Trece días después de que el muro de una balsa de residuos tóxicos en la fábrica de Magyar Aluminium en Ajka (Hungría) cediera por causas desconocidas y produjera la mayor catástrofe ecológica del país, la minera comenzaba a operar de nuevo. "La producción en la planta de MAL comenzó ayer a las cinco de la tarde", confirmaba Gyorgyi Tottos, portavoz del cuerpo oficial que gestiona la catástrofe. Giorgy Bakondi, jefe de las operaciones, aseguró a Reuters que la fábrica funcionará a plena capacidad el martes.
La decisión se tomó tras el análisis de los 18 comisarios que han tomado el control de la empresa, nacionalizada desde el martes. La resolución mantenía en vilo a los 1.100 trabajadores que la compañía emplea en Ajka. También es el caballo de batalla de los ecologistas. Greenpeace alertaba ayer de que aún es pronto para reabrir la factoría, pues las causas del accidente aún "son un misterio", informa AP.
Los ecologistas llevan días analizando el aire y el lodo en Kolontár y Devecser, las dos poblaciones más castigadas por el vertido. Alertan de que no es seguro vivir en Kolontár debido a la gran concentración de polvo tóxico debido a los derribos y la alta concentración de lodos. "Nadie ha hecho públicos los datos sobre los efectos de este polvo a corto y largo plazo", denunció ayer la organización.
Sin embargo, y casi una semana después de ser evacuados de madrugada, unos 800 habitantes de Kolontár regresaron ayer a sus casas. Un autobús con unos 30 residentes salía alrededor de la una de la tarde de ayer del polideportivo de Ajka, que ha servido de hogar improvisado a aquellos que no tenían a donde ir. El resto regresó en sus propios vehículos a un pueblo aún cubierto de lodo rojo y al que la policía aún no deja entrar al público ni a la prensa.
Entre los que ayer volvieron a Kolontár estaba Joszef Holczer, de 65 años. Su casa es una de las 31 viviendas que serán demolidas por el Gobierno debido a que quedaron arrasadas tras la riada. Holczer regresó ayer a Kolontár sólo por unas horas, pues no se le permite dormir en su hogar. "Iré a casa de un pariente", decía ayer a la puerta del polideportivo, con barba de varios días, bolsas de plástico llenas de ropa, y comida en las manos. "He visto otras inundaciones en Hungría, pero nada puede compararse a lo que hemos vivido esta vez", confesaba.
La esperanza, en el muro
Más de 1.000 soldados y bomberos, y unos 800 voluntarios, se afanaban ayer en limpiar las calles de lodo y dar los últimos retoques al muro de contención que debe salvar a Kolontár de una segunda ola de lodos que podría llegar en cualquier momento. Un muro de unos 2,5 metros de alto y 30 de espesor en la base es la última esperanza del pueblo. El Gobierno asegura que la construcción podrá resistir la riada si se rompen los muros de la balsa número 10, muy debilitada por las grietas, e incluso si se derrumban los de la número 9, que contiene cinco millones de metros cúbicos de agua y lodos. "No se ha detectado que las grietas hayan crecido desde el jueves", explicó ayer Tottos. La situación sigue siendo crítica, pues la balsa tiene al menos tres grietas de 25 metros y el Gobierno da por hecho que su muro se vendrá abajo.El Ejecutivo, mientras, sigue investigando qué provocó la tragedia. En una entrevista con CNN, Zoltan Bakonyi, director de la compañía e hijo de su mayor accionista, Arpad Bakonyi, aseguraba ayer: "Se dice que soy yo el responsable, pero yo no me siento como tal". El ejecutivo volvió a afirmar que la empresa no es responsable y que de ninguna manera podría haber predicho que el muro iba a desmoronarse.
Bakonyi ha estado al frente de MAL dos años, e insinúa que los supuestos problemas de la planta vienen de al menos hace 25, cuando la compañía aún era una fábrica estatal del Gobierno comunista. Sin embargo, el Gobierno insiste en que el accidente fue consecuencia de un error humano o falta de seguridad.
La Policía sigue cerrando el cerco en torno a la empresa. Uno de los sospechosos es Joszef Deak, director técnico de la enorme y polvorienta planta de MAL en Ajka. Deak se negó a testificar y fue liberado el jueves, aunque los agentes creen que puede ser responsable de delitos de negligencia y falta de planes de emergencia.
Otra de las personas que ha interrogado la Policía en los últimos días es Gyorgy Baksa, que fue director general de MAL desde 1988 a 2002 y que insiste en que, si se hubieran seguido los protocolos de seguridad que existían cuando él era responsable de la planta, el accidente podría haberse evitado.
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