En 1960, el Gobierno de EEUU creó un grupo asesor de jóvenes científicos para reemplazar a las viejas glorias del proyecto Manhattan. Los nombres de sus integrantes, unas pocas decenas, se mantienen en secreto. El grupo trabaja bajo el paraguas de MITRE, una corporación sin ánimo de lucro cuya misión es "aplicar ingeniería de sistemas y tecnología avanzada a problemas nacionales críticos", según la propia entidad. JASON dedica los veranos a analizar, por encargo del Departamento de Defensa (DoD), las repercusiones estratégicas y militares de los avances científicos. El último trabajo de JASON se ha hecho público esta semana en el blog Secrecy News de Steven Aftergood, director del Proyecto de Secretos Gubernamentales de la Federación de Científicos Americanos (FAS).
Aplicaciones bélicas
El genoma de 100 dólares: implicaciones para el DoD responde al interés del Pentágono por evaluar las aplicaciones bélicas de la genómica. Desde que se completó el genoma humano a principios de este siglo, la tecnología de secuenciación de ADN ha reducido drásticamente su tamaño y su precio. Las máquinas de tercera generación ocupan lo que una impresora de mesa y, frente a los 2.000 millones de euros que costó el primer genoma humano, "hoy es posible pedir el genoma propio por menos de 20.000 dólares [unos 15.000 euros]", señala el informe, y bajará "a 100 dólares [75 euros] en 2013". El número de genomas secuenciados crecerá "de unos cientos (hoy) a millones de personas (en unos tres años)".La recomendación de JASON no se anda por las ramas: "Debe recogerse la secuencia completa del genoma diploide [los dos juegos de cromosomas] de todo el personal militar". Y debe hacerse ya: "Esperar dos años para iniciar este proceso puede dejar [al DoD] rezagado sin remedio".
La aplicación a la defensa sería, reza el documento, seleccionar genéticamente rasgos como el "rendimiento físico y mental, respuesta a drogas, vacunas y varios factores ambientales"; más concretamente, "respuesta al estrés del campo de batalla, estrés postraumático, capacidad para tolerar la falta de sueño, deshidratación o exposición al calor, el frío o la altitud, o la susceptibilidad a fracturas óseas traumáticas, hemorragias prolongadas o cicatrización lenta de heridas". Se destaca que "sería beneficioso conocer las identidades genéticas del adversario y evitar que este acceda a las del personal militar de EEUU". Todo ello para "mejorar la salud, la preparación y el rendimiento", "tanto en operaciones militares ofensivas como defensivas".
JASON no es ajeno a las cortapisas técnicas y éticas. Si bien el coste de leer genomas está en caída libre, no así el del análisis de los datos. Señala también que "además de las implicaciones éticas [...], se debe usar con cuidado en cuanto a la validez de la correlación entre genotipo y fenotipo". El estudio apunta dos variables que la biología aún no ha logrado objetivar: la epigenética modificaciones que no alteran la secuencia del ADN, pero sí su actividad y el microbioma, nuestra población particular de microbios.
Habrá que esperar para saber si estas sugerencias se llevan a la práctica. "JASON es muy respetado señala Aftergood a Público, eso significa que quienes hacen las políticas leen sus informes muy de cerca, pero no que todas las recomendaciones de JASON se adopten".
¿Más madera para teorías conspirativas sobre la manipulación de ciudadanos al servicio del poder? Difícilmente. De hecho, la lectura del informe deja más bien la impresión de que los expertos de JASON ofrecen al DoD un tímido cebo para convencer a los militares de que muerdan el anzuelo de la investigación genética. "Yo tuve la misma impresión", confirma Aftergood. "El informe sugiere que el DoD, con todos sus recursos, puede ayudar al avance de la investigación genética al tiempo que se beneficia de ella", concluye.
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