Fuente: Critica de la Argentina.
El italiano Roberto Di Cosmo no reproduce ni los tics ni el look de los nuevos chicos ricos de internet que se despachan con sus Facebooks, Mozillas, YouTubes y demás empresas jóvenes que mueven la red. Este investigador en ciencias de la computación de la Universidad de París VII, en cambio, es mucho más profundo en su pensamiento. Como el gurú informático Richard Stallman y el hacker Eric S.
Raymond, Di Cosmo es un entusiasta promotor del software libre, es decir, aquellos programas que respetan cuatro libertades: “la de ser usados con cualquier propósito”, “la de poder estudiar su funcionamiento y adaptarlos a las propias necesidades”, “hacer y distribuir copias” y “realizar mejoras”. “El movimiento del software libre no es únicamente una comunidad que se enfrenta a los cibermonopolistas de la información y el conocimiento como Microsoft –advierte–. Detrás de él hay una revolución mayor: una enorme economía que se está moviendo. El tren está pasando y el futuro tecnológico dependerá de quién se haya subido a él.”
–Para la consultora Gartner, en 2012 el 80% del software comercial contendrá software libre y de código abierto. ¿Cree que en la Argentina se tiene conciencia del peso actual de esta industria en el mundo?
–La verdad que no. Existe una confusión. Se cree que porque el software libre es sinónimo de software gratuito, que no vale nada y por ende no se puede hacer negocios con él. Y no es así. El matemático Marc Fleury vendió su empresa de software libre jBoss por 420 millones de euros. Es un ejemplo más de que el software libre se está convirtiendo en un fenómeno masivo.
–¿Y cuál es la situación en el mundo?
–Europa tiene un papel de liderazgo. En América Latina, en cambio, es un fenómeno emergente. Hasta antes de 2003 el volumen de software libre era chico. Desde entonces creció un 69%. En 2007 movió 730 millones de euros. Y se dobla cada año. Con el software libre crece también la generación de empleo. Es un fenómeno de ruptura.
–En 2005 se creó un polo de competitividad en París que reúne a empresas, laboratorios y universidades. Usted dirige el grupo de trabajo de software libre. ¿Cómo lo ven las demás ramas de la industria que allí se congregan?
–Por primera vez, el software libre está a la par de la industria automotriz, de la seguridad y la comunicación. Desde entonces estrechamos vínculos con cincuenta socios entre los que hay veinte laboratorios y grandes empresas como Alcatel, Motorola, France Telecom. Esto es una prueba concreta de que el software libre es una tecnología madura, que tiene un impacto económico y que puede llegar a ser reconocido por el poder público de un país.
–¿Cree que se podría dar lo mismo en la Argentina?
–A mí me enseñaron en la Argentina que si uno quiere probar que algo está bueno, tiene que decir que viene de afuera o que funciona afuera. En Francia, por ejemplo, el software libre comenzó a ser visible para el poder público en 2003 con el Proyecto Copernic, es decir, con la mayor reforma de software en los servicios de administración tributaria francesa. Ahí tomaron conciencia de que era un negocio.
–En la Argentina, el software libre para muchos es mala palabra.
–Es una manera más de atacarlo. En una primera etapa, decían que no existíamos. Ahora que reconocen que estamos acá dicen que somos comunistas. Hemos llegado a un momento en el que varias empresas de “software privativo” (programas como el Word que no permiten modificarlos) están tan desesperadas que compran y hunden a otras empresas de software libre. El modelo de Microsoft es viejo. Y ya se habla de que Microsoft está fuera de la pantalla.
–Muchas empresas de software argentinas están contentas porque trabajan para afuera. ¿Cómo ve la situación a futuro?
–Con la devaluación del peso, la Argentina se volvió competitiva en la plaza mundial y la mano de obra se volvió muy barata. Pero si sigue esta tendencia de aumento de precios, dentro de cuatro o cinco años esta buena racha terminará.
–¿Y qué se debería hacer?
–La Argentina debe plantearse ahora qué industria de software quiere de acá a cinco años. ¿Quieren ser un país de vacas y soja o ser un país creador de tecnología de alto nivel?
–Un país creador de tecnología de alto nivel, definitivamente.
–Tienen todas las condiciones. El software libre es tal vez una de las oportunidades más grandes que tienen desde hace mucho tiempo. No tienen que invertir en infraestructura rara sino en materia gris.
–Pero ¿qué hay que hacer: esperar que el Estado se dé cuenta de la importancia del software libre?
–Me encantaría. No tienen que copiar una estructura de negocios de hace veinte años, como es la del software privativo. Ahora hay un nuevo modelo que está basado en el software libre. Tienen que hacer como Francia, que está invirtiendo millones de euros en tecnología de software libre. Es estratégico: crear una estructura integrada, no esfuerzos aislados. En Estados Unidos el año pasado se invirtieron mil millones de dólares en software libre. ¿Qué son? ¿Estúpidos? No lo creo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario