Fuente: Libertad Digital.
El día 18 de marzo quedará en los anales como la fecha en que los más perfectos mecanismos de seguridad conocidos en la industria fueron destruidos por su eslabón más débil: el ser humano. Gray Powell, un ingeniero de 27 años que trabaja en la aplicación que permite hacer y recibir llamadas con el iPhone, disfrutaba en la cervecería alemana Gourmet Haus Staudt, situada a unos 30 kilómetros de las oficinas de Apple.
Según la historia relatada en el blog Gizmodo, Powell estaba bebiendo con un amigo. En la misma mesa, una de esas largas con bancos sin respaldo en lugar de sillas, había otras dos personas. Gray Powell actualizó su Facebook desde lo que parecía a primera vista un iPhone 3GS, el último modelo comercializado por Apple. Su mensaje: "He subestimado el poder de la cerveza alemana". Poco después tanto él como su amigo se van, dejando su teléfono en la mesa.
De su olvido se dio cuenta un tipo bastante borracho. Como en la mesa había sentada sólo una persona, que negó que fuera suyo, pero como su amigo había ido al baño, el borracho le dio el teléfono suponiendo que era del colega ausente, antes de proceder a irse, con ciertos problemas para mantener la verticalidad. No estando tan borrachos, ambos amigos supusieron que el teléfono pertenecía a uno de los tipos con los que habían compartido mesa, así que esperaron un buen rato, pero no regresaron a por él.
Durante la espera, uno de los dos amigos toqueteó algo el aparato. Parecía un iPhone normal, con seis páginas de aplicaciones, una de ellas Facebook. Entrando en ella vio que el propietario se llamaba Gray Powell. Harto de esperar, se fue a su casa, pensando en devolverlo al día siguiente. Sólo que al día siguiente ya no funcionaba. Powell había empleado una de las novedades introducidas por Apple el año pasado: poder convertir "en un ladrillo" un iPhone perdido o robado desde la cuenta MobileMe.
Entonces se dio cuenta de que había algo raro en el teléfono. El exterior era un poco extraño y tenía una cámara frontal, algo de lo que carecen los iPhone. Así que lo examinó con más atención y le quitó la carcasa que lo hacía parecer un teléfono de Apple "normal". Tras su descubrimiento, asegura que estuvo llamando a Apple a ver si le pasaban con Gray Powell, pero no lo logró, de modo que se lo acabó quedando... y vendiéndoselo a Gizmodo por 5.000 dólares un mes después.
Tras la publicación de las fotografías del aparato, Apple ha exigido formalmente su devolución, a lo que Gizmodo ha accedido, entre otras cosas porque la ley les obliga a hacerlo.
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