La temperatura del océano Antártico hasta los 1.000 metros de profundidad ha aumentado 0,2º C entre 1930 y 1990. No obstante, su superficie helada ha sufrido un paradójico incremento de "270.000 de kilómetros cuadrados en los últimos 30 años", explica a Público el investigador del Instituto de Tecnología de Georgia (EEUU), Jiping Liu; es casi el 2% de su extensión, equivalente a más de la mitad del territorio español. El científico publica hoy un artículo en PNAS en el que asegura que este incremento se debe, en parte, al calentamiento global.
El agua antártica es una de las fuerzas dominantes de la circulación global de calor. Según el artículo, el aumento de temperatura global durante la segunda mitad del siglo XX ha estimulado el ciclo hidrológico sobre el océano Antártico. Este fenómeno enfría sus aguas superficiales y aumenta el nivel de precipitaciones que, ante la menor temperatura del mar, se transforman en nieve, lo que hace crecer la superficie helada del continente y reduce la radiación solar que recibe. "Este proceso no se replica en el Ártico porque éste está más influido por la atmósfera que por el océano", aclara Liu.
Pero este fenómeno no va a durar eternamente. Los escenarios climáticos para final del siglo XXI predicen un aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero, con su consecuente aumento de la temperatura global, lo que "revertirá el proceso y provocará un rápido descenso del hielo para 2060", añade. A partir de entonces, predominarán las precipitaciones en forma de lluvia que estimularán el derretimiento del hielo, y la menor presencia de nieve aumentará la absorción solar por parte del continente helado, por lo que recibirá aún más calor.
El agua antártica es una de las fuerzas dominantes de la circulación global de calor. Según el artículo, el aumento de temperatura global durante la segunda mitad del siglo XX ha estimulado el ciclo hidrológico sobre el océano Antártico. Este fenómeno enfría sus aguas superficiales y aumenta el nivel de precipitaciones que, ante la menor temperatura del mar, se transforman en nieve, lo que hace crecer la superficie helada del continente y reduce la radiación solar que recibe. "Este proceso no se replica en el Ártico porque éste está más influido por la atmósfera que por el océano", aclara Liu.
Pero este fenómeno no va a durar eternamente. Los escenarios climáticos para final del siglo XXI predicen un aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero, con su consecuente aumento de la temperatura global, lo que "revertirá el proceso y provocará un rápido descenso del hielo para 2060", añade. A partir de entonces, predominarán las precipitaciones en forma de lluvia que estimularán el derretimiento del hielo, y la menor presencia de nieve aumentará la absorción solar por parte del continente helado, por lo que recibirá aún más calor.
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