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2011/02/11

Un análisis localiza nuevos vertidos en Hungría

La empresa de aluminio cuya balsa de residuos reventó en octubre de 2010 causando el peor desastre medioambiental que ha vivido Hungría sigue realizando vertidos a pequeña escala, según un informe de la organización ecologista Greenpeace.
Los activistas aseguran que la compañía Magyar Aluminium, intervenida por el Gobierno tras el desastre, está vertiendo residuos líquidos cuyo contenido en arsénico y aluminio supera los límites legales hasta 100 veces.
Los datos se desprenden de cinco muestras, dos de ellas tomadas en la misma boca de la tubería por la que, según los activistas, la empresa achica residuos de la enorme balsa que reventó en octubre, y otra de menor tamaño que comenzó a usarse tras el accidente. "No tienen sitio para contener todos los residuos y por eso los están liberando", explicó ayer a este diario Balász Tömöri, uno de los miembros de Greenpeace Hungría que recogieron las muestras.
No es la primera vez que la organización presenta informes que muestran que las concentraciones de contaminantes en el aire o en el agua son mayores que las que mantiene el Gobierno, pero en esta ocasión ha recurrido a organismos oficiales. Las cinco muestras de agua fueron analizadas por un laboratorio húngaro y por la Agencia de Protección Ambiental de Austria. Los resultados muestran concentraciones de arsénico de 1.300 microgramos por litro, más de diez veces lo permitido en Austria, y 200.000 microgramos por litro de aluminio, cien veces la cantidad legal. El informe también muestra una concentración de carbono orgánico siete veces superior a lo tolerado, según Tömöri.
En un comunicado, la organización aseguró que los niveles de contaminación en el agua analizada violan la ley comunitaria y pidió a la Comisión Europea que exija al Gobierno húngaro, presidente de turno de la UE, que reaccione ante los nuevos vertidos.
Tömöri dice que el Gobierno húngaro ha contestado que los análisis no son oficiales y ha acusado a la organización de estar "mintiendo". Los responsables del Gobierno a cargo de la gestión de la limpieza del vertido no respondieron a este diario para aportar su versión de los hechos.
Tras la rotura de la balsa número 10 el pasado 4 de octubre, un millón de metros cúbicos de barro rojo con arsénico y otros metales pesados resultantes de la producción de aluminio se precipitaron sobre Kolontár y Devecser, dos poblaciones cercanas a la fábrica. La riada causó diez muertos, arrasó decenas de casas y anegó cientos de hectáreas en cuya limpieza todavía trabajan los operarios oficiales.

Otra balsa

Tras el desastre, el Gobierno tomó las riendas de su gestión y reinició la producción, acumulando los nuevos residuos en una pequeña balsa contigua a la número 10. Las muestras se tomaron en una tubería que se encuentra en la base de esta balsa y cerca de una estación de bombeo con la que la compañía regula la concentración de residuos en cada piscina, según las localizaciones de GPS enviadas por Tömöri. La tubería vierte a un canal que rodea las balsas y donde la empresa arroja yeso y otros productos para intentar mitigar la concentración de sustancias tóxicas, dice Greenpeace. Este caudal acabaría en el río Torna, que pasa por Kolontár y Devecser en su camino hacia el sistema fluvial del Danubio. "Estos vertidos suceden desde noviembre, a menudo de noche", asegura Tömöri. "Los peces no pueden sobrevivir con estas concentraciones de químicos, que permanecerán en el lecho del río durante años", concluye.

Publico

2011/01/05

E.ON, Deutsche Telekom, ING y Axa declaran la guerra a Hungría

La carta que 13 grandes consorcios alemanes acaban de enviar a la Comisión Europea amenaza con empañar el estreno de la presidencia húngara de la UE. Está firmada por los presidentes de E.ON, Deutsche Telekom, Allianz y otras 10 multinacionales que acusan al unísono al gobierno de Viktor Orban de discriminación y de aplicar impuestos abusivos a los inversores germanos, al tiempo que exigen sanciones.
"En las últimas decisiones que ha hecho públicas el Gobierno de Hungría vemos claramente que está tomando forma una política económica con la que trata de utilizar a determinados sectores y muy especialmente a las empresas extranjeras para sanear el estado de las arcas públicas", afirma la carta que ha sido secundada ya por empresas austríacas y holandesas con intereses en Hungría, así como por la aseguradora francesa Axa, en lo que se convierte por momentos en un movimiento empresarial de protesta a nivel europeo.
Desde el pasado mes de junio, Hungría ha reducido el impuesto de sociedades a las compañías con beneficios bajos del 19 al 10%, una medida destinada a ayudar a la pequeña y mediana empresa, pero como compensación ha introducido nuevos impuestos anticrisis, especialmente a la banca y a los seguros. Con éstos, el Gobierno espera recaudar 700 millones de euros en 2011 y que, según cálculos de las empresas, ascenderán a un total de 1.300 millones de euros.
RWE y EnBW tendrán que pagar unos 25 millones de euros cada una. El sector de la telefonía prevé pagar unos 220 millones en conjunto y el financiero, unos 735 millones, cantidades suficientes para justificar una declaración de guerra.
Los directivos que firman el documento calculan que el 79% de las inversiones en Hungría provienen de otros países de la UE. Aseguran que una cuarta parte de la inversión total procede de Alemania y amenazan abiertamente con interrumpir ese flujo de inversión si Orban no da marcha atrás en la legislación anti crisis y en la interrupción de la privatización del sistema de pensiones.

El Mundo

2010/10/25

La UE pide desviar el río contaminado de Hungría

Publico

La Unión Europea ha recomendado al Gobierno húngaro que desvíe el curso del río Torna para evitar que siga arrastrando lodos y agua contaminada al sistema fluvial del país. Desviar el Torna es una de las recomendaciones prioritarias contenidas en dos informes redactados por seis expertos de la UE que viajaron la semana pasada a la zona del desastre a petición del Gobierno magiar.
Los documentos, a los que ha tenido acceso este periódico, también contienen otras advertencias urgentes para mejorar la contención de la contaminación. La lista de recomendaciones está ya sobre la mesa del primer ministro húngaro, Viktor Orban, cuyo Gobierno sopesará ahora si seguirlas, según explicó ayer a Público Reka Becze, subdirectora de la Dirección General de Desastres de Hungría. "No se tomará ninguna decisión hasta dentro de unos días y antes será necesario estudiar si es viable desviar la corriente", señaló Becze.
El Torna discurre por la zona más afectada por la riada de lodos tóxicos que arrasó varias poblaciones cercanas a Ajka, donde se encuentra la fábrica de aluminio en la que se originó el desastre. Desde entonces, la corriente sigue teñida de rojo por los residuos, que contienen metales pesados y elementos corrosivos. Según los seis expertos de la UE, es una prioridad "desviar el arroyo en su cauce alto para que no cruce las zonas afectadas y arrastre el barro rojo restante".
La presa de lodos cuyo muro reventó el pasado 4 de octubre contiene aún 2,5 millones de metros cúbicos de barro espeso que pueden ser arrastrados por la lluvia hasta el cauce del Torna, que discurre a los pies del boquete de 50 metros abierto en la presa. El Gobierno ha construido varios muros para proteger Kolontár y Devecser, las poblaciones más afectadas por la primera oleada de lodo, pero no tiene forma de evitar que el río arrastre el barro restante alargando indefinidamente la contaminación de las aguas.

Nuevas barreras

Para evitarlo, la UE también recomienda poner más barreras en el cauce bajo del Torna que impidan que los componentes sólidos lleguen a otros ríos y también controlar la red de canales y acequias conectadas al arroyo.
"Desviar el río no es una opción real", explicó ayer Janos Szépvölgyi, jefe del grupo de científicos húngaros que asesora al Gobierno magiar. "No creo que se pueda hacer y, si se logra, cambiaría de forma radical el balance de agua en la región", concluyó.

2010/10/20

MAL pagará 5,5 millones a las víctimas del vertido

Publico

Magyar Aluminium (MAL), la empresa responsable del vertido de barro rojo tóxico que el pasado 4 de octubre inundó varios pueblos en Hungría y causó la muerte de nueve personas, pagará a las víctimas de la catástrofe 5,5 millones de euros durante los próximos cinco años, según confirmó ayer el presidente de la compañía, Lajos Tolnay, informa la agencia húngara MTI.
Tolnay señaló que "aunque aún es pronto para establecer responsabilidades, debemos ocuparnos de la tragedia humana, para la cual hay una compensación económica". A propósito de la reapertura de la fábrica de MAL el pasado 15 de octubre bajo control del Estado, el directivo de la compañía aseguró que los residuos serán almacenados a partir de ahora en otra balsa que es "cuatro veces más segura" que la que provocó el desastre. Sin embargo, afirmó que el dique accidentado se comprobaba cada día y que nada hacía sospechar del peligro de derrumbamiento de la presa.
Por su parte, la policía húngara detuvo ayer a un tercer empleado de MAL para practicarle un interrogatorio que ayude a esclarecer las causas de la ruptura de la balsa. Según un comunicado de las fuerzas de seguridad del país magiar citado por la agencia alemana DPA, se trata de una mujer, Jozsefne F., que ejerce como responsable de protección medioambiental y controles de laboratorio en la planta de fabricación de aluminio de MAL.

