La idea de la empresa, con sede en Barakaldo, es que el georradar al transitar por el firme que se pretende analizar, emita impulsos electromagnéticos desde las antenas que lleva incorporadas. Los haces emiten señales y al encontrar un objeto con diferentes propiedades eléctricas, rebotan y la señal vuelve a la unidad de control del radar que refleja en su pantalla la imagen en varios radargramas.
El equipo incorpora un software y un GPS que ayudan a localizar exactamente la posición de la tubería, cavidad o conducto eléctrico y a qué profundidad concreta se encuentran estos elementos.
El sistema empleado es un georradar que consta de diferentes dispositivos. Se trata de un carrito que lleva sobre si mismo una unidad de control, la antena que emitirá las ondas electromagnéticas y un ordenador portátil, que contiene el software destinado a interpretar los datos de las imágenes captadas por el radar en el subsuelo y permite, a su vez, obtener un retrato de calidad de los elementos hallados en las 'entrañas' de las ciudades.
El proyecto comenzó hace dos años cuando Wide Word, empresa especializada en cartografía digital, decidió ampliar su nicho de mercado y diversificar sus productos de venta para abarcar el análisis de activos soterrados que se hallan ocultos en el subsuelo de las grandes ciudades.
"Buscábamos una herramienta para poder dibujar un plano que describiera los elementos que están debajo de nuestros suelos y que ocasionan problemas como roturas de agua o fugas", explica Felipe Eguía, director de operaciones de la firma y responsable del proyecto.
El sistema desarrollado es el siguiente. El técnico pasa el carro por encima de la zona de estudio y al desplazarlo sobre el pavimento, la antena que lleva agregada a su soporte emite un haz de ondas o impulsos electromagnéticos que delinean las diferentes capas del subsuelo.
Al identificar un objeto con diferentes propiedades electrónicas, la onda alcanza el elemento y rebota de nuevo hacia la unidad de control, que la recoge, y pasa a elaborar los radargramas correspondientes. Es decir, dibuja en la pantalla del ordenador la imagen del objeto identificado.
Para conocer la profundidad exacta a la que es localizada la tubería, el equipo mide el tiempo exacto que dura el retorno de la señal. De esta manera, el alcance del radar depende de la frecuencia a la que emita la antena. Si esta emite a una mayor potencia la profundidad es menor pero la calidad de la imagen es mayor.
Así, el equipo dispone de antenas de 250 megahercios de potencia, capaces de llegar a los 6 metros de profundidad. "Con dispositivos de 100 megahercios se podría prolongar hasta los 9 metros", añade Eguía.
A pesar del aparente funcionamiento sencillo del novedoso artilugio, los responsables de la iniciativa se vieron en la dificultad de tener que pudiera "simplificar" la interpretación de los datos obtenidos. El software originario que implantaron ofrecía una información sólo descifrable por expertos en la materia.
Fue en el año 2003, cuando estrecharon su lazo al centro tecnológico Tecnalia con el fin de lograr un programa que facilitara la interpretación de los complejos radargramas. "El sistema que tenía era muy básico, y apenas, permitía la captura preliminar de los configuración de los datos", subraya Arantza Bereciartua, de Tecnalia.
Por ello, el primer reto al que se enfrentaron los investigadores fue el de "mejorar la calidad" de la imagen obtenida por el radar.
Para ello, emplearon un software que permite enfatizar la señal recibida y mejorar la audición de los datos, eliminando los ruidos de fondo del subsuelo. En este programa integraron un dispositivo GPS, encargado de posicionar con exactitud la ubicación de la tubería.
"El sistema está entrenado para diferenciar entre diferentes componentes como pueden ser tuberías, cavidades o depósitos de agua y eléctricos", indica Bereciartua.
No en vano, antes de poner en funcionamiento este sofisticado programa operativo, probaron el sistema en la detección de elementos en superficies de suelos de arcilla, arena, así como en operaciones destinadas a localizar tubos de plástico y de metal en el subsuelo de las grandes ciudades.
Un programa diseñado a medida y que es capaz de procesar on line los datos recibidos por el ordenador, una prestación que facilita el 'ahorro' del tiempo en el análisis de la información y una mayor 'actualización' de los datos.
"Cada número determinado de capas que analiza son procesadas en datos y el resultado de la exploración sale de inmediato en la pantalla", indica Bereciartua.
