Hay una cosa que cualquier banco pregunta antes de dar un crédito: dónde va a ir el dinero. Sin embargo, después de recibir miles de millones de dólares de los contribuyentes, los mayores bancos de EEUU aseguran que no saben exactamente cómo están gastando el dinero o directamente se niegan a hablar de ello.
"Hemos prestado una parte. No hemos prestado otra parte. No hemos rendido ninguna cuenta de cómo lo estamos haciendo", dice con toda desfachatez Thomas Kelly, portavoz de JP Morgan (entidad que ha recibido 25.000 millones en un rescate de emergencia). "No lo hemos revelado al público y nos negamos a ello".
La agencia Associated Press (AP) asegura haber contactado con 21 bancos que han recibido al menos 1.000 millones de dólares del Gobierno, y les ha preguntado cuatro cosas: cuánto se han gastado, en qué se ha gastado, cuánto se ha ahorrado y cuál es el plan para el resto. Ninguno de los 21 ofreció respuestas específicas a estas preguntas.
Lo normal es que se nieguen a dar detalles sobre el destino del dinero, pero algunos llegan a asegurar que simplemente no saben dónde ha ido a parar. "Gestionamos nuestro capital en su conjunto", explica Regions Financial, que asegura que no sigue el rastro de cómo se está gastando los 3.500 millones recibidos del plan de rescate.
Estas respuestas no hacen sino resaltar el secretismo del plan de rescate de la banca, el famoso TARP dotado con 700.000 millones de dólares. Inicialmente pretendía comprar los activos tóxicos de la banca para sanear sus balances, pero finalmente ese dinero ha ido a comprar acciones de las entidades con la esperanza de que esta entrada de liquidez les permita empezar a prestar de nuevo. Los congresistas pidieron a los banqueros el mes pasado que prestaran ese dinero en vez de almacenarlo o gastarlo en bonus o en comprar otros bancos.
Sin embargo, no hay ningún procedimiento para comprobar que eso está ocurriendo y no hay ninguna penalización para los bancos que no cumplan esa condición (de hecho, algunas entidades como BB&T han emprendido adquisiciones en el sector de seguros). Algo que algunos miembros del Congreso creen que es escandaloso, porque el pueblo americano tiene derecho a saber cómo la industria privada está gastándose su dinero.
Fueron las prisas
La culpa de esa falta de control puede estar en las prisas con que tuvo que aprobarse el TARP para evitar que todo el sistema bancario se hundiera literalmente en octubre. Ahora todo el mundo coincide en que estas cuestiones debían haberse planteado entonces, pero la prioridad era salvar a las entidades, no el día después.
Dentro de la casuística que relata AP, lo habitual es que los bancos respondan con vaguedades y frases hechas, pero ninguno da una contabilidad básica del dinero público. Es más, ni siquiera explican por qué mantienen esos detalles en secreto. Y hay casos especialmente sangrantes como el de Morgan Stanley, que accedió a comentar su situación con la condición de que fuera de forma anónima. AP rechazó esta práctica tan común en España y Morgan Stanley entonces declinó hacer comentarios.
Ante esta situación, los parlamentarios quieren imponer condiciones más duras a la mitad del TARP (350.000 millones) que falta por gastar antes de entregar el dinero a las entidades. El propio secretario del Tesoro Paulson ha admitido que su departamento quiere monitorizar el gasto del dinero público.
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