Mientras en Burgos se intenta encontrar el DNI del llamado Hombre de Atapuerca, otro equipo de 20 investigadores españoles rastrea otro de los úteros en los que se gestó la humanidad: la garganta de Olduvai, en Tanzania.
La expedición, coordinada por el Instituto de Evolución en África, espera resultados relevantes. El año pasado, los científicos desenterraron dos huesos de un brazo y un fémur de 1,3 millones de años, atribuibles a la especie Homo ergaster. Y, lo más importante, hallaron otros fósiles de animales que demuestran que estos humanos primitivos ya se alimentaban de elefantes, con un peso de varias toneladas. También desenterraron restos de sivaterios, gigantescos primos ya extintos de las jirafas, con marcas de herramientas de piedra, señal de que fueron la merienda de un humano.
El Instituto de Evolución en África, de la Universidad de Alcalá, nació el año pasado y aspira a cambiar las excavaciones españolas en el continente africano. Hasta el año pasado, los medios con los que contaban los investigadores, dirigidos por los paleoantropólogos Manuel Domínguez-Rodrigo y Enrique Baquedano, eran precarios: apenas unas tiendas de campaña de 40 euros y un poco más de presupuesto para contratar a un par de masais para espantar a las hienas. Ahora cuentan con el apoyo de tres ministerios.
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La expedición, coordinada por el Instituto de Evolución en África, espera resultados relevantes. El año pasado, los científicos desenterraron dos huesos de un brazo y un fémur de 1,3 millones de años, atribuibles a la especie Homo ergaster. Y, lo más importante, hallaron otros fósiles de animales que demuestran que estos humanos primitivos ya se alimentaban de elefantes, con un peso de varias toneladas. También desenterraron restos de sivaterios, gigantescos primos ya extintos de las jirafas, con marcas de herramientas de piedra, señal de que fueron la merienda de un humano.
El Instituto de Evolución en África, de la Universidad de Alcalá, nació el año pasado y aspira a cambiar las excavaciones españolas en el continente africano. Hasta el año pasado, los medios con los que contaban los investigadores, dirigidos por los paleoantropólogos Manuel Domínguez-Rodrigo y Enrique Baquedano, eran precarios: apenas unas tiendas de campaña de 40 euros y un poco más de presupuesto para contratar a un par de masais para espantar a las hienas. Ahora cuentan con el apoyo de tres ministerios.
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