Pixar se ha hecho mayor. El estudio líder en la animación cumple su primer cuarto de siglo con más de 1.200 empleados, dos sedes y 11 exitosas películas, que han amasado una taquilla mundial de 6.650 millones de dólares (4.670 millones de euros). Todo ello es el fruto de la pasión de su fundador, John Lasseter, capaz de convertir su sueño -que hace 25 años no interesó ni al visionario George Lucas- en un imperio.
Eso sí, a Lasseter, de 54 años, no se le puede mencionar la palabra madurez: el niño que hay en él se rebela. Sus camisas siguen llenas de dibujitos y palmeras. No importan su edad, sus millones, sus viñedos o sus múltiples trabajos, incluidos los que le sitúan al frente de los estudios Disney. De sus empleados será complicado oír una queja, pues son como conejos felices paseando en patinete por el estudio de Oakland (EE UU) aunque muchos, como Lasseter, rondan el medio siglo. ¿El secreto de la eterna juventud? Lasseter ni pestañea. "Somos un estudio de realizadores donde vivimos y respiramos cada proyecto que hacemos. Es la única forma que sé de hacer cine", resume mientras exhibe una sonrisa.
Tiene todas las razones para estar satisfecho. Existe un antes y un después de Pixar. Antes del 3 de febrero de 1986 la animación por ordenador no existía. Había experimentos en el campo de efectos especiales y películas animadas de toda la vida con las que los estudios Disney vivían horas bajas. "Nos llevó 10 años hacer nuestra primera película (Toy Story) y otros 10 hacer una película al año como quería Steve [Jobs]. Y seguiremos creciendo. Pero, créeme, está todo muy pensado porque crecemos sin perder la calidad", añade Lasseter. Habla del cerebro de Apple, que facilitó la independencia de Pixar de los estudios Lucasfilms, donde habían sido relegados a producir hardware y programas. "Si piensas que vas a conseguir que hagan producto estás muy equivocado", le advirtió entonces George Lucas.
En estos 25 años Pixar hizo mucho más que eso, con una filmografía que incluye un total de nueve Oscar (a la mejor película de animación y al mejor cortometraje) y el honor de realizar la película animada más taquillera de la historia, Toy Story 3. "La taquilla es una celebración no por el dinero sino porque eso significa cuánta gente ha visto la película", admite Lasseter sin modestia. Pixar también logró lo imposible: su venta a Disney por 7.400 millones de dólares (5.210 millones de euros) tras la cual Lasseter y su equipo acabaron al frente del estudio que soltó el dinero. Incluso entonces, el director se mantuvo fiel a sus principios anteponiendo la calidad y el amor sobre cualquier interés de tipo comercial. "Somos el único estudio que no está dirigido por ejecutivos", subraya.
Pero sin perder este toque especial, en Pixar también son conscientes del mercado y sus demandas. "No hace falta una titulación en Empresariales. Todo me interesa. Con los años he aprendido a hacer juguetes, videojuegos, he visto cómo funciona la promoción de una película, el mercado internacional. Incluso las atracciones de un parque. La animación es mi verdadera pasión, mi primer amor, pero siempre me veo pensando en todo esto", confirma.
En el futuro tienen previsto el estreno de secuelas como Cars 2 y Monsters University, algo que hasta ahora, a excepción de la trilogía de Toy Story, habían evitado. Hay quien quiere verlo como señal de que, a la hora de la madurez, Pixar se ha vendido. Lasseter se enfada pero sus argumentos son contundentes. "La gente del dinero siempre quiere más. Para ellos, como has visto tantas veces, solo existe una ecuación: si con una película tienes un éxito, si haces dos, tendrás el doble, y si tres, el triple. Por eso quieren más y más y nosotros decimos no y no. Del mismo modo que pasó con Toy Story 3, nunca habríamos hecho Cars 2 si no contáramos con una buena historia", afirma como excusa o declaración de principios.
¿Y cómo piensa celebrar Lasseter el aniversario? "Estamos tan enfrascados que ni nos dimos cuenta de cuándo fue el aniversario. Así que decidimos que fuera todo el año: un año de trabajo, pasión y celebración", resume tan jovial como siempre.
El Pais
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