Entre las prestaciones que ofrece este novedoso georradar se halla su capacidad para "identificar la ubicación exacta" de tuberías, cavidades o depósitos, es decir, todos aquellos «activos» que se encuentran ocultos al ojo de los humanos.
"Cada vez más ayuntamientos están reclamando esta herramienta para poder planificar obras civiles en el centro urbano y la requieren para hacer canalizaciones de telefonía, agua o conductos de electricidad", resume Eguía.
Frente al método habitual empleado para este tipo de actuaciones –la actuación denominada de calicata que realiza pequeñas excavaciones para localizar estas redes con el riesgo de provocar alguna rotura o fuga de agua–, el georradar no actúa de manera invasiva en el subsuelo de las ciudades. "Este invento permite localizar exactamente el lugar en el que está la tubería, sin tener que excavar ni picar el suelo", remata el responsable.
El radar no solo está orientado a la identificación de tuberías o grandes conductos. Otro de sus ámbitos de actuación se encuentra en el hallazgo de restos arqueológicos. El dispositivo permite localizar de manera precisa el lugar enterrado de dólmenes, muros o torres medievales con varios siglos de existencia.
El procedimiento aplicado es el mismo que el empleado en las ciudades para la señalización de tuberías. Así, el georradar emite la señal electromagnética a una profundidad máxima de seis metros y la imagen del hallazgo se refleja en la pantalla del ordenador central del equipo.
A pesar de que el georradar no está diseñado para la identificación de restos humanos o de fosas, el dispositivo sí podría servir para localizar «ciertas pistas» que lleven a los investigadores a dar con restos de fosas humanas de la antigüedad.
La empresa ha desarrollado tres proyectos relacionados con la búsqueda de los yacimientos antiguos. El más espectacular ha sido el hallazgo de una torre medieval en la Mota de Hinojedo, en la provincia de Cantabria. Para este proyecto completaron la acción del radar con dos herramientas; las calicatas electromagnéticas y tomografías eléctricas, que sirvieron para descubrir muros y restos de torres enterrados.
Otra de las contribuciones realizadas por esta empresa, experta en prospecciones geotécnicas, fue la labor realizada en el bucólico municipio de Laguardia, donde localizaron restos de muros, dólmenes y tumbas, yacimientos originarios de la Edad Media.
El equipo incorpora un software y un GPS que ayudan a localizar exactamente la posición de la tubería, cavidad o conducto eléctrico y a qué profundidad concreta se encuentran estos elementos.
El sistema empleado es un georradar que consta de diferentes dispositivos. Se trata de un carrito que lleva sobre si mismo una unidad de control, la antena que emitirá las ondas electromagnéticas y un ordenador portátil, que contiene el software destinado a interpretar los datos de las imágenes captadas por el radar en el subsuelo y permite, a su vez, obtener un retrato de calidad de los elementos hallados en las 'entrañas' de las ciudades.
El proyecto comenzó hace dos años cuando Wide Word, empresa especializada en cartografía digital, decidió ampliar su nicho de mercado y diversificar sus productos de venta para abarcar el análisis de activos soterrados que se hallan ocultos en el subsuelo de las grandes ciudades.
"Buscábamos una herramienta para poder dibujar un plano que describiera los elementos que están debajo de nuestros suelos y que ocasionan problemas como roturas de agua o fugas", explica Felipe Eguía, director de operaciones de la firma y responsable del proyecto.
El sistema desarrollado es el siguiente. El técnico pasa el carro por encima de la zona de estudio y al desplazarlo sobre el pavimento, la antena que lleva agregada a su soporte emite un haz de ondas o impulsos electromagnéticos que delinean las diferentes capas del subsuelo.
Al identificar un objeto con diferentes propiedades electrónicas, la onda alcanza el elemento y rebota de nuevo hacia la unidad de control, que la recoge, y pasa a elaborar los radargramas correspondientes. Es decir, dibuja en la pantalla del ordenador la imagen del objeto identificado.
Para conocer la profundidad exacta a la que es localizada la tubería, el equipo mide el tiempo exacto que dura el retorno de la señal. De esta manera, el alcance del radar depende de la frecuencia a la que emita la antena. Si esta emite a una mayor potencia la profundidad es menor pero la calidad de la imagen es mayor.
