Fuente: El Mundo.
Este fin de semana, lleno de valentía y arrojo, me he lanzado a leer en un iPad junto a la piscina, bajo una sombrilla pero con un sol de justicia. Se puede –sobre todo si el fondo de la aplicación es blanco- pero la lectura en exteriores sigue siendo muchísimo más cómoda con un libro de tinta electrónica. El problema es que los libros de tinta electrónica sólo sirven para eso, para leer libros y documentos largos. Ahora, en comparación, parecen muy lentos a la hora de pasar página o abrir un archivo e increíblemente limitados en sus funciones. Algunos presumen de tener conexión web pero para navegar no se los desearía usted ni a su suegra.
Cada vez veo más claro por qué Amazon tiene la mejor carta en esto de los libros electrónicos. Se rumorea que la compañía sacará un nuevo Kindle a finales de verano. En blanco y negro (al color aún le quedan años para ser una realidad comercial, a pesar de los prototipos), sin pantalla táctil pero más ligero que el modelo actual. La gracia de Amazon es que tiene claro que su negocio no es el dispositivo, sino el contenido. La aplicación Kindle está disponible para ordenadores (es bastante mala, por cierto), para teléfonos –Blackberry e iPhone, pronto Android-, y también para el iPad. Esto quiere decir que cualquier persona que compre o haya comprado un libro desde el lector de tinta electrónica puede continuarlo en cualquiera de estos dispositivos y saltar de uno a otro con facilidad.
En cierto modo es lo que tratará de hacer Apple la próxima semana, cuando lleve de forma oficial la aplicación iBooks a su teléfono móvil. Pero Apple está limitada. No tiene, ni parece interesada en tener, un lector de tinta electrónica, su catálogo de libros en EE.UU. está lejos de ser tan extenso como el de Amazon y por ahora los títulos solo pueden leerse en los propios dispositivos de la compañía, nada de PC o teléfonos de otras marcas.
Cuando abandonamos el papel para leer un libro perdemos, aparte del valor sentimental que demos al libro como objeto, muchas ventajas. Ganamos otras. Una de ellas es esta posibilidad de empezar a leer un texto en un dispositivo y acabarlo en otro de forma más o menos automática. Kindle, por ejemplo, sincroniza y recuerda la página en la que estamos al cerrar un libro digital en el lector de Kindle y abre la obra en el mismo punto al encender, por ejemplo, el iPad. Es fantástico.
Por supuesto esto no quita que el mundo del libro electrónico sea aún caótico, poco estandarizado y regulado de forma excesiva. Amazon triunfa pero lo hace con un formato propietario. En alguno de los que tengo en el iPad comprados en la tienda de Apple puedo copiar un texto, en otros no y prestar un título a un amigo es posible en algunos casos concretos –no he probado todavía con libros comprados con iTunes, pero por ejemplo la aplicación de Barnes & Noble permite hacerlo- pero el proceso en sí es una aventura digna de ser recogida en un libro. O en unos cuantos.
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