2010/10/18

La minera del 'vertido rojo' vuelve a operar

Hungria

Trece días después de que el muro de una balsa de residuos tóxicos en la fábrica de Magyar Aluminium en Ajka (Hungría) cediera por causas desconocidas y produjera la mayor catástrofe ecológica del país, la minera comenzaba a operar de nuevo. "La producción en la planta de MAL comenzó ayer a las cinco de la tarde", confirmaba Gyorgyi Tottos, portavoz del cuerpo oficial que gestiona la catástrofe. Giorgy Bakondi, jefe de las operaciones, aseguró a Reuters que la fábrica funcionará a plena capacidad el martes.
La decisión se tomó tras el análisis de los 18 comisarios que han tomado el control de la empresa, nacionalizada desde el martes. La resolución mantenía en vilo a los 1.100 trabajadores que la compañía emplea en Ajka. También es el caballo de batalla de los ecologistas. Greenpeace alertaba ayer de que aún es pronto para reabrir la factoría, pues las causas del accidente aún "son un misterio", informa AP.
Los ecologistas llevan días analizando el aire y el lodo en Kolontár y Devecser, las dos poblaciones más castigadas por el vertido. Alertan de que no es seguro vivir en Kolontár debido a la gran concentración de polvo tóxico debido a los derribos y la alta concentración de lodos. "Nadie ha hecho públicos los datos sobre los efectos de este polvo a corto y largo plazo", denunció ayer la organización.
Sin embargo, y casi una semana después de ser evacuados de madrugada, unos 800 habitantes de Kolontár regresaron ayer a sus casas. Un autobús con unos 30 residentes salía alrededor de la una de la tarde de ayer del polideportivo de Ajka, que ha servido de hogar improvisado a aquellos que no tenían a donde ir. El resto regresó en sus propios vehículos a un pueblo aún cubierto de lodo rojo y al que la policía aún no deja entrar al público ni a la prensa.
Entre los que ayer volvieron a Kolontár estaba Joszef Holczer, de 65 años. Su casa es una de las 31 viviendas que serán demolidas por el Gobierno debido a que quedaron arrasadas tras la riada. Holczer regresó ayer a Kolontár sólo por unas horas, pues no se le permite dormir en su hogar. "Iré a casa de un pariente", decía ayer a la puerta del polideportivo, con barba de varios días, bolsas de plástico llenas de ropa, y comida en las manos. "He visto otras inundaciones en Hungría, pero nada puede compararse a lo que hemos vivido esta vez", confesaba.

La esperanza, en el muro

Más de 1.000 soldados y bomberos, y unos 800 voluntarios, se afanaban ayer en limpiar las calles de lodo y dar los últimos retoques al muro de contención que debe salvar a Kolontár de una segunda ola de lodos que podría llegar en cualquier momento. Un muro de unos 2,5 metros de alto y 30 de espesor en la base es la última esperanza del pueblo. El Gobierno asegura que la construcción podrá resistir la riada si se rompen los muros de la balsa número 10, muy debilitada por las grietas, e incluso si se derrumban los de la número 9, que contiene cinco millones de metros cúbicos de agua y lodos. "No se ha detectado que las grietas hayan crecido desde el jueves", explicó ayer Tottos. La situación sigue siendo crítica, pues la balsa tiene al menos tres grietas de 25 metros y el Gobierno da por hecho que su muro se vendrá abajo.
El Ejecutivo, mientras, sigue investigando qué provocó la tragedia. En una entrevista con CNN, Zoltan Bakonyi, director de la compañía e hijo de su mayor accionista, Arpad Bakonyi, aseguraba ayer: "Se dice que soy yo el responsable, pero yo no me siento como tal". El ejecutivo volvió a afirmar que la empresa no es responsable y que de ninguna manera podría haber predicho que el muro iba a desmoronarse.
Bakonyi ha estado al frente de MAL dos años, e insinúa que los supuestos problemas de la planta vienen de al menos hace 25, cuando la compañía aún era una fábrica estatal del Gobierno comunista. Sin embargo, el Gobierno insiste en que el accidente fue consecuencia de un error humano o falta de seguridad.
La Policía sigue cerrando el cerco en torno a la empresa. Uno de los sospechosos es Joszef Deak, director técnico de la enorme y polvorienta planta de MAL en Ajka. Deak se negó a testificar y fue liberado el jueves, aunque los agentes creen que puede ser responsable de delitos de negligencia y falta de planes de emergencia.
Otra de las personas que ha interrogado la Policía en los últimos días es Gyorgy Baksa, que fue director general de MAL desde 1988 a 2002 y que insiste en que, si se hubieran seguido los protocolos de seguridad que existían cuando él era responsable de la planta, el accidente podría haberse evitado.

Nadie sabe cómo enterrar la balsa de lodo rojo

Publico

La peor catástrofe medioambiental que ha sufrido Hungría ha dado paso a uno de los mayores retos de su historia: construir un enorme búnker para cubrir la balsa de lodo que causó la catástrofe. El Gobierno magiar lleva días buscando expertos que le ayuden a edificar el enorme ataúd sobre una balsa que tiene el tamaño de seis campos de fútbol aún llena de lodo que, al convertirse en polvo, es una gran amenaza para la salud de los miles de habitantes de esta región del suroeste de Hungría. Por ahora no ha tenido suerte.
"Nuestro peor enemigo ahora es el tiempo, que corre en nuestra contra", explicó ayer a este diario Zoltan Illes, secretario de Estado de Medio Ambiente húngaro. Illes quiere que el búnker o fortaleza, como él la llama, esté lista en tres meses, pero ninguno de los 35 países que han ofrecido ayuda a Hungría hasta ahora se ha declarado capaz de hacer una obra tan descomunal.
La última nación que ha reconocido su impotencia ha sido Austria. El viernes, seis expertos del 3º Regimiento de Ingenieros de las Fuerzas Armadas austriacas llegaron a Ajka, donde está la balsa reventada. Después de un día visitando la zona del desastre, propiedad de la empresa Magyar Aluminium (MAL), los militares quedaron abrumados. "Me han dicho que su ejército no es capaz de realizar una obra como la que se necesita aquí", confesaba Illes. De hecho, ni siquiera pudieron decirle quién será capaz de taparla.
La balsa número 10 es una piscina con muros de 25 metros de alto y que aún contiene 2,5 millones de metros cúbicos de lodo con metales pesados resultantes de la producción de aluminio. La construcción cedió el 4 de octubre causando una riada con los residuos más líquidos que mató a nueve personas e hirió a otras 150.
Los planes recomendados por el ejército austriaco incluyen levantar un "fuerte" de bloques de hormigón que tendrán que ser hundidos a cinco o seis metros de profundidad para mantenerse estables. Después taparían la parte superior con arena y productos químicos arrojados con helicópteros o con capas de plástico, tal y como sugirieron los militares, según Illes. De nuevo, le advirtieron de que ellos no tienen recursos suficientes para llevarlo a cabo.

Muros de ceniza

El tiempo tampoco ayuda porque las lluvias del otoño y las nieves del invierno harán mucho más difícil el trabajo en la balsa número 10. "Los ingenieros austriacos no me quisieron decir cuánto tiempo se necesitaría", lamentó Illes. El secretario de Estado espera que las citas que tiene con otros expertos la próxima semana den mejor fruto. "Si nadie puede ayudarnos, lo diseñaremos y construiremos nosotros mismos", sentenció Illes.
El Gobierno da por hecho que los muros de la piscina tóxica, hechos de cenizas de carbón y madera de otras fábricas de Ajka, se van a venir abajo debido a sus enormes grietas. El ejército magiar ha construido tres diques para evitar que la segunda riada de lodo rojo vuelva a arrasar Kolontár y Devecser, pero, si no se tapa la balsa y sigue sin llover, el polvo abrasivo que producen los residuos puede desplazarse a kilómetros de distancia y causar problemas respiratorios, explicó ayer Janos Szépvölgyi, jefe del grupo de científicos húngaros que están analizando la composición de los residuos industriales.
En Devecser, el Gobierno ha instalado puestos médicos donde los habitantes pueden realizar "terapia respiratoria", es decir, inhalar unos minutos aire puro de una bombona, según Gyorgyi Tottos, portavoz del cuerpo oficial que gestiona la catástrofe. Además, dos aviones han comenzado a rociar los campos afectados con semillas de colza con la esperanza de que estas aíslen el barro y le impidan transformarse en polvo, explicó Tottos.
La policía ha dejado regresar a sus casas a los habitantes de Kolontár, que llevan evacuados desde el 9 de octubre. "Unos 200 residentes no quieren regresar, no quieren vivir allí nunca más", reconoció Tottos. De los 800 habitantes del pueblo, 500 han vuelto ya a sus casas. En Devecser, con unos 5.000 habitantes, hay 700 personas que no han vuelto tras la riada. Al igual que en Kolontár, unos 400 ya han avisado de que no quieren regresar nunca más, según Tottos.
No les faltan razones para querer abandonar. La mayoría de los campos de cultivo siguen sepultados bajo una gruesa capa de lodo rojo que no deja hueco para la vida. Incluso después de que el Gobierno concluya la retirada de las 1.000 toneladas de barro que los cubre, los campos no volverán a ser los mismos. "No creo que nadie pueda cultivar aquí algo para consumo humano al menos en uno o dos años", explicó Szépvölgyi. Podrán plantar vegetales para uso industrial, dice el experto, aunque reconoce que "la gran mayoría" de los agricultores de Devecser y Kolontár sólo plantaba productos para consumo humano.

