“Hace un año, probablemente ni los fundadores sabían lo que movía a la gente a subir fotos a la aplicación. Bastante tenían con pensar en mejorarla y evitar que se cayeran los servidores”, cuenta Phil González, creador de Instagramers, la comunidad de usuarios de Instagram, una aplicación de iPhone que con sólo un año de vida ha superado los 10 millones de usuarios y los 200 millones de fotos almacenadas.
Ahora, existen multitud de herramientas web que permiten visualizar las imágenes capturadas con el móvil de diferentes formas o que ofrecen productos de merchandising 'instagramático'. Algunas, como Inkstagram, han tenido incluso que cambiarse de nombre para no entrar en conflicto con la marca. El fenómeno crece. De forma imparable. De hecho, más del 12% de las fotos que se suben ahora a Twitter son 'Instagrams'. Un porcentaje que será probablemente mayor cuando la aplicación llegue a plataformas Android durante el 2012.
El número de fans también se dispara. González asegura que ya existen 230 grupos de instagramers o igers en el mundo, la mayoría vinculados a países o grandes ciudades, aunque últimamente también se han creado iniciativas más locales, como Instagramers Silicon Valley o, más cerca, #igersarenys, que de momento sólo ha formalizado la etiqueta, pero que hace poco reunió a unas 40 personas de Arenys de Mar (Barcelona) en un local municipal para compartir filtros y experiencias.
“Montamos el primer grupo en Barcelona. La semana siguiente, en Madrid, y luego, vinieron todos uno tras otro. La gente quiere verse y tener una bandera común, por eso es necesario un proyecto como éste”, subraya este francés de origen español apasionado de la fotografía. “Antes pregonaba que Instagram era una democratización de la fotografía, pero ahora, con más perspectiva, diría que es una plataforma extraordinaria para conocer a gente con un trasfondo creativo en torno a la fotografía. Creo que, en su día, el equipo de San Francisco no pensó tan profundamente en estos aspectos", continua.
Aun así, González no cree que “la comunidad sobrepase a la empresa” y está convencido de que todos los servicios que surgen alrededor de Instagram “dan valor a la aplicación en sí”. “Lo 'bonito' de desarrollar aplicaciones es que no se sabe al 100% para qué van a servir”, afirma.
“Cuando se lanzó Twitter, se planteó como una herramienta de comunicación entre amigos y, al final, se ha convertido en una app que sigue la actualidad mundial al segundo. Con Instagram pasa lo mismo. Los fundadores la plantearon como un 'Twitter de fotos' y probablemente como el complemento posible a Twitter... y no se equivocaron”, concluye.
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