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2011/11/14

De la democracia a la mercadocracia

"¿Estarán satisfechos los mercados con el próximo rescate? ¿cómo responderán a los planes de austeridad? ¿les gusta el gobierno del país?"... Los mercados son omnipresentes en el debate sobre el futuro de la eurozona.
¿Pero son "los mercados" el tipo de consideraciones que los políticos deben tener en cuenta a la hora de tomar decisiones?

"El mercado consiste en cientos de miles de analistas e inversores que hacen cálculos muy detallados", señaló, en conversación con la BBC, el ex ministro de Economía británico Norman Lamont.
"Esta es la democracia de los mercados... inversores profesionales, que actúan en nombre de usted y yo y nuestros fondos de pensiones", asegura quien fuera también secretario del Tesoro en el gobierno de Margaret Thatcher.
Desde su punto de vista, los mercados son la expresión de la voluntad de la gente. En cuyo caso, siguiendo el argumento, los políticos deben prestarle atención a lo que los mercados están diciendo, y asegurarse de mantener la confianza de los inversores.
Ciertamente, según Terry Smith, director ejecutivo de la firma de corredores de bolsa Tullett Prebon, los mercados defienden mejor a la democrácia que los mismos ciudadanos.
"La razón por la que muchos políticos atacan a los mercados y tratan de regularlos es porque los mercados los obligan a rendir cuentas, mucho más que su electorado en algunos casos", asegura.

No, no, no, no, no...

Esa descripción del capitalismo democrático no cae en gracia en otros sectores.
"Es un tipo curioso de democracia si el número de votos que uno tiene depende de la cantidad de dinero que posee", apunta Andrew Simms, de la Fundación New Economics.
Durante las últimas décadas, argumenta, los países en los que se ha dejado que los mercados se comporten como quieran, se amplió la desigualdad económica, y el poder ha ido quedando en manos de un número cada vez más reducido de individuos.
"La mera frase 'la democracia de los mercados' es obviamente un oxímoron", mantiene.
"El mercado ha hecho lo opuesto de actuar en el interés de la mayoría. Si bien es cierto que el dinero es de la gente común, esa gente tiene poca o ninguna posibilidad de decidir dónde se invierte".
Y, aduce, esa desconexión democrática ha causado estragos.
"Las pensiones de la gente han sido trituradas como consecuencia de la manera en la que los mercados han operado, a pesar del hecho de que quienes manejan los mercados son muy buenos a la hora de proteger sus intereses propios".
Y esos individuos pueden ejercer mucho poder mientras obtienen vastos beneficios.
Se dice por ejemplo que George Soros ganó más de US$1.000 millones en el denominado "Miércoles negro" -el 16 de septiembre de 1992-, cuando apostó contra el gobierno británico por su indecisión frente al Mecanismo Europeo de Cambio (MEC). Sus acciones contribuyeron a la retirada del Reino Unido del acuerdo y a la devaluación de la libra esterlina.

Retórica vs realidad

Ninguna de las partes del debate encuentra puntos en común con la otra, ni siquiera acerca de decisiones aparentemente sencillas.
Para el economista John Kay, el sólo hablar de "los mercados" como si fuera un ente singular, o frases como "lo que los mercados piensan" es antropomorfizar de una manera absurda.
"La esencia de los mercados es que son una colección de opiniones, no necesariamente opiniones informadas, ni necesariamente democráticas, sino una colección de opiniones", arguye.
Básicamente, el argumento sobre el papel y la responsabilidad de los mercados es filosófica, no sólo política o económica.
"¿Quién sabe qué es correcto y qué es errado?", elucubra Kay. "Lo bueno y lo malo gradualmente se funden en la batalla de las ideas contradictorias".
Los mercados no son una fuerza democrática ni inteligente, opina. Están sujetos a momentos de histeria o influencias de moda y, mientras los inversores no quieren que su dinero se gaste en empresas criminales, ciertamente no están "expresando opiniones" al invertir.
No obstante, advierte Kay, la idea de que "los mercados" son una fuerza villana antidemocrática es igual de desatinada.

"Los mercados son un enfrentamiento con la realidad", dice. "Los líderes viven en un mundo irreal, lidiando una batalla entre su retórica y los malvados especuladores".
"La retórica es palabrería hueca, y los malvados especuladores son gente a la que no le impresiona la palabrería hueca".
Eso no quiere decir que los mercados son la democracia verdadera, sino que actúan como un control al "posible autoritarismo" de los políticos, opina.
"Votar con su dinero no es una fuerza democrática pero si es una fuerza", piensa Kay, "porque la gente que expresa sus opiniones en el mercado efectivamente tiene algo que perder si sus opiniones son equivocadas, lo que a menudo no es cierto de la misma manera en relación con la política normal".
Al final de cuentas, no importa lo que uno piense respecto a los mercados, no hay duda de que tienen poder e influencia.

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