"Entiendo que no quieran vivir aquí"

 Publico

Desde ayer, las casas arrasadas de Devecser (Hungría) lucen enormes números de teléfonos móviles pintados en las paredes. Es lo único que han dejado sus habitantes antes de abandonar la localidad asolada por la riada de lodo tóxico.
Gran parte del pueblo, de unos 5.000 habitantes, seguía ayer teñido de rojo. Los militares enfundados en monos verdes de goma y máscaras de gas se limpiaban el barro unos a otros con mangueras de agua a presión. Decenas de voluntarios vestidos con monos blancos y amarillos, con la cara cubierta por mascarillas, desfilaban por la acera embarrada.
A cada rato, una camión cisterna pasa limpiando las calles con agua, lo que envía el lodo a la cuneta, y de ahí, a las palas de los voluntarios. A pesar de que más de 1.000 personas llevan días sacando el barro de las casas a paladas o incluso con las manos, muchas calles de Devecser están aún casi intransitables. Kolontár, otra población afectada, seguía ayer cerrada a la prensa, pero abierta desde el viernes a los habitantes, que llevaban una semana evacuados. No todos han querido regresar.

Voluntarios de todo el país
"He venido porque no podía estar sentado en casa viendo lo que está pasando aquí", explica Peter Albert, un joven voluntario de 28 años que ha llegado esta mañana. Con la llegada del fin de semana, el número de voluntarios que acuden a la zona desde todo el país está aumentando. El ayuntamiento les proporciona ropa protectora, mascarillas y palas, y les asigna una casa que limpiar. La de Albert está cerrada a cal y canto y tiene aún gran parte del jardín cubierta de una pasta espesa color naranja.
Unas calles más abajo está lo que queda de la vivienda de los Scholz. La familia no quiere dejar Devecser, pero los peritos del Gobierno ya le ha dicho que no podrá usar su casa nunca más porque la estructura está dañada.
"El ayuntamiento está comprando las casas de la gente que no quiere volver", explica Evelin Scholz en lo que era el jardín de la casa donde viven su hermano y su madre. Ahora es un amasijo de tierra removida, yeso blanco para neutralizar la causticidad del barro y hierros de bicicletas cuya forma apenas puede presentirse.
"Nos han dicho que podremos vivir en una de esas casas, que están en la parte del pueblo que no resultó afectada", señala. "Entiendo que la gente no quiera vivir aquí nunca más, pero hay muchos habitantes que no tienen otra opción", añade antes de retomar la tarea de limpiar una casa donde su madre ha vivido 50 años y que pronto será derribada.

La minera del 'vertido rojo' pagará 5,5 millones de indemnizaciones

Publico

La empresa propietaria de la balsa de acumulación de lodos que causó hace dos semanas un vertido tóxico en Hungría abonará 5,5 millones de euros durante los próximos 5 años a las víctimas de la riada contaminante.
El presidente de la compañía, Lajos Tolnay, ha confirmado el pago de estas indemnizaciones y ha asegurado que no fue posible prevenir el desastre, que se ha cobrado 9 vidas y causó heridas a 150 personas. "Nada indicaba que se acercaba el peligro", aseguró el responsable de la minera Magyar Aluminium (MAL).
"Siempre controlamos el dique, cada día", ha asegurado Tolnay, quien rechazó tener ninguna responsabilidad en el accidente, según informa hoy la agencia MTI. Respecto a la responsabilidad de la empresa, el directivo explicó que "por el momento no se pueden articular opiniones exactas, pero la tragedia humana tiene que ser tratada de alguna manera".
También explicó que la compañía ha hecho los preparativos necesarios para evitar futuros desastres. Así, el lodo rojo que se genera en la producción de aluminio será almacenado a partir de ahora en "una balsa cuatro veces más segura que la que sufrió la rotura".
La semana pasada, el primer ministro, Viktor Orbán, prometió castigar "severamente" a los responsables y anunció también que la Policía había detenido al director de la empresa, Zoltán Bakonyi, aunque posteriormente fue puesto en libertad por falta de pruebas.
La empresa retomó su actividad el 15 de octubre, bajo control estatal, para mantener los más de 3.000 puestos de trabajo que genera. MAL fue fundada en 1995 tras la privatización del sector industrial del país ex comunista.
Uno de sus centros de producción más importantes es el de Ajka, a 160 kilómetros al suroeste de Budapest, donde se produjo el accidente el día 4, al romperse una balsa de acumulación de lodos que inundaron 40 kilómetros de suelo, en la que es calificada como la peor catástrofe ecológica de la historia de Hungría.

2010/10/15

Sólo una "fortaleza" evitará otro vertido de lodo

Publico


Ayer, poco después del mediodía, el sol brillaba con fuerza sobre la balsa número 10. Esta piscina del tamaño de cuatro campos de fútbol en Ajka (Hungría) contiene aún 2,5 millones de metros cúbicos de lodo rojo que, con el buen tiempo, se está convirtiendo en un polvo letal. Sus partículas corrosivas son tan pequeñas que llegan a lo más profundo del sistema respiratorio y el viento puede arrastrarlas a decenas de kilómetros.
"Estoy rezando para que llueva y para que no caiga una gota al mismo tiempo", confesó ayer Zoltan Illes, secretario de Estado de Medio Ambiente, junto al boquete de 50 metros por el que el 4 de octubre salió un millón de metros cúbicos de lodo. La riada ha arrasado varios pueblos, matado a nueve personas y destruido cientos de casas en Kolontár y Devecser, las dos poblaciones que aún luchan contra la peor catástrofe medioambiental que ha visto el país.
La situación no podría ser más tensa. La lluvia evitará que se forme polvo, pero también contribuirá a agrandar las enormes grietas de 25 metros que tienen los muros de la balsa, propiedad de Magyar Aluminium (MAL), un mastodonte industrial del periodo comunista que fue privatizado en 1995. Eso ocasionará una nueva riada de lodo abrasivo que, arrastrado por el arroyo Torna, llegará hasta el río Raba y después al Danubio, como ya sucedió hace una semana. "No tenemos apenas formas de remediar que eso suceda", alertó Illes, delante de un mapa que mostraba en rojo las áreas que resultarían arrasadas en caso de una nueva riada, que también contaminaría los acuíferos subterráneos. "Nuestros expertos consideran que hay casi un 100% de seguridad de que estos muros se van a caer", añadió.
En Kolontár, a un 1,5 kilómetros de la balsa, las excavadoras terminaban ayer el último de los diques que debe salvar a esta población y a la vecina Devecser de un segundo "tsunami de lodo rojo", como lo definió Illes. El baluarte, un talud de unos tres metros de alto hecho de tierra y rocas, no sólo debe aguantar la llegada de los barros de la balsa 10, sino también los de la 9. Se trata de otra enorme piscina que contiene cinco millones de metros cúbicos de agua y lodo abrasivo. El Gobierno húngaro teme que si caen los muros de la balsa 10, arrastrarán consigo los de la 9, que podría causar una segunda riada peor que la primera.
"La población estará totalmente segura tras este muro", afirmaba ayer Illes. Al otro lado queda la zona muerta, donde el Torna sigue llevando un agua casi tan roja como la sangre. A pesar del riesgo, los 800 habitantes de Kolontár regresarán a sus casas hoy al mediodía, tras seis días de evacuación, según explicó ayer Tibor Dobson, portavoz del equipo que gestiona la catástrofe.
Este regreso no es una vuelta a la normalidad. El Gobierno magiar afronta ahora una descomunal empresa: construir un muro secundario alrededor de la reserva 10 para asegurarse de que nada salga de ella. Lo primero es tapar el enorme boquete que abrió la fuerza del agua en la esquina del muro norte, donde ayer por la mañana se detectaron nuevas fisuras, mientras las que ya se conocían han aumentado de tamaño. "Tendrá que hacerse con grandes bloques de hormigón acarreados por helicópteros", decía Illes. Después, para sellar el lodo y evitar que se convierta en polvo, habrá que cubrir toda la balsa con productos químicos y tierra para evitar que el viento se lo lleve. Illes llama "fortaleza" a esta obra faraónica.
Aún no sabe quién pagará la cuenta, pero calcula que será de hasta 200 millones de dólares (142 millones de euros). Además, hay que construir contra reloj, pues cada día de sol presenta una nueva amenaza. El polvo es muy fino. Penetra hasta lo más profundo de los pulmones y causa irritación y, con exposiciones muy largas, siliciosis, según expertos de la Academia de Ciencias de Hungría. Es la misma enfermedad que ha acabado con la vida de miles de mineros y obreros que trabajaban con amianto.

