Todos los modelos exhibidos proceden del Programa de Robótica y Sistemas Cognitivos de la Comisión Europea, nacido en mayo de 2004 con un presupuesto que ronda los 400 millones de euros, y que se enfoca principalmente en la inteligencia artificial y los sensores para conseguir desarrollar robots más inteligentes y autónomos que ayuden al ser humano en sus tareas diarias.
Owen Holland, profesor de Robótica Cognitiva en la Universidad de Sussex (Reino Unido), explica que ahora sabemos "que la inteligencia humana y animal no puede disociarse de un cuerpo; por eso la neurociencia está contribuyendo de manera determinante a la inteligencia artificial (IA) y a la robótica". Holland es el creador de ECCErobot, un torso basado en la anatomía humana, con articulaciones, huesos y músculos, específicamente desarrollado para estudiar los movimientos e interacciones robóticas.
El propio Holland apunta que uno de los mayores problemas con los robots "es tratar con el entorno, detectarlo". El experto explica cómo hasta la fecha, en lugar de tratar de perfeccionar los sensores, se ha recurrido al "uso de la robótica probabilística, que utiliza técnicas de estadística y teoría del control, impulsadas con una mayor capacidad de computación gracias a la Ley de Moore, para generar pronósticos sobre lo que va a suceder". Esta técnica es la que, por ejemplo, permitió a la Universidad de Stanford ganar la Beca Challenge de DARPA hace años, cuando creó un coche sin conductor capaz de circular por el desierto.
Más sensores
ECCErobot ha tratado de superar esta problemática incorporando un sensor visual, que hace las veces de ojo, y sensores de tensión que, complementados con modelos heredados de la física, contribuyen a la mejora del control de movimiento. Por su parte, Peter McOwan, profesor de Ciencia Informática en la Escuela de Ingeniería Electrónica y Ciencia Informática de la Universidad Queen Mary (Londres), ha colaborado en el proyecto LIREC, en el que también participan las universidades británicas de Hertfordshire y Heriot-Watt, bajo el cual han desarrollado un software para entender las emociones. "Nuestro sistema detecta los cambios en los rostros humanos cuando cambiamos la expresión; los robots las detectan y, basándose en un conjunto de reglas programadas, reaccionan", explica. En el Robotville Festival, los visitantes pudieron ver los resultados en el robot Emys, creado por la Universidad polaca de Wroclaw que, con su cabeza compuesta por tres discos paralelos, es capaz de ofrecer hasta 40 expresiones distintas.
Llevada esta capacidad al plano educativo, el robot italiano iCub, del tamaño de un niño de 3 años y medio, ha sido creado con software libre para el estudio de la cognición humana; y el robot Kaspar (Reino Unido), que puede gesticular y mover sus brazos, ya ha sido empleado con éxito en terapias para niños autistas. Kaspar ayuda a los pequeños a entender las emociones y a interactuar con otros niños, incluso riéndose si se le hacen cosquillas en los pies.
Nick Hawes, profesor en la Escuela de Ciencia Informática en la Universidad de Birmingham y padre del robot Dora Exploradora, está convencido de que "los robots cambiarán la manera en que vivimos y trabajamos; primero de manera limitada, con modelos que limpian o aparcan el coche, pero gradualmente se harán más notables". Hawes ha pasado de realizar un doctorado en video-juegos a desarrollar Dora Exploradora, capaz de "explorar áreas para construir planos, eligiendo incluso dónde es más adecuado hacerlo basándose en las probabilidades de que los resultados de la exploración sean más interesantes". El ingenio es capaz de buscar objetos concretos e, incluso, interactuar de manera limitada, ayudando en la localización de estos objetos.
Holland, en cambio, opina que "aparte de los robots-aspiradora, las aplicaciones en consumo serán juguetes y productos para el entretenimiento. Todo lo demás se puede realizar con inteligencia embebida en máquinas ya existentes". Además, su visión del futuro se aleja por completo de lo que dicta la mitología robótica: "Los robots no beneficiarán a la humanidad. En la industria, eliminarán puestos de trabajo, y en la guerra, serán letales. En lo que a mí respecta, su utilización sólo será éticamente aceptable cuando se utilicen como herramientas científicas para entender la mente humana".
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