Originalmente no se llamaba Twitter, sino twttr. Sólo después de que el servicio se pusiera en marcha, la palabra Twitter apareció en escena. De hecho, el primer tweet de la historia, emitido a las 21.50 (hora del Pacífico) del 21 de marzo de 2006 por Jack Dorsey, creador del servicio y uno de los fundadores de la compañía, usaba el extravagante vocablo twttr, originado en esos números de 5 cifras a los que se pueden enviar SMS y MMS.
Los mensajes de texto eran las estrellas del momento y el mundo tecnológico era muy diferente del de hoy. Para empezar no existía el iPhone, que saldría en junio de 2007. Por lo tanto, los smartphones no eran todavía ni táctiles ni demasiado inteligentes. Los mercados de apps languidecían sin el fertilizante con el que sabría abonar Apple su AppStore y todavía, por lo tanto, estábamos muy lejos de tener una aplicación para Twitter en el teléfono.
Es más, el boceto de lo que se convertiría en la línea de tiempo fue hecho a mano alzada con birome por Dorsey en un anotador. Hoy tal vez hubiera usado una tablet para mostrarles su idea a los otros fundadores: Noah Glass, Evan Williams y Biz Stone. Con el tiempo y la llegada de los smartphones, los tweets ganaron su propio espacio en la Red, el sitio de la compañía se convirtió en uno de los 10 más visitados de la Web y hoy tiene más de 500 millones de usuarios suscriptos, la mitad de Facebook, pero con una fracción de sus recursos. Mientras Facebook tiene 4619 empleados, Twitter emplea sólo a 900 personas.
La red de los trinos (tweet significa piar, en inglés, pero sonaría bastante equívoco llamarla la red de los píos ) es una suerte de ejercicio zen: sólo permite mensajes de hasta 140 caracteres. Aunque es posible publicar mensajes más extensos, así como fotos y videos, y etiquetar contenidos por medio de lo que en la jerga se conoce como hashtags (palabras que empiezan con #), en general todo se resuelve en 140 rotundos caracteres. Usualmente, menos. En la vereda de enfrente, Facebook ofrece un escenario mucho más rico, pero que puede resultar abrumador para el usuario y que acaba de forzar a la compañía a reformular su sitio, para poner un poco de orden. Orden que, a juzgar por las primeras experiencias que hemos tenido en la Redacción de LA NACION con el nuevo diseño, sigue siendo un desiderátum.
El terremoto de Chile
Twitter posee una serie de mecanismos limitados, pero muy inteligentes para relacionarse con otras personas, que luego copiaron servicios como Instagram (hoy en manos de Facebook), Tumblr y la propia red fundada por Mark Zuckerberg. Podemos seguir a los usuarios que nos interesan, tener seguidores, es posible republicar (retwittear) algo que nos parece interesante y enviar mensajes directos (DM, sus siglas en inglés), que sólo son vistos por el remitente y el destinatario.
Gracias a su frugalidad, Twitter es muy eficiente en los móviles y con escaso ancho de banda. Así, tras el catastrófico terremoto de 8,8 grados en la escala de Richter ocurrido en la madrugada del 27 de febrero de 2010 en Chile, Twitter fue uno de los servicios más usados para las campañas de búsquedas de personas y la difusión de los mensajes de la Cruz Roja y pedidos de auxilio. Muy rápido surgió un sitio Web donde se consignaban las listas de personas extraviadas, y fue esa la fuente usada por Radio Cooperativa para difundir las búsquedas. Fue una de las primeras muestras del poder que esta red social otorgaba a las personas, gracias a su ubicua agilidad.
De todas las redes sociales, Twitter es la más políticamente activa. Las revueltas de la Primavera Árabe lo tuvieron como protagonista, lo mismo que las convocatorias a las masivas movilizaciones del 13 de septiembre y el 8 de noviembre de 2012 en la Argentina. El post más retuiteado de la historia fue el que publicó el presidente norteamericano Barack Obama cuando fue reelecto en noviembre último. La elección del cardenal Jorge Mario Bergoglio como papa también desató en la red social una imparable catarata de mensajes.
Pero el séptimo año de Twitter no es pura celebración. Con el pobre desempeño bursátil de Facebook, que le quita convicción a los posibles inversores, y el constante aumento en el número de usuarios, que implica un mayor costo en la operación, la red de los trinos se enfrenta al desafío de encontrar una forma de ganar dinero.
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