Polvo dañino

"El nivel de concentración de partículas potencialmente dañinas en el polvo que hay en el suelo es de 5.000 microgramos por metro cúbico", explicaba ayer Jurrien Westernot, activista de Greenpeace, cerca del puente de la calle Kossuth de Kolontár, que fue reducido a una deforme masa de asfalto y hierros por la riada de lodo rojo. "La UE sitúa el nivel de riesgo en 50 durante un periodo de 35 días", advertía.
El Gobierno tenía previsto que hoy se retomase la producción de aluminio en la planta de MAL en Ajka. Por el momento, sólo hay una balsa apta en la que podrá verter sus residuos: sosa cáustica, óxido de hierro y metales pesados como el arsénico, que puede producir leucemia. Tiene una capacidad de 250.000 metros cúbicos y estará llena en un año. Después MAL tendrá que dejar de producir o cambiar su tecnología para generar menos residuos, aseguró Illes.
El cierre pondría en la calle a los 1.100 empleados directos de la empresa y parte de sus casi 2.000 subcontratados. Pero según Illes, la culpable es MAL. La licencia de la compañía expira en 2011 y, a pesar de ello, no han pedido una nueva, explicó. "¿Cómo puede ser que no supieran que ya no les quedaba espacio para poner sus residuos?", se preguntaba ayer mientras los geólogos hacían catas del muro en busca de nuevas grietas.

Sólo una "fortaleza" evitará otro vertido de lodo

Publico


Ayer, poco después del mediodía, el sol brillaba con fuerza sobre la balsa número 10. Esta piscina del tamaño de cuatro campos de fútbol en Ajka (Hungría) contiene aún 2,5 millones de metros cúbicos de lodo rojo que, con el buen tiempo, se está convirtiendo en un polvo letal. Sus partículas corrosivas son tan pequeñas que llegan a lo más profundo del sistema respiratorio y el viento puede arrastrarlas a decenas de kilómetros.
"Estoy rezando para que llueva y para que no caiga una gota al mismo tiempo", confesó ayer Zoltan Illes, secretario de Estado de Medio Ambiente, junto al boquete de 50 metros por el que el 4 de octubre salió un millón de metros cúbicos de lodo. La riada ha arrasado varios pueblos, matado a nueve personas y destruido cientos de casas en Kolontár y Devecser, las dos poblaciones que aún luchan contra la peor catástrofe medioambiental que ha visto el país.
La situación no podría ser más tensa. La lluvia evitará que se forme polvo, pero también contribuirá a agrandar las enormes grietas de 25 metros que tienen los muros de la balsa, propiedad de Magyar Aluminium (MAL), un mastodonte industrial del periodo comunista que fue privatizado en 1995. Eso ocasionará una nueva riada de lodo abrasivo que, arrastrado por el arroyo Torna, llegará hasta el río Raba y después al Danubio, como ya sucedió hace una semana. "No tenemos apenas formas de remediar que eso suceda", alertó Illes, delante de un mapa que mostraba en rojo las áreas que resultarían arrasadas en caso de una nueva riada, que también contaminaría los acuíferos subterráneos. "Nuestros expertos consideran que hay casi un 100% de seguridad de que estos muros se van a caer", añadió.
En Kolontár, a un 1,5 kilómetros de la balsa, las excavadoras terminaban ayer el último de los diques que debe salvar a esta población y a la vecina Devecser de un segundo "tsunami de lodo rojo", como lo definió Illes. El baluarte, un talud de unos tres metros de alto hecho de tierra y rocas, no sólo debe aguantar la llegada de los barros de la balsa 10, sino también los de la 9. Se trata de otra enorme piscina que contiene cinco millones de metros cúbicos de agua y lodo abrasivo. El Gobierno húngaro teme que si caen los muros de la balsa 10, arrastrarán consigo los de la 9, que podría causar una segunda riada peor que la primera.
"La población estará totalmente segura tras este muro", afirmaba ayer Illes. Al otro lado queda la zona muerta, donde el Torna sigue llevando un agua casi tan roja como la sangre. A pesar del riesgo, los 800 habitantes de Kolontár regresarán a sus casas hoy al mediodía, tras seis días de evacuación, según explicó ayer Tibor Dobson, portavoz del equipo que gestiona la catástrofe.
Este regreso no es una vuelta a la normalidad. El Gobierno magiar afronta ahora una descomunal empresa: construir un muro secundario alrededor de la reserva 10 para asegurarse de que nada salga de ella. Lo primero es tapar el enorme boquete que abrió la fuerza del agua en la esquina del muro norte, donde ayer por la mañana se detectaron nuevas fisuras, mientras las que ya se conocían han aumentado de tamaño. "Tendrá que hacerse con grandes bloques de hormigón acarreados por helicópteros", decía Illes. Después, para sellar el lodo y evitar que se convierta en polvo, habrá que cubrir toda la balsa con productos químicos y tierra para evitar que el viento se lo lleve. Illes llama "fortaleza" a esta obra faraónica.
Aún no sabe quién pagará la cuenta, pero calcula que será de hasta 200 millones de dólares (142 millones de euros). Además, hay que construir contra reloj, pues cada día de sol presenta una nueva amenaza. El polvo es muy fino. Penetra hasta lo más profundo de los pulmones y causa irritación y, con exposiciones muy largas, siliciosis, según expertos de la Academia de Ciencias de Hungría. Es la misma enfermedad que ha acabado con la vida de miles de mineros y obreros que trabajaban con amianto.

Polvo dañino

"El nivel de concentración de partículas potencialmente dañinas en el polvo que hay en el suelo es de 5.000 microgramos por metro cúbico", explicaba ayer Jurrien Westernot, activista de Greenpeace, cerca del puente de la calle Kossuth de Kolontár, que fue reducido a una deforme masa de asfalto y hierros por la riada de lodo rojo. "La UE sitúa el nivel de riesgo en 50 durante un periodo de 35 días", advertía.
El Gobierno tenía previsto que hoy se retomase la producción de aluminio en la planta de MAL en Ajka. Por el momento, sólo hay una balsa apta en la que podrá verter sus residuos: sosa cáustica, óxido de hierro y metales pesados como el arsénico, que puede producir leucemia. Tiene una capacidad de 250.000 metros cúbicos y estará llena en un año. Después MAL tendrá que dejar de producir o cambiar su tecnología para generar menos residuos, aseguró Illes.
El cierre pondría en la calle a los 1.100 empleados directos de la empresa y parte de sus casi 2.000 subcontratados. Pero según Illes, la culpable es MAL. La licencia de la compañía expira en 2011 y, a pesar de ello, no han pedido una nueva, explicó. "¿Cómo puede ser que no supieran que ya no les quedaba espacio para poner sus residuos?", se preguntaba ayer mientras los geólogos hacían catas del muro en busca de nuevas grietas.

