado ser creativa y financieramente rentables para los creadores.
El curador Gregor Muir sostiene que la depresión que 1992 que generó el llamado Miércoles Negro permitió que prosperara un movimiento de artistas británicos jóvenes en una zona venida a menos y de alquileres baratos en el este Londres, un proceso que hizo millonarios a sus miembros más prominentes.
Además, para los que creen el papel del artista es hablar por los desposeídos, ¿no presentan las penurias tantas obligaciones como oportunidades?

Encontrando la voz

El cantante y compositor de izquierda Billy Bragg no es precisamente partidario de los recortes de la financiación, y reconoce que la industria musical hacía frente ya a problemas profundamente arraigados, pero -forjado su arte durante las batallas de los años '80- acepta que los músicos tienden a encontrar su voz durante los períodos de crisis.
"En los tiempos duros es la manera más obvia de conectarse con la gente y transmitirle un mensaje", expresa.
Sin embargo, no todos son optimistas. El periodista especializado en música Charles Shaar Murray cree que actualmente hay menos potencial para que surja un movimiento como en los años '70, cuando se originó punk rock.
Él sostiene que, por ejemplo, los lugares de música en vivo son menos accesibles hoy que en 1977. Es escéptico sobre el interés de la audiencia actual en la música que refuerce el abatimiento y toque el tema de la austeridad.
"Cuando la vida se vuelve dura, es el escapismo lo que interesa", dice, y ejemplifica con el caso de Broadway en los años '30 del siglo pasado.
"Si un tipo de música va a prosperar es el de programas como el X Factor" y otros espectáculos televisivos de cazatalentos, una predicción que no va a llenar precisamente de alegría a los críticos.
El hecho es que la música popular, por lo menos, se autofinancia en gran parte en el Reino Unido.

Dependientes del subsidio

Esos sectores que se muestran más ansiosos ante en la perspectiva de los recortes de gastos del gobierno son, naturalmente, los que dependen más de subsidio público.
Por ejemplo, el Consejo de las Artes de Inglaterra, que distribuye dinero público y de la lotería, ha estimado que de las cerca de 850 organizaciones en su lista, 200 desaparecerían durante un período de cuatro años si se aplican recortes del 30%.
Pero no todos creen que las consecuencias tengan que ser necesariamente negativas.
Tiffany Jenkins, socióloga cultural, estima que el subsidio público a menudo es negativo para los artistas debido a que los limita y compromete con objetivos a veces no relacionados con el arte.
Por ejemplo, cita a "elefantes blancos" como el Centro Nacional para la Música Popular en la ciudad de Sheffield, que costó millones aportados por la Lotería Nacional y cerró sus puertas después de poco más de un año.
"Ese es el problema con los proveedores de fondos, que siempre quieren lograr retribución. Lo mismo si es el gobierno o el Consejo de las Artes o benefactores privados", dice.
Jenkins agrega: "Si algo pueden enseñarnos los recortes es que el Estado no es la única vía".

¿Más exclusiva?

Ese es un ángulo que no comparte la mayoría en la comunidad cultural. Charlotte Higgins, editora de arte del diario The Guardian, califica de simplista la idea de que el mundo del arte y la cultura emergerá de los tiempos de crisis fortalecido.
Ella dice que incluso el festival de ópera de Glyndebourne, que no recibe apoyo gubernamental, de manera indirecta sí depende de éste ya que orquestas como la Filarmónica de Londres tienen financiamiento público.
"Vamos a despertar un día y percatarnos de que se han eliminado orquestas, cerrado galerías, que los museos han caído en el abandono", predice.
"El resultado será que la cultura se hará más exclusiva y menos accesible para los que no tienen recursos", añade.
"Simplemente no veo cómo los recortes pueden ser algo bueno para las artes. La idea de que los filántropos llenarán el vacío es totalmente delirante", concluye.

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