Así, el equipo dispone de antenas de 250 megahercios de potencia, capaces de llegar a los 6 metros de profundidad. "Con dispositivos de 100 megahercios se podría prolongar hasta los 9 metros", añade Eguía.
A pesar del aparente funcionamiento sencillo del novedoso artilugio, los responsables de la iniciativa se vieron en la dificultad de tener que pudiera "simplificar" la interpretación de los datos obtenidos. El software originario que implantaron ofrecía una información sólo descifrable por expertos en la materia.
Fue en el año 2003, cuando estrecharon su lazo al centro tecnológico Tecnalia con el fin de lograr un programa que facilitara la interpretación de los complejos radargramas. "El sistema que tenía era muy básico, y apenas, permitía la captura preliminar de los configuración de los datos", subraya Arantza Bereciartua, de Tecnalia.
Por ello, el primer reto al que se enfrentaron los investigadores fue el de "mejorar la calidad" de la imagen obtenida por el radar.
Para ello, emplearon un software que permite enfatizar la señal recibida y mejorar la audición de los datos, eliminando los ruidos de fondo del subsuelo. En este programa integraron un dispositivo GPS, encargado de posicionar con exactitud la ubicación de la tubería.
"El sistema está entrenado para diferenciar entre diferentes componentes como pueden ser tuberías, cavidades o depósitos de agua y eléctricos", indica Bereciartua.
No en vano, antes de poner en funcionamiento este sofisticado programa operativo, probaron el sistema en la detección de elementos en superficies de suelos de arcilla, arena, así como en operaciones destinadas a localizar tubos de plástico y de metal en el subsuelo de las grandes ciudades.
Un programa diseñado a medida y que es capaz de procesar on line los datos recibidos por el ordenador, una prestación que facilita el 'ahorro' del tiempo en el análisis de la información y una mayor 'actualización' de los datos.
"Cada número determinado de capas que analiza son procesadas en datos y el resultado de la exploración sale de inmediato en la pantalla", indica Bereciartua.
Entre las prestaciones que ofrece este novedoso georradar se halla su capacidad para "identificar la ubicación exacta" de tuberías, cavidades o depósitos, es decir, todos aquellos «activos» que se encuentran ocultos al ojo de los humanos.
"Cada vez más ayuntamientos están reclamando esta herramienta para poder planificar obras civiles en el centro urbano y la requieren para hacer canalizaciones de telefonía, agua o conductos de electricidad", resume Eguía.
Frente al método habitual empleado para este tipo de actuaciones –la actuación denominada de calicata que realiza pequeñas excavaciones para localizar estas redes con el riesgo de provocar alguna rotura o fuga de agua–, el georradar no actúa de manera invasiva en el subsuelo de las ciudades. "Este invento permite localizar exactamente el lugar en el que está la tubería, sin tener que excavar ni picar el suelo", remata el responsable.
El radar no solo está orientado a la identificación de tuberías o grandes conductos. Otro de sus ámbitos de actuación se encuentra en el hallazgo de restos arqueológicos. El dispositivo permite localizar de manera precisa el lugar enterrado de dólmenes, muros o torres medievales con varios siglos de existencia.
El procedimiento aplicado es el mismo que el empleado en las ciudades para la señalización de tuberías. Así, el georradar emite la señal electromagnética a una profundidad máxima de seis metros y la imagen del hallazgo se refleja en la pantalla del ordenador central del equipo.
A pesar de que el georradar no está diseñado para la identificación de restos humanos o de fosas, el dispositivo sí podría servir para localizar «ciertas pistas» que lleven a los investigadores a dar con restos de fosas humanas de la antigüedad.
La empresa ha desarrollado tres proyectos relacionados con la búsqueda de los yacimientos antiguos. El más espectacular ha sido el hallazgo de una torre medieval en la Mota de Hinojedo, en la provincia de Cantabria. Para este proyecto completaron la acción del radar con dos herramientas; las calicatas electromagnéticas y tomografías eléctricas, que sirvieron para descubrir muros y restos de torres enterrados.
Otra de las contribuciones realizadas por esta empresa, experta en prospecciones geotécnicas, fue la labor realizada en el bucólico municipio de Laguardia, donde localizaron restos de muros, dólmenes y tumbas, yacimientos originarios de la Edad Media.
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