Sólo una "fortaleza" evitará otro vertido de lodo

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Ayer, poco después del mediodía, el sol brillaba con fuerza sobre la balsa número 10. Esta piscina del tamaño de cuatro campos de fútbol en Ajka (Hungría) contiene aún 2,5 millones de metros cúbicos de lodo rojo que, con el buen tiempo, se está convirtiendo en un polvo letal. Sus partículas corrosivas son tan pequeñas que llegan a lo más profundo del sistema respiratorio y el viento puede arrastrarlas a decenas de kilómetros.
"Estoy rezando para que llueva y para que no caiga una gota al mismo tiempo", confesó ayer Zoltan Illes, secretario de Estado de Medio Ambiente, junto al boquete de 50 metros por el que el 4 de octubre salió un millón de metros cúbicos de lodo. La riada ha arrasado varios pueblos, matado a nueve personas y destruido cientos de casas en Kolontár y Devecser, las dos poblaciones que aún luchan contra la peor catástrofe medioambiental que ha visto el país.
La situación no podría ser más tensa. La lluvia evitará que se forme polvo, pero también contribuirá a agrandar las enormes grietas de 25 metros que tienen los muros de la balsa, propiedad de Magyar Aluminium (MAL), un mastodonte industrial del periodo comunista que fue privatizado en 1995. Eso ocasionará una nueva riada de lodo abrasivo que, arrastrado por el arroyo Torna, llegará hasta el río Raba y después al Danubio, como ya sucedió hace una semana. "No tenemos apenas formas de remediar que eso suceda", alertó Illes, delante de un mapa que mostraba en rojo las áreas que resultarían arrasadas en caso de una nueva riada, que también contaminaría los acuíferos subterráneos. "Nuestros expertos consideran que hay casi un 100% de seguridad de que estos muros se van a caer", añadió.
En Kolontár, a un 1,5 kilómetros de la balsa, las excavadoras terminaban ayer el último de los diques que debe salvar a esta población y a la vecina Devecser de un segundo "tsunami de lodo rojo", como lo definió Illes. El baluarte, un talud de unos tres metros de alto hecho de tierra y rocas, no sólo debe aguantar la llegada de los barros de la balsa 10, sino también los de la 9. Se trata de otra enorme piscina que contiene cinco millones de metros cúbicos de agua y lodo abrasivo. El Gobierno húngaro teme que si caen los muros de la balsa 10, arrastrarán consigo los de la 9, que podría causar una segunda riada peor que la primera.
"La población estará totalmente segura tras este muro", afirmaba ayer Illes. Al otro lado queda la zona muerta, donde el Torna sigue llevando un agua casi tan roja como la sangre. A pesar del riesgo, los 800 habitantes de Kolontár regresarán a sus casas hoy al mediodía, tras seis días de evacuación, según explicó ayer Tibor Dobson, portavoz del equipo que gestiona la catástrofe.
Este regreso no es una vuelta a la normalidad. El Gobierno magiar afronta ahora una descomunal empresa: construir un muro secundario alrededor de la reserva 10 para asegurarse de que nada salga de ella. Lo primero es tapar el enorme boquete que abrió la fuerza del agua en la esquina del muro norte, donde ayer por la mañana se detectaron nuevas fisuras, mientras las que ya se conocían han aumentado de tamaño. "Tendrá que hacerse con grandes bloques de hormigón acarreados por helicópteros", decía Illes. Después, para sellar el lodo y evitar que se convierta en polvo, habrá que cubrir toda la balsa con productos químicos y tierra para evitar que el viento se lo lleve. Illes llama "fortaleza" a esta obra faraónica.
Aún no sabe quién pagará la cuenta, pero calcula que será de hasta 200 millones de dólares (142 millones de euros). Además, hay que construir contra reloj, pues cada día de sol presenta una nueva amenaza. El polvo es muy fino. Penetra hasta lo más profundo de los pulmones y causa irritación y, con exposiciones muy largas, siliciosis, según expertos de la Academia de Ciencias de Hungría. Es la misma enfermedad que ha acabado con la vida de miles de mineros y obreros que trabajaban con amianto.

Polvo dañino

"El nivel de concentración de partículas potencialmente dañinas en el polvo que hay en el suelo es de 5.000 microgramos por metro cúbico", explicaba ayer Jurrien Westernot, activista de Greenpeace, cerca del puente de la calle Kossuth de Kolontár, que fue reducido a una deforme masa de asfalto y hierros por la riada de lodo rojo. "La UE sitúa el nivel de riesgo en 50 durante un periodo de 35 días", advertía.
El Gobierno tenía previsto que hoy se retomase la producción de aluminio en la planta de MAL en Ajka. Por el momento, sólo hay una balsa apta en la que podrá verter sus residuos: sosa cáustica, óxido de hierro y metales pesados como el arsénico, que puede producir leucemia. Tiene una capacidad de 250.000 metros cúbicos y estará llena en un año. Después MAL tendrá que dejar de producir o cambiar su tecnología para generar menos residuos, aseguró Illes.
El cierre pondría en la calle a los 1.100 empleados directos de la empresa y parte de sus casi 2.000 subcontratados. Pero según Illes, la culpable es MAL. La licencia de la compañía expira en 2011 y, a pesar de ello, no han pedido una nueva, explicó. "¿Cómo puede ser que no supieran que ya no les quedaba espacio para poner sus residuos?", se preguntaba ayer mientras los geólogos hacían catas del muro en busca de nuevas grietas.

Sólo una "fortaleza" evitará otro vertido de lodo

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Ayer, poco después del mediodía, el sol brillaba con fuerza sobre la balsa número 10. Esta piscina del tamaño de cuatro campos de fútbol en Ajka (Hungría) contiene aún 2,5 millones de metros cúbicos de lodo rojo que, con el buen tiempo, se está convirtiendo en un polvo letal. Sus partículas corrosivas son tan pequeñas que llegan a lo más profundo del sistema respiratorio y el viento puede arrastrarlas a decenas de kilómetros.
"Estoy rezando para que llueva y para que no caiga una gota al mismo tiempo", confesó ayer Zoltan Illes, secretario de Estado de Medio Ambiente, junto al boquete de 50 metros por el que el 4 de octubre salió un millón de metros cúbicos de lodo. La riada ha arrasado varios pueblos, matado a nueve personas y destruido cientos de casas en Kolontár y Devecser, las dos poblaciones que aún luchan contra la peor catástrofe medioambiental que ha visto el país.
La situación no podría ser más tensa. La lluvia evitará que se forme polvo, pero también contribuirá a agrandar las enormes grietas de 25 metros que tienen los muros de la balsa, propiedad de Magyar Aluminium (MAL), un mastodonte industrial del periodo comunista que fue privatizado en 1995. Eso ocasionará una nueva riada de lodo abrasivo que, arrastrado por el arroyo Torna, llegará hasta el río Raba y después al Danubio, como ya sucedió hace una semana. "No tenemos apenas formas de remediar que eso suceda", alertó Illes, delante de un mapa que mostraba en rojo las áreas que resultarían arrasadas en caso de una nueva riada, que también contaminaría los acuíferos subterráneos. "Nuestros expertos consideran que hay casi un 100% de seguridad de que estos muros se van a caer", añadió.
En Kolontár, a un 1,5 kilómetros de la balsa, las excavadoras terminaban ayer el último de los diques que debe salvar a esta población y a la vecina Devecser de un segundo "tsunami de lodo rojo", como lo definió Illes. El baluarte, un talud de unos tres metros de alto hecho de tierra y rocas, no sólo debe aguantar la llegada de los barros de la balsa 10, sino también los de la 9. Se trata de otra enorme piscina que contiene cinco millones de metros cúbicos de agua y lodo abrasivo. El Gobierno húngaro teme que si caen los muros de la balsa 10, arrastrarán consigo los de la 9, que podría causar una segunda riada peor que la primera.
"La población estará totalmente segura tras este muro", afirmaba ayer Illes. Al otro lado queda la zona muerta, donde el Torna sigue llevando un agua casi tan roja como la sangre. A pesar del riesgo, los 800 habitantes de Kolontár regresarán a sus casas hoy al mediodía, tras seis días de evacuación, según explicó ayer Tibor Dobson, portavoz del equipo que gestiona la catástrofe.
Este regreso no es una vuelta a la normalidad. El Gobierno magiar afronta ahora una descomunal empresa: construir un muro secundario alrededor de la reserva 10 para asegurarse de que nada salga de ella. Lo primero es tapar el enorme boquete que abrió la fuerza del agua en la esquina del muro norte, donde ayer por la mañana se detectaron nuevas fisuras, mientras las que ya se conocían han aumentado de tamaño. "Tendrá que hacerse con grandes bloques de hormigón acarreados por helicópteros", decía Illes. Después, para sellar el lodo y evitar que se convierta en polvo, habrá que cubrir toda la balsa con productos químicos y tierra para evitar que el viento se lo lleve. Illes llama "fortaleza" a esta obra faraónica.
Aún no sabe quién pagará la cuenta, pero calcula que será de hasta 200 millones de dólares (142 millones de euros). Además, hay que construir contra reloj, pues cada día de sol presenta una nueva amenaza. El polvo es muy fino. Penetra hasta lo más profundo de los pulmones y causa irritación y, con exposiciones muy largas, siliciosis, según expertos de la Academia de Ciencias de Hungría. Es la misma enfermedad que ha acabado con la vida de miles de mineros y obreros que trabajaban con amianto.

Polvo dañino

"El nivel de concentración de partículas potencialmente dañinas en el polvo que hay en el suelo es de 5.000 microgramos por metro cúbico", explicaba ayer Jurrien Westernot, activista de Greenpeace, cerca del puente de la calle Kossuth de Kolontár, que fue reducido a una deforme masa de asfalto y hierros por la riada de lodo rojo. "La UE sitúa el nivel de riesgo en 50 durante un periodo de 35 días", advertía.
El Gobierno tenía previsto que hoy se retomase la producción de aluminio en la planta de MAL en Ajka. Por el momento, sólo hay una balsa apta en la que podrá verter sus residuos: sosa cáustica, óxido de hierro y metales pesados como el arsénico, que puede producir leucemia. Tiene una capacidad de 250.000 metros cúbicos y estará llena en un año. Después MAL tendrá que dejar de producir o cambiar su tecnología para generar menos residuos, aseguró Illes.
El cierre pondría en la calle a los 1.100 empleados directos de la empresa y parte de sus casi 2.000 subcontratados. Pero según Illes, la culpable es MAL. La licencia de la compañía expira en 2011 y, a pesar de ello, no han pedido una nueva, explicó. "¿Cómo puede ser que no supieran que ya no les quedaba espacio para poner sus residuos?", se preguntaba ayer mientras los geólogos hacían catas del muro en busca de nuevas grietas.

