Si tuvieramos que elegir a uno de los personajes históricos más populares en la blogosfera, probablemente hablaríamos de Nikola Tesla. Sus revolucionarias invenciones en el campo del electromagnetismo a finales del siglo XIX y principios del XX, contribuyeron sin duda al surgimiento de la electricidad comercial. El incansable ingeniero de origen austrohúngaro no se quedó ahí, su trabajo fue fundamental en el avance de otras disciplinas como la robótica, el control remoto, el radar, las ciencias de la computación, la balística, la física nuclear y la física teórica. En 1943, el mismo año de su muerte, la Corte Suprema de los Estados Unidos lo acreditó como el inventor de la radio.
Pero si hay una cosa por la que Tesla siempre ha despertado una gran atención, es por su insultante capacidad para predecir cómo sería la tecnología en el futuro y qué dispositivos llegarían a formar parte de la vida diaria de los seres humanos. Son muchas visiones que el ínclito ingeniero tuvo adelantándose en el tiempo, pero acabamos de conocer una de la que no se había hablado nunca hasta la fecha. En una entrevista concedida al New York Times en 1909 y publicada posteriormente por la revista Popular Mechanics, Nikola profetizaba en estos términos para referirse a la evolución de las comunicaciones sin cable:
«Pronto será posible, por ejemplo, que un hombre de negocios en Nueva York dicte instrucciones y que éstas aparezcan instantáneamente escritas en Londres o cualquier otro lugar. Este hombre podrá hacer llamadas desde su escritorio y hablar con cualquier persona en el mundo suscrita al teléfono. Solamente será necesario llevar un instrumento no muy caro, no más grande que un reloj, el cual permitirá a su portador escuchar en cualquier sitio, ya sea en tierra o agua, a distancias de miles de millas. [...] La canción de un cantante, el discurso de un líder político, el sermón de una importante personalidad religiosa, la conferencia de un hombre de ciencia, todos podrán tendrán una audiencia repartida por todo el mundo».
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