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2010/10/25

Aprender a amar a los autos sin conductor

BBC Mundo

¿Podrán alguna vez los automovilistas soltar el timón?
No más accidentes múltiples, no más momentos de rabia en el camino, nunca más la exasperación de encontrarse todos los semáforos en rojo.
Se acerca a la realidad el sueño de acudir al trabajo leyendo tranquilamente el periódico o simplemente disfrutando del paisaje, en lugar de andar pendiente de la carretera.
Las promesas que acompañan a los vehículos que pueden circular sin conductor son muchas y muy variadas. Los ecologistas estiman que incluso podría reducir las emisiones de gases contaminantes, pero también tienen la ventaja de eliminar el error humano de la ecuación de los accidentes.

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Pese a todo, son numerosas las dudas que persisten. La primera es saber cuántos son los que están dispuestos a renunciar al placer de pisar el acelerador en un mundo con tanta afición a la velocidad.
Además si llegaremos algún día a confiar tanto en la tecnología como para de verdad cederle la responsabilidad de hacerse cargo de un vehículo a motor.

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Nada nuevo

De hecho, no se trata de una idea novedosa. La noción de coches automatizados capaces de circular sin conductor hace tiempo que existe en la ciencia ficción.
Pero el asunto también ha intrigado a científicos de la vida real a lo largo de muchos años. Ya en 1977 ingenieros japoneses fabricaron un vehículo que no necesitaba conductor y podía circular a unos 32 kilómetros por hora.
Una década más tarde, un Mercedes-Benz robótico alcanzaba los 97 kilómetros por hora en calles libres de tránsito. Para 1994, apareció el primero capaz de enfrentarse a las transitadas calles de París.
Luego llegó el Desafío Gran Darpa, un concurso patrocinado por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos que buscaba uno que pudiera hacer recorridos de hasta cien kilómetros.
La empresa de informática Google ya ha hecho recorrer a sus prototipos más de 225.000 kilómetros, entre los que se incluyen las empinadas calles de San Francisco.

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¿Por qué no los tenemos ya?

Un linaje de tan largo alcance hace inevitable la pregunta: ¿por qué no hemos abandonado ya nuestros coches por taxis que se conducen solos? Seguramente eso sería más barato y eficiente, y nos haría menos vulnerables a conductores peligrosos.
Sin duda, todavía quedan muchos aspectos técnicos por resolver. Si cualquier computadora se cuelga, el choque es metafórico, pero si le pasa a la que usa el auto para navegar, el accidente será real.
A pesar de estos temores, el profesor John Baruch, de la Universidad de Bradford, cree que la razón real es que la industria del automóvil ha dejado de invertir deliberadamente en este tipo de tecnologías.
Baruch resalta que cualquier pasajero aéreo no tiene ningún problema en volar en aviones dirigidos por sistemas de piloto automático.
Por eso, se muestra confiado en que para que eso se trasladara a los viajes en automóvil, bastarán unos pocos ingenieros y una inversión de algunos millones de dólares.
Pero, eso trae consecuencias, como que se socavará el concepto mismo de propiedad del automóvil y se reducirá drásticamente la cantidad de vehículos en circulación.
Baruch anticipa que taxis automatizados reemplazarían a los autos que se quedan inútiles la mayor parte del día parqueados en la calle.
Precisamente eso es lo que hace sospechar al profesor Baruch que los fabricantes de automóviles han evitado desarrollar este tipo de sistemas.
"Están en contra porque los coches se convertirían en electrodomésticos de línea blanca. Ya no podrían vender la experiencia de conducir", comenta Baruch.
"Sin embargo, eso reduciría los costos y no necesitaríamos tantos en las carreteras. Además, habría menos accidentes".
"No creo que la gente eche de menos conducir de camino a la oficina. Al contrario, me parece que es mejor leer o seguir adelante con algún trabajo más que estar sentado mirando el tubo de escape del de delante", opina Baruch.

"Deberá ser confiable al 150%"

Con todo, muchos permanecen escépticos. El periodista especialista en automóvil Quentin Willson estima que la idea es buena, pero requiere más investigación e inversión.
Opina que algo así todavía tiene un largo camino por delante antes de que sea posible poner a diario semejante nivel de confianza en conductores robóticos.
"Sospecho que cualquier sistema de este tipo debe tener un 150% de confiabilidad antes de que consiga ganarse a la gente", comenta Willson.
"El cerebro humano puede reaccionar rápidamente a un aluvión de información en las carreteras. Sin embargo, los navegadores de ahora pueden llegar a hacer que el usuario dé todo tipo de rodeos".
"Es una idea terriblemente admirable, pero no creo que vaya a funcionar", opina Willson.
Sólo el tiempo podrá decir si esta utopía se hace realidad y si, de verdad, los conductores están dispuestos a dejar para siempre siempre los placeres y las frustraciones de la vida tras el volante.

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