Sólo una "fortaleza" evitará otro vertido de lodo

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Ayer, poco después del mediodía, el sol brillaba con fuerza sobre la balsa número 10. Esta piscina del tamaño de cuatro campos de fútbol en Ajka (Hungría) contiene aún 2,5 millones de metros cúbicos de lodo rojo que, con el buen tiempo, se está convirtiendo en un polvo letal. Sus partículas corrosivas son tan pequeñas que llegan a lo más profundo del sistema respiratorio y el viento puede arrastrarlas a decenas de kilómetros.
"Estoy rezando para que llueva y para que no caiga una gota al mismo tiempo", confesó ayer Zoltan Illes, secretario de Estado de Medio Ambiente, junto al boquete de 50 metros por el que el 4 de octubre salió un millón de metros cúbicos de lodo. La riada ha arrasado varios pueblos, matado a nueve personas y destruido cientos de casas en Kolontár y Devecser, las dos poblaciones que aún luchan contra la peor catástrofe medioambiental que ha visto el país.
La situación no podría ser más tensa. La lluvia evitará que se forme polvo, pero también contribuirá a agrandar las enormes grietas de 25 metros que tienen los muros de la balsa, propiedad de Magyar Aluminium (MAL), un mastodonte industrial del periodo comunista que fue privatizado en 1995. Eso ocasionará una nueva riada de lodo abrasivo que, arrastrado por el arroyo Torna, llegará hasta el río Raba y después al Danubio, como ya sucedió hace una semana. "No tenemos apenas formas de remediar que eso suceda", alertó Illes, delante de un mapa que mostraba en rojo las áreas que resultarían arrasadas en caso de una nueva riada, que también contaminaría los acuíferos subterráneos. "Nuestros expertos consideran que hay casi un 100% de seguridad de que estos muros se van a caer", añadió.
En Kolontár, a un 1,5 kilómetros de la balsa, las excavadoras terminaban ayer el último de los diques que debe salvar a esta población y a la vecina Devecser de un segundo "tsunami de lodo rojo", como lo definió Illes. El baluarte, un talud de unos tres metros de alto hecho de tierra y rocas, no sólo debe aguantar la llegada de los barros de la balsa 10, sino también los de la 9. Se trata de otra enorme piscina que contiene cinco millones de metros cúbicos de agua y lodo abrasivo. El Gobierno húngaro teme que si caen los muros de la balsa 10, arrastrarán consigo los de la 9, que podría causar una segunda riada peor que la primera.
"La población estará totalmente segura tras este muro", afirmaba ayer Illes. Al otro lado queda la zona muerta, donde el Torna sigue llevando un agua casi tan roja como la sangre. A pesar del riesgo, los 800 habitantes de Kolontár regresarán a sus casas hoy al mediodía, tras seis días de evacuación, según explicó ayer Tibor Dobson, portavoz del equipo que gestiona la catástrofe.
Este regreso no es una vuelta a la normalidad. El Gobierno magiar afronta ahora una descomunal empresa: construir un muro secundario alrededor de la reserva 10 para asegurarse de que nada salga de ella. Lo primero es tapar el enorme boquete que abrió la fuerza del agua en la esquina del muro norte, donde ayer por la mañana se detectaron nuevas fisuras, mientras las que ya se conocían han aumentado de tamaño. "Tendrá que hacerse con grandes bloques de hormigón acarreados por helicópteros", decía Illes. Después, para sellar el lodo y evitar que se convierta en polvo, habrá que cubrir toda la balsa con productos químicos y tierra para evitar que el viento se lo lleve. Illes llama "fortaleza" a esta obra faraónica.
Aún no sabe quién pagará la cuenta, pero calcula que será de hasta 200 millones de dólares (142 millones de euros). Además, hay que construir contra reloj, pues cada día de sol presenta una nueva amenaza. El polvo es muy fino. Penetra hasta lo más profundo de los pulmones y causa irritación y, con exposiciones muy largas, siliciosis, según expertos de la Academia de Ciencias de Hungría. Es la misma enfermedad que ha acabado con la vida de miles de mineros y obreros que trabajaban con amianto.

Polvo dañino

"El nivel de concentración de partículas potencialmente dañinas en el polvo que hay en el suelo es de 5.000 microgramos por metro cúbico", explicaba ayer Jurrien Westernot, activista de Greenpeace, cerca del puente de la calle Kossuth de Kolontár, que fue reducido a una deforme masa de asfalto y hierros por la riada de lodo rojo. "La UE sitúa el nivel de riesgo en 50 durante un periodo de 35 días", advertía.
El Gobierno tenía previsto que hoy se retomase la producción de aluminio en la planta de MAL en Ajka. Por el momento, sólo hay una balsa apta en la que podrá verter sus residuos: sosa cáustica, óxido de hierro y metales pesados como el arsénico, que puede producir leucemia. Tiene una capacidad de 250.000 metros cúbicos y estará llena en un año. Después MAL tendrá que dejar de producir o cambiar su tecnología para generar menos residuos, aseguró Illes.
El cierre pondría en la calle a los 1.100 empleados directos de la empresa y parte de sus casi 2.000 subcontratados. Pero según Illes, la culpable es MAL. La licencia de la compañía expira en 2011 y, a pesar de ello, no han pedido una nueva, explicó. "¿Cómo puede ser que no supieran que ya no les quedaba espacio para poner sus residuos?", se preguntaba ayer mientras los geólogos hacían catas del muro en busca de nuevas grietas.

España protesta por la asesoría de Boliden

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España criticó ayer en la Unión Europea la elección de la empresa Boliden, causante del vertido en Aznalcóllar, como asesora de Hungría en la gestión de la contaminación por barro rojo. Hungría había pedido un puñado de expertos en descontaminación a la Unión Europea y Suecia ofreció a los responsables de esta empresa, responsable de la catástrofe ecológica en el parque de Doñana en 1998. "Creo que hay hoy mejores especialistas en la Unión Europea para dar solución a una gran catástrofe", ironizó la ministra de Medio Ambiente, Elena Espinosa, asegurando que España ofreció también asesoramiento técnico que no fue tenido en cuenta por Budapest.
Espinosa hizo estas declaraciones a su entrada en el Consejo de Ministros de Medio Ambiente en el que ayer el titular húngaro detalló las medidas de su Gobierno para luchar contra el vertido. "No queremos que esto vuelva a pasar, así que hay que aprender la lección", resumieron fuentes presentes en el debate. Entre las posibles medidas legales está el endurecimiento de las directivas europeas que regulan la prevención de desastres y los requisitos para que las industrias peligrosas obtengan permisos.

Presidencia húngara

Hungría asumirá la presidencia rotatoria de la UE en enero, tomando el relevo de Bélgica, y una de sus prioridades será promover una ley comunitaria que declare el barro rojo como material peligroso, incorporándolo a la lista europea de productos contaminantes. Así lo explicó ayer Zoltan Illes, secretario de Estado de Medio Ambiente húngaro, durante una visita a la zona del desastre químico que ha azotado al país. "Otra de nuestras prioridades será crear un fondo europeo de ayuda para los países que sufran este tipo de catástrofes", aseguró Illes. Por su parte, fuentes comunitarias recordaron que la legislación europea "acaba de ser modificada", por lo que descartaron medidas a corto plazo.
Otra de las "estupideces" que Illes pretende cambiar es la ley húngara que otorga a las autoridades municipales las competencias de revisar el estado de las "construcciones", un término muy vago en el que están incluidas las balsas de residuos de la minería y la industria. "Es una locura, los ayuntamientos no tienen expertos ni medios para realizar ese trabajo", denunció Illes.

Hungría reza para que llueva... o no

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El secretario de Estado de Medioambiente, Zoltan Illes, ha apuntado hoy que tapar toda la balsa, que la pasada semana vertió toneladas de lodo tóxico en Kolontár, Hungría, costará entre 100 y 200 millones de dólares y, de momento, no disponen de una partida presupuestaria para ello. En este momento, se está utilizando una balsa nueva, la 10-A, con la que la compañía tendría un año más de operación, mientras continúa el riesgo por un nuevo vertido.
Si no lloviera en los próximos días el lodo se secaría y las partículas de polvo contaminarían el aire. Sin embargo, si llueve los muros se pueden romper y pueden dejar salir los 2,5 millones de metros cúbicos que aún quedan en la balsa. Además, en la balsa contigua, la 9, hay 5 millones de metros cúbicos de agua y lodo y existe el riesgo de que el muro que separa ambos depósitos se pueda romper y se produjera una nueva riada.
Los técnicos que revisan contínuamente la instalación han detectado grietas nuevas y han señalado que las que ya estaban rotas han crecido de tamaño.

