En una decisión sorpresiva, el Banco de Japón acordó este martes bajar las tasas de interés a un rango de entre el 0 y el 0,1 por ciento en un intento de reactivar la economía, estabilizar los precios y evitar la deflación.
La decisión del Banco de Japón abarata el costo del dinero, en este caso de los préstamos interbancarios, hasta hacerlos prácticamente gratis.En un comunicado, el Banco explicó que continuará "con su política de tasas de interés virtualmente en cero" hasta que lo juzgue conveniente para lograr una estabilidad en los precios a mediano y largo plazo.
Y es que Japón viene luchando con un proceso deflacionario, uno de los riesgos más graves de una economía capitalista, porque una caída sostenida de los precios termina devorándose toda posible ganancia y reinversión hasta desembocar en bancarrotas en serie.
Lejos de ser una política aislada, este intervencionismo forma parte de un giro de la política económica del gobierno de Naoto Kan.
Economía y política
A poco de asumir como primer ministro en junio, Kan se presentó como defensor de la ortodoxia fiscal y la necesidad de un duro ajuste para apaciguar a los mercados financieros.Pero desde mediados de septiembre Japón ha intervenido en el mercado de divisas y en las tasas bancarias mientras afina los detalles de un plan de estímulo fiscal.
El 15 de septiembre inyectó el equivalente a unos US$20.000 millones para bajar la cotización del yen que estaba golpeando duramente a los exportadores, columna vertebral del milagro japonés de la posguerra.
A pesar de las protestas de EE.UU y la Unión Europea, el gobierno dejó en claro que seguiría interviniendo para mantener en un cierto nivel el valor de la moneda.
Pero además, está a punto de lanzar un programa de estímulo fiscal de unos US$55.000 millones en apoyo a las pequeñas y medianas empresas.
Esto sorprende porque Naoto Kan había alertado sobre los peligros de aumentar la deuda pública nipona y caer en una situación similar a la de Grecia, un fantasma cada vez más invocado en las economías desarrollados para justificar ajustes.
Su debilidad política explica en gran parte el cambio de orientación.
En septiembre el primer ministro sobrevivió a un desafío interno por el liderazgo de su propio partido y no tiene una mayoría garantizada en el parlamento.
Con una economía que no termina de recuperarse, la necesidad de consensos se ha vuelto imperiosa.
Repercusión internacional: el G20
Estas intervenciones se dan en un momento de gran debate en el mundo desarrollado respecto al rumbo futuro.En la Unión Europea (UE) ha predominado la idea de cortar drásticamente el déficit fiscal para reducir la deuda pública y evitar un ataque de los mercados financieros sobre las monedas.
Japón se había añadido a esta política que daba marcha atrás con el intervencionismo fiscal internacional prevaleciente luego del estallido del sistema financiero internacional en 2008.
En la cumbre de Toronto del G20 en abril EE.UU. apareció aislado entre las naciones desarrolladas con su llamado a un nuevo estímulo fiscal para reactivar la economía.
El giro dado por Japón vuelve a equilibrar el debate que se reabrirá de pleno en la cumbre del G20 en Corea del Sur este noviembre.
Según Lord Robert Skidelsky, autor de "Keynes: el regreso del maestro", este debate es un experimento extraordinario.
"Si la reducción del déficit es el camino para la recuperación económica, deberíamos enterrar a Keynes. Si por el contrario no lo es, tendremos que adoptar serias medidas para que los mercados financieros no nos sigan gobernando", escribió Skidelsky recientemente en el Financial Times.
Este debate no saldado cierra, por el momento, el espacio para una intervención internacional coordinada como las que se sucedieron desde el estallido de la crisis en 2008.
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