No fue el primero pero sí fue el mejor. El videojuego Doom revolucionó el mundo de los FPS (first person shooter o acción en primera persona) marcando el camino que después seguirían Quake, Duke Nukem, Half-Life o Unreal, entre otros. Lanzado para funcionar con un procesador 386, Doom sentó el precedente del modo multijugador, que ahora es tan común, y de una forma de juego activa, violenta y sin prejuicios.
Salió al mercado en un momento en el que los juegos en primera persona no eran habituales. De hecho, sólo Wolfstein 3D, el videojuego anterior de la compañía iD Software y de la imaginación del genio John Carmack, había dejado entrever la que sería la nueva tendencia para los juegos de acción venideros.
Ver hoy las imágenes del primer Doom y escuchar a los aficionados decir que sentían miedo parece exagerado, sobre todo teniendo en cuenta los gráficos de la época. Pero caminar por oscuros túneles en los que el protagonismo de la acción se reparte a partes iguales entre una escopeta y humanos poseídos, monstruos y demonios supuso una nueva y trepidante forma de juego. La manera de manejar el sonido y la oscuridad añadían elementos que no se habían tenido en cuenta hasta la fecha.
Industria del ocio electrónico
Las ventas de Doom marcaron un precedente de lo que hoy se conoce como industria del ocio electrónico, y los expertos calculan que dos años después de su lanzamiento había sido jugado por más de diez millones de personas. A ello contribuyó que Doom se ofrecía también en versión shareware, por lo que se podía jugar una parte del mismo de forma gratuita. Además, permitía el juego entre cuatro ordenadores (en red o mediante conexión de módem), lo que abrió las puertas para los actuales modos de juego on-line.
iD Software , la compañía creadora de Doom, publicó su código fuente en 1997 bajo licencia propietaria. Dos años más tarde, los términos de licencia pasaron a ser GPL (software libre), lo que permitió a millones de aficionados en todo el mundo descubrir el código que se escondía tras sus horas de diversión y modificarlo para añadirle nuevas posibilidades y modos de juego. También abrió las puertas para la venta y aplicación de un potente motor gráfico. Entre otros aportes, los aficionados ampliaron el número de jugadores que podía participar en la aventura de forma simultánea, así como la creación de niveles de juego adicionales. La comunidad fue un elemento vital para el crecimiento de este videojuego. Las expansiones creadas por los usuarios (wads) pasaron de ser funcionales a tener un significado artístico que se fue perfeccionando con el tiempo. Un paso más allá de estas ampliaciones se produjo con las denominadas conversiones totales, en las que los usuarios se basaban en el clásico Doom para aplicar distintas temáticas. Hoy siguen existiendo jugadores de Doom gracias a las ampliaciones realizadas por la comunidad.
La historia de Doom se completó hace apenas cuatro años con el lanzamiento de su tercera entrega. Millones de aficionados se emocionaron ante un título que recuperaba los elementos exitosos de la primera entrega y le añadía las posibilidades gráficas de la época. De hecho, Doom 3 cuenta con uno de los motores 3D más potentes de la historia de los videojuegos.
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