Planes de contención

Tras las inspecciones de los últimos días, la compañía ha concluido que tardarán un año en tapar todas las roturas. El Gobierno les ha exigido que tengan un plan definitivo en dos semanas y le dan de plazo tres meses para que todo quede sellado. Uno de los proyectos para sellar los diques es dejar caer bloques de cemento en el agujero desde helicópteros y cubrir con toneladas de tierra el depósito para que no se evapore el agua y se libera el polvo tóxico.
El mayor riesgo es que la balsa 9 se desborde, por lo que están bombeando con tuberías el líquido a la 10-A, que es la que se encuentra en mejor estado. Para reparar la presa rota, los técnicos han señalado que los muros son inservibles y habría que construir una "fortaleza" que rodeara a la actual instalación. A los problemas medioambientales que ha generado esta tragedia, que además se ha cobrado la vida de nueve personas, los 1.100 trabajadores y más los 3.300 subcontratados de la instalación corren el riesgo de ser despedidos.

Algunos vecinos volverán a la aldea contaminada pese al riesgo de un nuevo vertido

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El Gobierno húngaro ha asegurado hoy que los habitantes de Kolontár, la aldea más afectada por el vertido tóxico de la pasada semana, pueden regresar ya mañana a sus casas, pese a que sigue existiendo el riesgo de una nueva riada. El secretario de Estado de Medio Ambiente, Zoltán Illés, insistió en la posibilidad de que la balsa que provocó el vertido del día 4 termine de fracturarse, lo que causaría una nueva fuga tóxica.
Illés explicó que siguen aumentando de tamaño las grietas en la balsa, donde ya hay un boquete de unos 20 metros de ancho y cuyos muros norte y oeste amenazan con desplomarse. Una de las fisuras tiene ya 55 centímetros, después de haberse ensanchado 1,5 centímetros desde ayer. Pese a ello, el Gobierno mantiene que no hay riesgo para los vecinos al entender que el dique de protección construido, en previsión de una nueva fuga, es suficiente protección.
"El dique de contención da la suficiente seguridad a los habitantes de Kolontár", aseguró hoy el secretario de Estado de Medio Ambiente, Zoltán Illés, según recoge la agencia MTI. Ante el riesgo de un nuevo vertido, las autoridades han levantado un dique de 1.500 metros de largo que aseguran será capaz de desviar y contener una nueva avalancha. Illés explicó que los aproximadamente 700 habitantes de la localidad serán informados a lo largo del día de hoy de que a partir de mañana podrán regresar a sus casas.
El pueblo fue evacuado el sábado ante el peligro de que se fracturara totalmente la balsa de la el pasado día 4 se escapó la ola de lodos contaminantes. Desde entonces, las autoridades permitieron a algunos vecinos acceder a sus propiedades para alimentar a sus animales de granja. Sin embargo, una veintena de habitantes decidió regresar el mismo día de la evacuación, aunque se les exigió que firmaran una declaración en la que asumían la responsabilidad de volver a la zona de peligro.

El polvo del barro rojo puede causar silicosis

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El polvo de los barros rojos que han asolado 40 kilómetros cuadrados del suroeste de Hungría puede causar silicosis, la misma enfermedad pulmonar irreversible que provoca el amianto y que sufren los mineros. Así lo explicó ayer a este diario Janos Szépvölgyi, jefe del grupo de científicos húngaros que están analizando el contenido de los residuos industriales que arrasaron la zona el 4 de octubre. "Ahora la prioridad es retirar todo el barro", advirtió Szépvölgyi.
Según un informe de la Academia de Ciencias de Hungría publicado ayer, el lodo que aún están recogiendo los voluntarios y el ejército puede tener hasta un 50% más de arsénico que el producto que los expertos están usando como referencia: los residuos sólidos que producen las centrales de tratamiento de excrementos humanos y que se usa como abono, explicó ayer Szépvölgyi. Sin embargo, el trabajo advierte de que el arsénico y los metales pesados que contienen estos residuos no se han disuelto en el agua, no han contaminado las reservas de las que beben los habitantes de Kolontár, Devecser y el resto de localidades afectadas, y no han penetrado en el suelo más de diez centímetros.
El experto calcula que habrá que retirar hasta 1.000 toneladas de barro de una extensión de 800 hectáreas (una hectárea equivale a un campo de fútbol). Cuando el barro se seca y se convierte en polvo, la concentración de partículas corrosivas para el sistema respiratorio está "muy por encima" de los niveles del polvo normal, advirtió Szépvölgyi
Después de arrasar cientos de casas y matar a nueve personas la última murió ayer en un hospital de Ajka, el vertido está salpicando tanto al Gobierno como a Magyar Aluminium (MAL), la empresa propietaria de la balsa de lodos.
El Gobierno mantiene que la rotura de la balsa, que liberó un millón de metros cúbicos de lodo, se debió a errores humanos. La compañía sigue aferrándose a que nunca podría haber evitado el desastre, pues se debió a causas naturales (un exceso de lluvias que hizo caer el muro de la presa).
Ayer se publicó una fotografía aérea de la balsa tomada hace cuatro meses en la que puede verse cómo entonces el lodo rojo ya se escapaba de la presa. La policía está usando la imagen, tomada por la empresa Interspect, como prueba en sus investigaciones sobre cómo el muro pudo desmoronarse a pesar de que los expertos del Gobierno la habían inspeccionado dos semanas antes sin encontrar ningún problema.

Amenazas a los trabajadores

Los investigadores también cuentan con el testimonio de 20 empleados de MAL en contra de los directivos de la empresa, según el diario húngaro Nepszabadsag. El colectivo, que incluye a varios ejecutivos, dice que Zoltán Bakonyi, el director de MAL, sabía que el muro era peligroso y tenía grietas, pero lo ignoró y amenazó con el despido a cualquiera que hablara de ello.
Ninguna de las dos pruebas convenció ayer a la jueza del tribunal de la ciudad de Veszprém, donde se esperaba que Bakonyi, arrestado desde el lunes, fuera acusado de negligencia y de no haber previsto planes de emergencia, por lo que podría pasar en la cárcel hasta diez años. Tras una vista de dos horas, el tribunal dejó libre y sin cargos a Bakonyi por falta de pruebas. El fiscal ha recurrido y habrá una nueva vista, aún sin fecha, en el tribunal del condado de Vezprém Megye.
El ejecutivo salió de los juzgados alzando las manos sin esposas ante la prensa antes de meterse en un coche con las lunas tintadas. A la puerta del juzgado, Arpad Bakonyi, padre de Zoltán y principal accionista de MAL, volvió a defender que la compañía nunca ha tenido constancia de que la presa estuviera en mal estado.
Durante una visita a la zona, el ministro del Interior, Sandor Pinter, anunció ayer que los habitantes de Konlontár podrán regresar a sus casas el viernes, seis días después de que la policía los evacuara.

MAL volverá a abrir a final de semana

La fábrica de Magyar Aluminium (MAL), un enorme complejo industrial teñido de naranja por el óxido de hierro a las afueras de Ajka, podrá volver a la producción el jueves o el viernes, explicó ayer Gyorgy Bakondi, comisario del Gobierno que gestiona el vertido de barro rojo tóxico que azota el suroeste de Hungría desde el lunes de la semana pasada. MAL ha sido intervenida por el Estado y la policía seguía ayer registrando sus ordenadores, archivos y discos duros en la sede de la compañía. El Gobierno podrá estar al mando de la empresa por un período de hasta dos años, de acuerdo con la ley de nacionalización aprobada por el Parlamento magiar el martes. Bakondi recordó que el Gobierno mantiene que el desastre “sólo pudo ser ocasionado por un error humano o tecnológico”.

2010/10/13

Amenazados con el despido si denunciaban los riesgos del vertido en Hungría

20minutos

Varios empleados de la empresa que causó el vertido tóxico en Hungría fueron amenazados con el despido para que no denunciaran el mal estado de la balsa de acumulación de lodos contaminantes, donde se abrió una brecha el pasado día 4
Los testimonios de esos trabajadores de la metalúrgica MAL señalan que Zoltán Bakonyi, el ex director de la firma, disponía de informaciones sobre filtraciones en la pared que se acabó rompiendo, según ha informado el diario Népszabadság en su edición digital. Bakonyi "se ocupó más de crear miedo en los que se preocupaban por el estado del dique" que por hacer algo contra las fugas en las paredes del mismo, según publica este medio.

Bakonyi fue detenido el lunes bajo la acusación de negligencia. La empresa ha sido intervenida por el Estado. La ONG WWF-Adena ya denunció hace varios días que una serie de fotografía tomadas el pasado junio permiten ver ya que existían filtraciones de lodo rojo en el muro de la balsa. Asimismo los investigadores de la Oficina Central de Investigaciones (NNI) ya cuentan con más de 20 testimonios contra Bakonyi, principalmente de parte de otros altos y medianos directivos de la empresa, señala el diario.

