El desafío es crear una ciudad en tiempo real. Es decir, una ciudad que, a través de las nuevas tecnologías (sensores, cámaras, microcontroladores...), permita al ciudadano conocer todos sus aspectos y controlar su uso. Carlo Ratti (Turín, 1971) es uno de los arquitectos que afrontan este reto. Ayer lo explicó en una conferencia en el BDigital Congress, cita anual mundial sobre nuevas tecnologías. Dirige en Boston el SENSEable City Laboratory del MIT.
¿Qué hace su grupo de trabajo en el MIT?
Estudia el futuro de la ciudad, que responderá más a las necesidades de sus habitantes y en la que estos tendrán un papel mucho más activo.
Pero ese concepto siempre ha existido.
Sí, pero hay cosas nuevas, relacionadas con la tecnología. Por ejemplo, una de las historias más bellas de las que están sucediendo ahora ha ocurrido en El Cairo, donde se ha demostrado que la tecnología permite a los ciudadanos hacer cosas que antes nunca se habrían imaginado como, por ejemplo, cambiar un sistema de gobierno. No hay manera de dar más fuerza y protagonismo al ciudadano.
¿Existe un riesgo de crear una fracción social entre los que puedan tener acceso a esta tecnología y los que no?
Lo hay, pero está disminuyendo a pasos agigantados. Basta pensar que hay 5.000 millones de teléfonos móviles.
¿Y a nivel intelectual?
No hablamos del ordenador de hace tiempo, aquel que, para utilizarlo, el usuario tenía que estudiar. Un iPad lo puede usar hasta un niño y entiende enseguida cómo funciona, porque es pura intuición.
Usted comenta que en África nos sacan ventaja en ciertos aspectos.
Nadie duda de que en los países más desarrollados dentro de muy poco se harán todos los pagos a través de teléfonos móviles. Pues en muchos sitios de África, donde tienen menos bancos y una infraestructura menos desarrollada, han pasado a la tecnología que viene, saltándose la fase de desarrollo en la que nos encontramos nosotros. También políticamente, en El Cairo, se han saltado fases.
Y aquí, en España, lo han hecho los indignados.
Sí, desde luego. Estamos ante un caso interesante: cómo lograr transformar estas energías que ahora son negativas, es decir, de protesta; canalizar la fuerza distribuida de estas reacciones hacia algo que pueda mejorar una ciudad.
¿Se trata, resumiendo, de optimizar recursos?
Absolutamente. De sacar el mayor provecho de los recursos que ya tenemos.
¿Qué papel tendrán los espacios de la ciudad?
El aspecto de las ciudades no cambiará demasiado. Los edificios no tienen por qué cambiar mucho: necesitamos un plano horizontal para habitar, paredes y ventanas para separarnos... Las casas no son muy diferentes de aquellas en las que vivían los romanos. No me creo mucho las imágenes futuristas de las películas. Lo que cambiará será la vida de los ciudadanos. Igual que ahora ya ha cambiado el modo de trabajo con internet.
Hablamos de no más de 20 años atrás
Exacto. El primer navegador es de 1993. Del mismo modo, lo que hagamos en las ciudades serán cosas diferentes a las que hacemos ahora.
¿A qué compararía la revolución tecnológica que estamos viviendo?
El efecto que tendrá sobre la ciudad será mayor del que tuvo la Revolución Industrial, con todos sus cambios: ciudad industrial, de fábricas, ciudades dormitorio, etcétera. Ahora estamos en plena revolución.
Dice que el laboratorio más interesante será China. ¿Por qué?
Se calcula que en las próximas décadas se construirán allí más ciudades que la humanidad a lo largo de toda su historia. Eso la hace un laboratorio interesantísimo.
¿Y también peligroso?
Hay que pensar en hacerlo bien. Corremos el riesgo de hacer explotar el planeta.
¿Es bueno que la población se concentre cada vez más en ciudades?
Creo que sí porque las ciudades nos permiten ser más eficientes y, por lo tanto, ahorrar energía, entre otras cosas.
Publico
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