Ser una de las ciudades con mayor crecimiento demográfico y económico del mundo, tiene su precio. Diecisiete millones de habitantes de Pekín (China), generan más de 18.000 toneladas de basura al día, una cantidad que excede, con creces, las capacidades e infrestructuras habilitadas para elminar y reciclar todos los residuos, por lo que los excedentes acaban acumulados en decenas de vertederos de la urbe que provocan un olor insoportable.
Ante las intensas protestas de los vecinos y para hacer frente al problema, las autoridades de la ciudad han tomado una medida tan maquiavélica como ridícula: instalar 100 gigantescos ambientadores de alta presión y al mismo tiempo, aumentar el número de capas de plástico que cubren los vertederos. Estos desodorantes urbanos son capaces de liberar decenas de litros de perfume por minuto, a una distancia de cincuenta metros y son fabricados por compañías chinas bajo tecnología europea (Italia y Alemania).
Obviamente el problema se puede disimular pero para erradicarlo hace falta un esfuerzo mucho más importante. China se ha convertido en una sociedad de consumo en los últimos 10 años y Pekín, en su máximo exponente. Existen hasta 200 vertederos legales e ilegales que conforman el llamado séptimo anillo de la ciudad con una superficie superior a los 300.000 metros cuadrados. El problema es que, mientras en los países de la Unión Europea se recicla en torno al 30% de la basura que se genera, en China este porcentaje no llega al 4%.
El diario bitánico The Guardian, recoge una entrevista a Wang Weiping, experto en residuos del gobierno de la ciudad, en la que confirma que se treata de una medida temporal: "Todos los vertederos y centros de tratamiento en Beijing se terminarán en cuatro años. Ese es el tiempo que se tarda en construir una planta de tratamiento. Así que tenemos que actuar mientras tanto para resolver el problema".
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