Para la mayoría de las personas el garaje de sus casas no es más que ese lugar donde aparcar el coche, guardar la cortadora de césped o almacenar trastos viejos, pero para los jóvenes norteamericanos representa una verdadera caja de los sueños. No en vano varios de los pesos pesados que lideran actualmente el panorama tech a nivel mundial nacieron entre las cuatro paredes de tan peculiar centro de operaciones.
El pionero fue Hewlett-Packard (combinación de los apellidos de sus fundadores, Bill y David), que también está considerado como uno de los primeros negocios de tecnología y el germen de lo que hoy se conoce como Silicon Valley. Corría el año 1939 cuando estos dos compañeros de universidad recién graduados en Ingeniería Eléctrica por Stanford lograban fabricar un oscilador de audio totalmente novedoso sin salir del 367 de la avenida Addison… y venderle ocho copias a Disney para ultimar los pases de la película Fantasía. Lo curioso es que la firma cinematográfica también había nacido en un garaje dieciséis años antes.
Luego llegarían las primeras calculadoras electrónicas, distintos modelos de computadoras y demás aparatos informáticos. Aunque se vio obligada a mudarse a otras instalaciones más adecuadas a su potencial de crecimiento, HP consiguió que el Servicio de Parques Nacionales declarara su antigua sede edificio histórico de Palo Alto.
Ya en los años 70 otros dos gigantes surgieron en los hogares de las familias Gates y Jobs: Microsoft y Apple. Si unos todavía adolescentes Bill Gates y Paul Allen habían quedado prendados de la PDP-10 que su escuela de élite en Lakeside ponía a disposición de los alumnos, y el potencial inherente a los ordenadores; Steve Jobs y Steve Wozniak montaban por aquella época un prototipo de gadget electrónico con piezas de HP para una de sus clases y una calculadora basada en transistores para una feria científica, respectivamente.
Lo que podía haber quedado en un juego de niños se transformó más tarde en una serie de intérpretes del lenguaje de programación BASIC para el mítico microordenador Altair 8800, y en la no menos famosa computadora personal Apple I con una sola placa base. Esto es, los primeros productos propiamente dichos de las empresas asentadas en Redmond y Cupertino. El sacrificio del padre de Steve Jobs, que tuvo que ceder el espacio donde daba rienda suelta a su gran aficción, restaurar coches antiguos, valió la pena. Y el de su hijo, que vendió su furgoneta Volkswagen para financiar los productos de la manzana mordida, también.
De casera de Larry Page y Sergey Brin a directiva de Google
En 1995 otro garaje, esta vez situado en las afueras de Seattle, acogió un par de ordenadores, tres servidores Sun y una conexión a prueba de errores con los que sustentar los primeros pasos de Cadabra.com, una librería online que más tarde sería rebautizada como Amazon.com, alcanzando los 200.000 títulos vendidos y superando las 2.000 visitas diarias. Y todo con el toque de la casa: servir los pedidos a domicilio.
A Jeff Bezos, que venía de renunciar a su puesto como analista financiero en la Gran Manzana, le bastó un viaje por carretera de Texas a Washington para trazar su plan de empresa. Las primeras ventas le animaron a desactivar un timbre que sonaba cuando se cerraba un trato y que se había vuelto insoportable, mientras unas cuantas entregas de catálogos de socios por correo ordinario fueron suficientes para instalar un buzón más grande de lo habitual a instancias de su cartero.
Tras la expansión de Amazon llegó la de Google, llamado así en homenaje a la expresión matemática “googol”, un uno seguido de cien ceros. También como tributo a sus predecesores en Stanford, Bill Hewlett y David Packard, los doctorandos Larry Page y Sergey Brin decidieron trasladarse al 232 de la avenida Santa Margarita para perfeccionar su proyecto de investigación. Y es que el que hoy en día es el motor de búsqueda más utilizado del mundo no fue inventado estrictamente en un garaje, pero sí fue allí donde vivió sus primeros logros, como la obtención de 100.000 dólares de bolsillos de Andy Bechtolsheim, co-fundador de Sun Microsystems.
En este cambio de localización también tuvo que ver Susan Wojcicki, dueña de la casa, que utilizaba los 1.700 dólares que sus amigos Page y Brin pagaban por el alquiler para aliviar la hipoteca en la que se había metido. Y eso no fue todo lo que esta ex-empleada de Intel sacó de su asociación: se convirtió en la empleada número dieciocho de Google, trazó los dos primeros doodles e ideó AdSense. Un negocio redondo.
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