La presa de la Tres Gargantas afecta a una población de 30 millones de personas, que han visto cambiar radicalmente su entorno vital desde que hace diez años el agua se lo empezara a tragar todo. Más de 300 pueblos y ciudades de las cercanías han quedado sumergidos y, como consecuencia, un millón y medio de personas han tenido que ser reubicadas en esta década.
Es posible que la presa haya contribuido a minimizar el daño de las inundaciones endémicas en la región y haya multiplicado la producción energética nacional, principales motivos que animaron a Pekín a embarcarse en el proyecto en 1992 (la idea original se remonta a 1918). Sin embargo, no puede decirse que haya aportado ningún beneficio a los habitantes afectados. La tierra cultivable es ahora escasa y de mala calidad debido a la inestabilidad del terreno, las vías de transporte se han reducido notablemente y las oportunidades para ganarse la vida son mínimas.
Once localidades ubicadas en los alrededores de la presa fueron calificadas por el Gobierno chino como "particularmente pobres" en 2002. En el área de las Tres Gargantas, el PIB per cápita es sólo el 40% de la media nacional. Pueblos como Guizhou o Zigui tienen un salario anual de 320 euros, o 0,87 céntimos diarios, por debajo del umbral de la pobreza marcado por la ONU. La clave del problema radica en la escasez de tierra disponible. A cada persona recolocada se le otorgó 0,05 hectáreas de terreno, la mayoría dispersado en frágiles colinas. En China, el campesino medio dispone de 0.092 hectáreas de terreno, casi el doble.
Millones de personas viven hoy en la miseria y acusan de ello tanto a las Tres Gargantas como al maltrato del Gobierno, que pagó a los campesinos como compensación por las expropiaciones de tierras cifras hasta 40 veces inferiores al actual precio de mercado, dejando a las víctimas prácticamente en la estacada.
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Es posible que la presa haya contribuido a minimizar el daño de las inundaciones endémicas en la región y haya multiplicado la producción energética nacional, principales motivos que animaron a Pekín a embarcarse en el proyecto en 1992 (la idea original se remonta a 1918). Sin embargo, no puede decirse que haya aportado ningún beneficio a los habitantes afectados. La tierra cultivable es ahora escasa y de mala calidad debido a la inestabilidad del terreno, las vías de transporte se han reducido notablemente y las oportunidades para ganarse la vida son mínimas.
Once localidades ubicadas en los alrededores de la presa fueron calificadas por el Gobierno chino como "particularmente pobres" en 2002. En el área de las Tres Gargantas, el PIB per cápita es sólo el 40% de la media nacional. Pueblos como Guizhou o Zigui tienen un salario anual de 320 euros, o 0,87 céntimos diarios, por debajo del umbral de la pobreza marcado por la ONU. La clave del problema radica en la escasez de tierra disponible. A cada persona recolocada se le otorgó 0,05 hectáreas de terreno, la mayoría dispersado en frágiles colinas. En China, el campesino medio dispone de 0.092 hectáreas de terreno, casi el doble.
Subsidios por cercanía
Desde 2006, Pekín ofrece subsidios de 50 yuanes al mes (5 euros) para cada agricultor que vive por debajo del nivel de la presa, una cifra que roza lo ridículo. Como consecuencia, muchos habitantes afectados han abandonado la tierra que los vio nacer para buscarse la vida en la gran ciudad, contribuyendo a un éxodo rural que no cesa de crecer desde que empezaron los problemas asociados a la enorme instalación hidráulica. En Guizhou, por ejemplo, un 85% de los residentes en edad de trabajar había emigrado el año pasado, según datos recogidos por el diario China Daily.Millones de personas viven hoy en la miseria y acusan de ello tanto a las Tres Gargantas como al maltrato del Gobierno, que pagó a los campesinos como compensación por las expropiaciones de tierras cifras hasta 40 veces inferiores al actual precio de mercado, dejando a las víctimas prácticamente en la estacada.
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