9 fallecidos

Con la muerte este miércoles de uno de los heridos hospitalizados, el vertido tóxico de la pasada semana se ha cobrado ya nueve vidas, ha causado heridas a 150 personas y ha provocado el mayor desastre medioambiental de la historia de Hungría. Greenpeace y otras ONG han exigido a las autoridades que publiquen lo más pronto posible los resultados de los exámenes sobre la composición exacta del lodo derramado y la posible contaminación del aire.

La organización ecologista advirtió hoy de que la concentración de polvo en suspensión es muy alta y puede causar "problemas de salud muy graves". Protección Civil ya ha recomendado a todos los trabajadores implicados en las tareas de limpieza que cambien cada dos horas sus mascarillas protectoras. Al mismo tiempo, ya terminado la construcción del dique de protección elevado para proteger a Kolontár y Devecser, las dos aldeas más cercanas a la balsa, en caso de que se produzca un nuevo vertido.

Una foto desmiente los informes oficiales sobre la rotura de la balsa en Hungría

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Una fotografía aérea, tomada meses antes de que el gigantesco depósito de Kolontar derramara toneladas de lodo tóxico la semana pasada en Hungría, revela que la balsa ya vertía un fino reguero de lodo semanas antes de la catástrofe. Una evidencia más que apunta a que los inspectores que revisaron la instalación no observaron adecuadamente los signos de peligro.
La policía está examinando la imagen como parte de una investigación sobre cómo pudo romperse parte de la pared que contenía los 350 millones de pies cúbicos de mezcla cáustica, sin que se detectaran deficiencias previas, por el equipo de inspectores de la agencia ambiental del Gobierno que había inspeccionado el contenedor del estanque menos de dos semanas antes del derrame.
El encargado de la investigación, Gyorgy Bakondi, ha asegurado que las inspecciones estaban bajo investigación, incluidas los apuntes de los inspectores de medio ambiente de que "se ha encontrado todo en orden".
A medida que la investigación policial avanza, las autoridades judiciales han programado una comparecencia ante el tribunal de Zoltan Bakony, el director gerente de la empresa propietaria del yacimiento, para decidir si debe ser acusado formalmente. En caso de que finalmente sea así, deberá permanecer bajo custodia.
La foto muestra una aparente filtración del lodo rojo en la pared norte del depósito; la misma pared que se derrumbó parcialmente hace ocho días. La imagen ha sido tomada por InterSpect, una compañía húngara que invierte parte de sus beneficios en proyectos medioambientales, tales como tomar fotos de lugares peligrosos para el medio ambiente.
El director de InterSpect, Gabor Bako, ha apuntado a que la fotografía fue tomada el 11 de junio, casi cuatro meses antes del derrame. Además, señaló que la compañía envió la imagen a universidades y grupos ecologistas, "pero no se adoptaron más medidas en el asunto" hasta que la pared se derrumbó y el líqudo cáustico inundó tres pueblos al oeste de Hungría, antes de ser transportado por vías fluviales hasta el río Danubio.

La polución del aire por el 'lodo rojo' es tres veces la permitida

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Los 1.200 operarios que trabajan para el Gobierno húngaro daban ayer los últimos retoques a los muros de contención que deben frenar la segunda ola de lodos tóxicos que están por llegar. La obra, hecha a golpe de excavadora, está casi terminada y sólo queda reforzar los diques de piedra y tierra de la ribera del Torna con dolomita, según explicó ayer a Público Gyoryi Tottos, portavoz del equipo de gestión de la catástrofe.
Mientras los operarios se afanan por evitar esta segunda oleada de barro rojo, cada vez surgen más dudas sobre los efectos de la primera en los habitantes de las localidades afectadas. Los servicios de salud pública del Gobierno húngaro han alertado de que el nivel de contaminación en la zona de Kolontár donde se están construyendo los diques es tres veces superior a lo permitido. El buen tiempo que se prevé en los próximos días podría empeorar la situación pues, cuando el pegajoso barro se seca, libera al aire una gran cantidad de partículas que son abrasivas para el sistema respiratorio.
Según otro estudio de las autoridades húngaras, sin embargo, el agua de consumo humano en ocho pueblos afectados por la riada está dentro de los niveles normales. El trabajo fue realizado entre el 4 y el 10 de octubre e incluyó 60 muestras.
El trasiego de camiones llenos de escombros seguía ayer en Kolontár, desde cuya carretera de entrada puede divisarse el nuevo muro de contención. Es en realidad un conjunto de tres diques, que abarcan una extensión de 1.500 metros. No parece mucho más que un talud de tierra y piedras apelmazadas. Un poco más cerca de la cuneta, aún pueden verse grandes cantidades de lodo rojo. Una vez concluido el muro, los servicios de emergencia esperan que los 800 habitantes de Kolontár puedan regresar a sus casas este fin de semana, según Tottos.
Un helicóptero sobrevolaba ayer el muro después de mediodía. A bordo iban dos expertos enviados por la Comisión Europea a la zona del desastre. "Se han quedado muy impresionados; mirando la presa puedes imaginarte la enorme presión y arrastre que tuvo el barro", explicaba ayer a este diario Laurent de Pierrefeu, enlace del Centro de Información y Seguimiento de la Comisión Europea, el organismo que se encarga de orquestar la ayuda europea. Mientras el helicóptero recorría la zona, acordonada por la policía, otros tres expertos de la Comisión han visitado la zona cero del desastre: el nuevo muro de contención, la calle Kossuth de Kolontár, que quedó arrasada por la riada, y el descomunal boquete que la presión del agua abrió en la presa de lodos propiedad de Magyar Aluminium (MAL). También llegaron ayer expertos de la OMS (Organización Mundial de la Salud).
Los expertos analizarán los acuíferos de los que beben Kolontár, Devescer y el resto de pueblos afectados, estudiarán la composición de los lodos y sugerirán la mejor manera de descontaminar la zona de la forma menos lesiva para la población, los campos de cultivo y el ecosistema que los rodea. Pierrefeu espera que los expertos entreguen su informe al ministro del Interior húngaro el viernes.

"Grave catástrofe"

El presidente de la CE, José Manuel Durão Barroso, calificó el vertido de "grave catástrofe medioambiental" en una reunión con el primer ministro húngaro, Viktor Orban, en Pecs, al sur del país, informa Efe. El dirigente elogió la gestión del Gobierno húngaro.
Las ONG no están de acuerdo. "El Gobierno debería hacer pública toda la información que tiene sobre el impacto de los lodos y el polvo en la salud", denunciaba ayer Jurrien Westernot, ingeniero de Greenpeace, ante una estación de medición del aire que la organización montó en la estación de autobuses de Devecser, junto a Kolontár, la población que se ha llevado el golpe más duro por la riada. Westernot alertó de que las mediciones oficiales sólo están teniendo en cuenta las partículas suspendidas en el aire con un calibre PM 10, es decir, entre los 2,5 y 10 micrómetros de diámetro. Según el activista, los niveles de partículas más pequeñas, de talla PM 2,5 y PM 1, eran ayer de 30 a 40 microgramos por metro cúbico. "La ley estadounidense tiene un límite de 15 y en la UE es de 25", denunció el ecologista.
En Budapest, el Gobierno nombró a György Bakondi jefe de las operaciones, por lo que queda al frente de la gestión de MAL, cuya intervención por el Gobierno aprobó ayer el Parlamento. El director de la empresa, Zoltan Bakonyi, fue arrestado el lunes por su posible responsabilidad ante las ocho muertes y la contaminación.
"La policía ya controla todas las sedes de MAL y sus sistemas informáticos", anunció ayer Bakondi durante una rueda de prensa en Budapest, informa Reuters. El Gobierno decidirá hoy si la factoría de aluminio de Ajka, donde se originó el desastre del pasado lunes, puede reiniciar la producción el próximo fin de semana.

Un estruendo de ladridos en Kolontár

Lo único que se escucha al caminar por las calles desiertas de Kolontár son los ladridos de sus perros. Parece que en cada casa haya al menos uno, a juzgar por el estruendo que se organiza. Muchos no han comido desde que los 800 habitantes del pueblo fueron evacuados el sábado por miedo a una segunda oleada de lodos tóxicos. Todas las persianas están bajadas, no queda ni un vehículo civil. Cuatro hombres con mascarillas, monos blancos y botas de goma miran cada casa de arriba abajo y apuntan números en unos formularios. Son los arquitectos del Gobierno que están tasando el estado de cada vivienda para determinar si sus propietarios podrán volver a habitarlas. "Los daños más frecuentes son los que causó el empuje de la riada, como la caída de muros y vigas, y también los ocasionados por la contaminación química", explica Denis Dalmy, jefe del grupo, mientras descansa sentado a la puerta de una de las casas que sobrevivieron a la catástrofe. "No había visto tanta cantidad de destrucción en mi vida", confiesa.