Adivinanza: ¿qué científico español fue condecorado con un premio Nobel y no se llamaba Santiago Ramón y Cajal ni Severo Ochoa? Empleando como pista un lenguaje que le habría resultado cercano al personaje, la respuesta al acertijo no es un conjunto vacío. En él reside una figura poliédrica y escalena, desigual en sus lados, en sus logros y en los juicios que se han emitido sobre ellos. Pero por encima de todo, y en eso no hay discrepancias, olvidado por la mayoría.
José Echegaray (Madrid, 1832-1916) puede sonar hoy, todo lo más, a nombre de calle. Pero detrás se oculta el primer español ganador de un Nobel, el de Literatura, por sus dramas rimados; además fue matemático, ingeniero de caminos, diputado y ministro de Fomento y de Hacienda, cargo este desde el que convirtió al Banco de España en el emisor único de moneda.
En su trabajo de letras, el que fue distinguido por la Academia sueca en 1904, Echegaray fue todo un best seller. Sus obras, incluyendo 67 piezas teatrales, se traducían en el extranjero, se representaban con enorme éxito a ambos lados del Atlántico e incluso una de ellas, El gran Galeoto, mereció una versión para la pantalla en el Hollywood del cine mudo bajo el título The world and his wife.
Sin embargo, pese a toda esta popularidad, Echegaray ha sido un punching ball preferido por críticos y escritores durante siglo y medio. Valle Inclán lo motejó "el viejo idiota", y de él dijo Gabriel García Márquez, conmilitón en las filas de los Nobel cuyos ganadores de 2010 se han conocido esta semana, que fue "uno de los dramaturgos más deplorables que parió la madre España, ilustre matemático a quien Dios tenga en su santo reino". Con ocasión de uno de sus estrenos circulaba por Madrid esta quintilla: "En Bombay dicen que hay / terrible peste bubónica. / Aquí estrena Echegaray / y Pérez hace la crónica. / Mejor están en Bombay". La Generación del 98 lo vituperó en bloque hasta el punto de firmar un manifiesto denigrando el fallo de la Academia sueca. Los mamporros traspasaban fronteras. En 1967, el poeta mexicano Manuel Durán y el hispanista Michael Nimetzescribían de Echegaray en la revista Books abroad que su único merecimiento consistía en que "su amor por palabras como incendio, explosión y catástrofe evocan la fuente de la fortuna de Alfred Nobel".
"Las matemáticas no dan para vivir"
Y es que la obra de Echegaray era inflamable. Su postromanticismo efectista, melodramático, cursi y puritano prendía entre el público, pero aparte de su discutible calidad, ofendía al realismo noventayochista. ¿Qué necesidad tenía Echegaray de convertirse en un pelele literario? La respuesta la escribió él mismo en sus Recuerdos: "Si yo hubiera sido rico [...] me hubiera dedicado exclusivamente a las matemáticas. Ni más dramas, ni más argumentos terribles [...] Pero el cultivo de las altas Matemáticas no da lo bastante para vivir".Como ya insinuaba García Márquez, Echegaray es hoy más apreciado por la esfera científica que por la literaria. Profesor, divulgador y autor de numerosas obras de matemáticas y física, presidente de academias científicas e impulsor de nuevas tecnologías como el hormigón armado, el matemático Julio Rey Pastor dijo de él que había inaugurado la matemática española del XIX. En un ambiente artístico troquelado por el "que inventen ellos" de Unamuno y cuyos protagonistas, según Ricardo Baroja, eran "incapaces de multiplicar un número de dos cifras por otro de dos", la bicefalia de Echegaray no era admirada.
Él lo sabía y lo criticaba. Para su discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias eligió un repaso histórico, pero aclaró que "no es esta [...] la historia de la ciencia en España, porque mal puede tener historia científica, pueblo que no ha tenido ciencia", sino sólo "látigo, hierro, sangre, rezos, braseros y humo". ¿Influyó en la defenestración de Echegaray su compromiso con la ciencia cuando la intelectualidad dominante renegaba de ella? Una figura compleja y un caso abierto.
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