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2010/10/18

¿Puede un avatar reemplazar al jefe?

BBC Mundo

Con sus ojos inquietantes e infantiles que te miran a través de una careta de plástico blanco, el Telenoid R1 no tiene precisamente el aspecto de una herramienta seria para hacer negocios.
Sus movimientos son entrecortados. Sus extremidades están visiblemente ausentes. Y en términos de funcionamiento, es esencialmente un sistema de conferencia por video que cuesta US$3.000, para hacer lo que Skype hace ahora gratis.
Sin embargo, el profesor Hiorshi Ishiguro de la Universidad de Osaka, en Japón, cree que su invento puede tener una utilidad real y una demanda en el mundo de los negocios, para lograr una comunicación hiperreal cara a cara capaz de vencer las grandes distancias.
"La comunicación por mensajes de móviles es muy limitada y normalmente también los sistemas de videoconferencias. Pero con Telenoid tú puedes realmente sentir la presencia de la otra persona".

Casi humano

El sistema de Ishiguro utiliza una cámara web para seguir el movimiento a la hora de trasmitir la voz, las expresiones faciales y los movimientos al Telenoid, a través de una conexión web de banda ancha.
El avatar produce simplemente una aproximación general del lenguaje del cuerpo real, pero es sorprendentemente fácil dejarse embaucar y empezar a considerarlo como "humano".
"El contacto con los ojos y los movimientos de la cabeza son importantes para todo el mundo. Pero también le otorgamos al robot un diseño minimalista, para que las personas puedan usar su imaginación para hacerlo más personal", dice Ishiguro.
El profesor cree que este truco de la mente podría fructificar y así compensar la inversión en la tecnología, pues le permitiría a trabajadores -intérpretes, comerciantes, profesores- estar en dos lugares a la vez.
Incluso se ha puesto a trabajar en una versión en miniatura del Telenoid, el "elfoid" que espera que un día pueda competir con celulares.

Telepresencia

Telenoid tiene que competir, sin embargo, con una innovación rival que está mucho más establecida.
Algunas compañías de tecnología están haciendo una fortuna vendiendo las denominadas "habitaciones de telepresencia", que explotan la psicología humana de una forma similar al Telenoid.
La telepresencia crea la ilusión de que las salas de teleconferencia que se encuentran en cualquier rincón del planeta están en realidad situadas en la misma habitación.
Los participantes en la conferencia son retratados en tamaño real en pantallas de alta definición, mientras que la iluminación de la habitación y los muebles están cuidadosamente elegidos para aumentar este efecto.
El audio es de alta fidelidad y el resultado es años luz mejor que las tartamudas teleconferencias de antaño.

Punto de no retorno

"Se utilizó para aburridas conversaciones de juntas en un determinado momento. Pero para nosotros es una forma de llegar a estudiantes que se encuentran en cualquier lugar del mundo", dice la profesora de música Christianne Orto.
Orto trabaja para la Escuela de Música de Manhattan, que usa las habitaciones de telepresencia de Polycom en sus instalaciones, en la sala de conciertos y los estudios de educación a distancia para dar lecciones a 1.700 estudiantes cada año.
Polycom ha instalado más de un millón de salas de telepresencia y su director ejecutivo, Andy Miller, prevé un cambio dramático, y potencialmente preocupante, así como una rápida expansión en su abanico de usos.
"Estamos en un punto clave ahora, de no retorno, porque culturalmente las personas están empezando a aceptar la telepresencia como medio de comunicación", dice.
"Pronto será posible ver a tu médico a través de un quiosco de video".
"Y encontrarás quioscos en la sucursal de tu banco, también, que te permitirán hablar con el director o cualquier otro experto que esté fisicamente en cualquier otro lugar".
Es fácil ver cómo esta tecnología puede ahorrar dinero a los bancos, no sólo por eliminar el concepto de "director de la sucursal". Pero resulta más difícil ver cómo se beneficiarán los consumidores.

Liberación de ubicación

Miller, sin embargo, no cree que esto será un punto de fricción.
"Siempre habrá un lugar y un momento para la reunión en persona. Pero estamos creando una diferencia en el mundo al dar una opción a las personas. Lo podemos denominar como 'liberación de la ubicación'".
Menos liberadora resulta, eso sí, la etiqueta del precio. En realidad, la telepresencia hace que el androide de Ishiguro parezca bastante barato en comparación.
La instalación de una sala de telepresencia puede costar más de US$300.000 o alquilarse por US$3.000 por hora. Esta cifra constituye un gran desembolso en época de crisis incluso si se tiene en cuenta que los negocios pueden reducir los gastos de viaje en el largo plazo.
Para convencer a más compañías a que compren la tecnología, Cisco Systems está tratando de reducir los precios de entrada.
Su aplicación WebEx permite a las salas de telepresencia conectar con las computadoras y teléfonos inteligentes de forma que no todos los participantes tienen que estar en la sala.

Estudio independiente

Con un simple botón puedes acercar a la pantalla a alguien que está trabajando desde casa o en su celular en el aeropuerto, dice James Campanini de Cisco Systems.
"Aquí es cuando la tecnología se convierte en poderosa".
En un esfuerzo por persuadir a los clientes, Campanini solicitó a científicos independientes un estudio para comparar las charlas utilizando el sistema de telepresencia con la pasada de moda teleconferencia por teléfono y mensajería instantánea.
Los científicos utilizaron sistemas como gorros de electrodos electroencelográficos y otros sensores que controlan y observan cuestiones como la atención o el estrés.

¿Los resultados?

Afortunadamente para Camapanini el chateo por video ganó la partida.
Pero el estudio también da pistas de cuánta productividad puede perderse debido a la dependencia en sistemas de texto como sms, gestión de información y emails.
Al parecer, no importa cuál tecnología gane la batalla -telepresencia, telenoids u otras-, pues cualquier cosa es mejor que depender de la palabra escrita.
"Es simplemente demasiado fácil malinterpretar al otro utilizando sólo texto", afirma Duncan Smith de MindLab Internacional, quien lideró el estudio.

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