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2011/11/30

Medir las palabras en 140 caracteres

El artículo 169 del Código Penal establece penas de entre uno y cinco años de cárcel por amenazas. El contexto ha cambiado con la popularización de internet. Ya no solo se produce acoso en la vida real. En el mundo 2.0 agentes de la Policía están vigilantes ante las amenazas de internautas que, bajo el amparo del anonimato, se dedican a hacer la vida imposible y a intimidar a personalidades reconocidas.
La legislación sobre el ciberacoso es un fenómeno relativamente reciente. Sin embargo, ello no implica que no esté recogido en el Código Penal. Comentaba la periodista de TVE Ana Pastor en una conferencia en la Universidad Complutense que la crítica le hace ser mejor profesional. Pero una cosa es una crítica y, otra, un insulto.
Pocos se libran. Salirse de tono, agredir verbalmente, calumniar, amenazar. La presión a la que se ven sometidos los famosos es máxima, que ven cómo sus seguidores ahora les sacan los colores. Personalidades relevantes han abandonado la «casa Twitter» por sentirse vilipendiados de forma constante. Por ello, la mayoría de los expertos consultados coinciden en que hay que ser responsable y medir bien las palabras... en esos 140 caracteres que dan mucho de sí.
«Gente anónima que se dedique a insultar lo ha habido siempre y siempre lo habrá, lo difícil es decir te un listado de usuarios que hagan eso, generalmente son cuentas creadas con ese único propósito, por lo que es difícil que dure mucho tiempo», explica Iván Rodríguez, CEO de Pirendo.

Duras críticas

Andrés Calamaro era en 2010 un célebre «tuitero». Era interactivo, saludaba, era muy activo en la Red. Hacía chistes. Era todo un personaje. Por culpa de algunos que se pasaban de listos, el cantante decidió cerrar su cuenta de la red de microblogging Twitter -con más de 100 mil seguidores-. Y lo hizo fiel a su provocador estilo: «Pueden metérselos [Los 140 caracteres] profundo en el medio del ojete me importa tres pepinos perder un segundo mas en el rebaño de boludos con blackberry o lo que es peor... conectados a la nada a cambio de demostrar que son infantiles».
Misma suerte corrió el humorista Andreu Buenafuente, aunque en este caso el amago le duró más bien poco. Todo vino tras una entrevista realizada en su programa a la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, en aquellos momentos en la «picota» por el desarrollo de la polémica Ley de Economía Sostenible que regula las descargas de contenidos. Luego vino un torrente de críticos, que le acusaban de «haber amañado» las preguntas y ser «demasiado benevolente» con la dirigente socialista.
Indignado y enfadado, Buenafuente abandonó Twitter lamentado las críticas: «No pienso aguantar juicios faltones después de 21 años haciendo programas en libertad. Los exaltados podéis piraros si queréis», publicó el presentador al tiempo que acabó diciendo que aquel era su último «tuit». Dado que esta plataforma es un arma de doble filo y puede demostrar la faceta más personal de los famosos, a su vuelta al mundo 2.0 estuvo más comedido, aunque en una ocasión, en febrero de 2011, el presentador llamó «gilipollas» a un «tuitero» que le criticó al considerar que promocionaba un iniciativa contra el maltrato animal.
También haciendo un uso soez del lenguaje, otro conocido presentador de televisión, Jordi González, perdió los papeles en este ya no tan recóndito mundo virtual. La historia es simple. Xavier Horcajo, presentador del programa «Otro gallo cantaría», de Intereconomía, criticó duramente a la actriz y activista transexual Carla Antonelli, que fue elegida por el Partido Socialista de Madrid para ocupar un escaño en la Asamblea. Al escuchar aquello, las manos de González saltaron publicando lo que le parecía: «Lo de esta gentuza es intolerable». Al poco, una «tuitera» conocida como Dalvarmedina, comentó: «Y que esto lo diga uno que trabaja en la telebasura de tele5 es para descojonarse». No quedó ahí la cosa. Al leer ese mensaje, le respondió que «telebasura tu puta madre, guapa».
«Es un poco la 'cruz' de los famosos y personajes públicos en Twitter. Es decir, por un lado están mucho más cerca de su público, pero también ese público está, cada individuo está, mucho más cerca de un personaje al que puede que idolatre o puede que odie por la más absurda razones», añade Rodríguez.
Las estrellas, aquellas que siempre brillaban y eran admiradas, muestran cada vez más sus patinazos, sus barbaridades y sus locuras. Se humanizan en Twitter. Y ahí es donde el círculo se vuelve a estrechar. Los famosos han pasado de las palabras a los actos. Hace dos semanas la humorista Eva Hache denunciaba amenazas de muerte por un anónimo, que fue detenido en Mallorca por la agentes de la Policía.
La última víctima de este ciberacoso ha sido el periodista Juanma Castaño, que también ha desembocado de la misma forma; con el arresto de un joven que infundió «gran temor como forma de divertimento» por su animadversión hacia Castaño. «Denunciarlos es el camino, y por ahora, los famosos en España no se están cortando a la hora de hacerlo, lo que me parece genial», finaliza Rodríguez. 

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