Estas preguntas estuvieron detrás de la fundación de Airbnb hace cuatro años por tres veinteañeros de California. Ahora, el servicio, que conecta a personas que quieren alquilar sus 'espacios' a viajeros de otro lugar, es la nueva sensación de Silicon Valley, con un crecimiento del 500% el año pasado en número de noches reservadas, hasta alcanzar los cinco millones.
Generalmente, el punto de vista que se suele resaltar sobre la empresa, que con la última entrada de capital ya está valorada en 1.000 millones de dólares, es el del viajero, que se puede ahorrar dinero con respecto a los precios de un hotel tradicional. ¿Pero qué ocurre cuando el servicio acaba calando en un destino turístico, sumido además en una grave crisis económica, como España?
"Una persona que tiene algún cuarto libre en casa puede pasar la maternidad gozando de un sueldo. Es un buen extra para tirar", explica Sandra, azafata argentina que alquila desde octubre una habitación en la casa que comparte con su marido en Barcelona a través de este servicio, que lidera el sector de los viajes sociales después de otras iniciativas como Couchsurfing y Hospitality Club, donde el alojamiento suele ser gratuito.
"Lo cierto es que muchas personas no pueden permitirse pagar la casa donde están viviendo. Cada día escuchamos las historias de gente que dicen: 'Gracias a vosotros hemos podido salvarla'. Ponerla en Airbnb tiene además todo el sentido cuando no estás usando todo el espacio donde vives", explica Brian Chesky, consejero delegado y fundador de la empresa en una entrevista que se realizó, por supuesto, en uno de los pisos del centro de Madrid que alquila uno de los usuarios del servicio.
En España, se reservaron el año pasado más de 150.000 noches en Airbnb, lo que supone un crecimiento del 719% respecto al año anterior y coloca al país entre el 'top five' del servicio.
Los anfitriones ganaron en total 4,4 millones de euros en España, con una media de 10.500 euros en Barcelona y de 5.800 euros en Madrid, las dos ciudades con mayor número de alojamientos. La capital catalana, por ser un destino más turístico, es la que tiene un mayor número de espacios disponibles, lo que le ha llevado a ser la elegida para abrir la oficina española de Airbnb, donde trabajarán 10 empleados a partir de este mes.
De boca a oreja
Según los datos de la empresa, siete de cada 10 personas conocen el servicio a través de sus amigos, pero Sandra lo hizo a través de un 'banner' en otra web y decidió probar. "Tuvieron que operarme de una enfermedad en la vista, lo que me obligó a dejar mi trabajo. Estaba en casa todo el rato, un poco deprimida, la verdad, así que me interesó. Siempre he sido una persona muy sociable y me ha gustado viajar y conocer otras culturas, así que me dije: '¿Por qué no?'", explica."He tenido muy buenas experiencias. La gente no quiere líos, sólo un lugar para quedarse", añade y explica que se establece una relación personal entre los inquilinos y anfitriones, con lo que la experiencia va más allá de la económico.
"Yo intento ayudar a la gente, explicarles a qué sitios pueden ir porque no conocen la ciudad. Y cuando están en casa pues hablas con ellos en la cocina o el salón un rato. Con algunos de los invitados llegamos a salir en la noche de Halloween, con otros hemos salido a cenar. Con una pareja de noruegos de 60 años nos fuimos de fiesta y aguantaron más que yo", cuenta entre risas. Cuidar al viajero tiene premio, si las reseñas son buenas, será más fácil alquilar tu espacio, explica Sandra.
Mejora de la seguridad
El sistema de Airbnb parece, a primera vista, ideal. El anfitrión gana dinero y conoce gente de otras culturas. Al invitado le sale más barata la estancia y puede contar, además, con las recomendaciones de alguien que realmente vive la ciudad que visita en su día a día. Mientras, Airbnb se lleva, de media, un 10% del coste de la reserva, con lo que a medida que crece el servicio, sus ingresos lo hacen también exponencialmente. Pero ¿qué ocurre si alguien se aprovecha de esta confianza mutua?Ocurrió el pasado mes de julio en EEUU, cuando una anfitriona denunció en su blog que los inquilinos habían robado y destrozado su casa. Fue la mayor crisis a la que se ha enfrentado Airbnb hasta la fecha.
"Aprendimos mucho con ese incidente. Ya nos tomábamos la seguridad muy seriamente pero aquello fue una oportunidad para reenfocar nuestros esfuerzos. Unas pocas semanas más tarde, lanzamos muchas nuevas e importantes medidas. Las dos más importantes fueron una garantía de hasta 50.000 dólares para cada anfitrión por alquilar su casa y un servicio de atención al cliente 24 horas", explica Brian Chesky.
Tanto él como Nathan Blecharczyk, otro de los fundadores de Airbnb, remarcan que su servicio es mucho más seguro que el de los anuncios clasificados, como Craiglist, en el que los timos están a la orden del día y donde no hay ningún tipo de garantía. "Una cosa importante sobre nuestros anfitriones es que ellos pueden aceptar o rechazar a los invitados. Pueden revisar su perfil, si su cuenta de Facebook está activa o es un 'fake'. También pueden revisar las reseñas que han hecho otros anfitriones de ese inquilino e incluso contactar con él. Sólo cuando te sientes cómodo es cuando debes aceptar a alguien en tu casa", añade Blecharczyk.
Pago de impuestos
Pero no sólo los anfitriones han llegado a tener problemas. Irene, una de esas jóvenes españolas que ahora vive en el extranjero, comenta que su experiencia como inquilina no fue del todo idílica. "Alquilé una habitación para dos personas en un apartamento en Montreal. Por las fotos, parecía chulísima y espaciosa. Pagamos unos 400 dólares por tres semanas. Al llegar, la habitación era enana, no tenía armario, el apartamento estaba sucísimo (el baño parecía el de una discoteca) y los 'dueños' eran dos estudiantes que no nos dirigieron la palabra en todo el tiempo que estuvimos allí y que se pasaban el día fumando marihuana", explica."Escribí una mala reseña sobre el cuarto en Airbnb cuando nos marchamos y recibí una mala de parte de ellos, contando cosas que no eran ciertas. Luego contacté con Airbnb para contarles lo sucedido y me respondieron que debería haberle comentado a los chicos del apartamento los problemas que tenía para que ellos los solucionasen", añade Irene, que, eso sí, explica que una amiga suya también se alojó este verano en la misma ciudad con Airbnb y salió encantada.
El otro tema que suscita alguna duda es el del pago de impuestos. ¿Está la compañía preocupada de que sus usuarios no declaren lo que ganan con Airbnb? "Los impuestos dependen realmente del país. Nosotros pedimos a nuestros anfitriones que, por supuesto, cumplan con sus compromisos fiscales", explica Blecharczyk. "No hay ninguna razón por la que no pueden añadir el extra que les suponga los impuestos en el coste de la reserva", asegura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario