La única sociedad que hace sombra a la humana en complejidad y dureza es la de las hormigas. Estos insectos organizan comunidades de millones de individuos en torno a reinas, líderes por cuya prosperidad velan las castas obreras encargadas de conseguir alimento y las guerreras que procesan la comida y defienden el hormiguero. Como el hombre, las hormigas han inventado la división del trabajo y el dominio de unos sobre otros.
Entre las clases dominantes, una extraña subcasta ha aparecido y desaparecido a lo largo de la historia de las Pheidole, un género de hormigas que abarca 1.100 especies que viven en todo el mundo, incluida España. Se trata de los supersoldados, con cuerpos mucho más grandes que el resto de soldados y unas enormes cabezas con forma de escudo. Con sus testas taponarán las entradas del hormiguero ante el ataque de hormigas legionarias nómadas que se ganan la vida organizando marabuntas e invadiendo ciudades ajenas.
Los supersoldados son viejos conocidos de los entomólogos, no así los mecanismos biológicos que deciden su destino, es decir, cuándo una larva de soldado se convierte en la de un supersoldado. Tampoco saben por qué de las muchas especies de Pheidole sólo unas pocas poseen una subcasta de este tipo de superhormigas.
Un grupo de investigadores liderado por Abderraman Khila, de la Universidad McGill de Canadá, desvela hoy en Science el remoto origen biológico de esos gigantones. Su equipo encontró algo muy parecido a súuersoldados en una colonia de Pheidole morrisi, una especie que, en teoría, carece de esta subcasta defensora.
Los investigadores creyeron que las superhormigas con las que se toparon respondían a un cambio en el medio ambiente que podría haber reactivado la maquinaria biológica que fabrica supersoldados en lugar de soldados rasos.
Eso mismo fue lo que comprobaron. Añadiendo una hormona a larvas de P. morrisi, engendraban individuos enormes y con desmesurados cabezones a modo de parapeto. La teoría decía que las morrisi habían perdido la capacidad de crear supersoldados a lo largo de la evolución, pero la práctica mostraba que esa capacidad se puede recuperar. Al añadir la hormona a otras especies de Pheidole sin casta de supersoldados estas volvían a producirlos. La explicación de Khila es que el paquete genético necesario para hacer supersoldados ha permanecido intacto, pero desactivado, en ciertas especies desde que este género de hormigas desarrollaron el primer individuo super para proteger sus nidos. Además han rastreado el árbol genealógico de las Pheidole para poner fecha aproximada a esa primera aparición: hace al menos 35 millones de años.
Entre las clases dominantes, una extraña subcasta ha aparecido y desaparecido a lo largo de la historia de las Pheidole, un género de hormigas que abarca 1.100 especies que viven en todo el mundo, incluida España. Se trata de los supersoldados, con cuerpos mucho más grandes que el resto de soldados y unas enormes cabezas con forma de escudo. Con sus testas taponarán las entradas del hormiguero ante el ataque de hormigas legionarias nómadas que se ganan la vida organizando marabuntas e invadiendo ciudades ajenas.
Los supersoldados son viejos conocidos de los entomólogos, no así los mecanismos biológicos que deciden su destino, es decir, cuándo una larva de soldado se convierte en la de un supersoldado. Tampoco saben por qué de las muchas especies de Pheidole sólo unas pocas poseen una subcasta de este tipo de superhormigas.
Un grupo de investigadores liderado por Abderraman Khila, de la Universidad McGill de Canadá, desvela hoy en Science el remoto origen biológico de esos gigantones. Su equipo encontró algo muy parecido a súuersoldados en una colonia de Pheidole morrisi, una especie que, en teoría, carece de esta subcasta defensora.
Los investigadores creyeron que las superhormigas con las que se toparon respondían a un cambio en el medio ambiente que podría haber reactivado la maquinaria biológica que fabrica supersoldados en lugar de soldados rasos.
Eso mismo fue lo que comprobaron. Añadiendo una hormona a larvas de P. morrisi, engendraban individuos enormes y con desmesurados cabezones a modo de parapeto. La teoría decía que las morrisi habían perdido la capacidad de crear supersoldados a lo largo de la evolución, pero la práctica mostraba que esa capacidad se puede recuperar. Al añadir la hormona a otras especies de Pheidole sin casta de supersoldados estas volvían a producirlos. La explicación de Khila es que el paquete genético necesario para hacer supersoldados ha permanecido intacto, pero desactivado, en ciertas especies desde que este género de hormigas desarrollaron el primer individuo super para proteger sus nidos. Además han rastreado el árbol genealógico de las Pheidole para poner fecha aproximada a esa primera aparición: hace al menos 35 millones de años.
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