El responsable de la investigación, Robert A. Eagle, reconoce que "hasta ahora, nadie pensaba que fuera posible medir la temperatura de los dinosaurios". Sin embargo, él y su equipo han conseguido hacerlo.
Para ello han utilizado restos fósiles de dos tipos de saurópodos (braquiosaurio y camarasaurio), dinosaurios gigantes reconocibles por tener el cuello y la cola especialmente largos. El equipo de Eagle ha centrado su investigación en la medición de un compuesto formado por isótopos de oxígeno y carbono que se encuentra en el esmalte de los dientes fosilizados de los dinosaurios. Según el estudio, publicado hoy en la revista Science, las cantidades acumuladas de este compuesto "están directamente relacionadas con la temperatura del entorno en el que se formó, en este caso, el interior de los dinosaurios". El investigador asegura que los datos obtenidos mediante este método son "muy precisos" y que tienen un error no superior a un grado centígrado.
Aunque los datos obtenidos por Eagle y su equipo sean correctos, aún habrá espacio para el debate. Si bien muchos paleontólogos asumen que los dinosaurios podían tener temperaturas corporales altas, no todos coinciden en si estos tenían mecanismos de termorregulación internos, como los mamíferos, o si dependían de las variaciones externas, como los lagartos. "El hecho de tener una temperatura corporal alta no implica necesariamente que los dinosaurios pudieran regular su temperatura como los seres humanos", afirma José Luis Sanz, catedrático de Paleontología de la Universidad Autónoma de Madrid.
Para los que defienden la ausencia de mecanismos de regulación internos, el hecho de que la temperatura de los dinosaurios sea alta se debe a su enorme tamaño. "El gran volumen de los saurópodos en relación a su superficie corporal hacía que tardaran mucho tiempo en perder calor", afirma Sanz, "con lo que su temperatura se podía mantener alta y aproximadamente constante durante largos periodos de tiempo".
Basándose en este fenómeno, denominado gigantotermia, estudios anteriores habían determinado que la temperatura de los dinosaurios debía estar por encima de los 42 grados centígrados. Según Eagle, la diferencia con las temperaturas medidas por su equipo "podría indicar que los saurópodos tenían mecanismos para impedir que su cuerpo alcanzara las elevadas temperaturas propias de su gigantesco tamaño". El estudio plantea varios ejemplos de estos mecanismos, como la disposición de pequeños sacos de aire internos que ayudaran a refrigerar o la disipación de calor a través de un cuello y una cola especialmente largos.
Un nuevo punto de vista
Pese a todo, Eagle concluye que sus resultados no consiguen responder a la pregunta de si los dinosaurios poseían sólo mecanismos de regulación internos o si necesitaban de pautas que les ayudaran a regular su temperatura, tal y como sucede con los reptiles modernos.En cualquier caso, Eagle asegura que "nadie ha realizado nunca una medición similar de la temperatura corporal de los dinosaurios", con lo que este estudio ofrece un "nuevo punto de vista en el viejo debate sobre la fisiología de los dinosaurios".
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