Los gritos, abucheos, comentarios extremos y llamadas al orden que suelen animar los debates del Parlamento Británico dominaron ayer una sesión histórica en la normalmente más calmada y seca Cámara de Representantes de EE UU. Pero el domingo era un día excepcional en un Congreso que se preparaba para aprobar, tras más de un año de debate y negociación, la reforma sanitaria. Se trata de una ley que ha dividido tanto al país que la bronca, fuera y dentro del Capitolio era inevitable.
Si como estaba previsto, al final del día la Cámara da luz verde a un proyecto de ley ya aprobado en el Senado en diciembre y las enmiendas pactadas sobre éste, EE UU habría cerrado la parte más difícil y crucial de un complicado procedimiento que le permitirá cerrar el mayor cambio en su disfuncional sistema sanitario desde los años sesenta. Entonces, Lyndon Johnson creó el Medicare (plan estatal para los mayores de 65 años) y Medicaid (plan de cobertura para las rentas bajas). Con la reforma ahora aprobada y tras su total aplicación a partir de 2014, unos 32 millones de personas que hoy no tienen cobertura médica la tendrán, es decir, el 95% de la población (los inmigrantes indocumentados quedan fuera).
La mayoría de los analistas considera que se trata de un avance en política social que se ha intentado aplicar sin éxito desde los tiempos de Roosevelt. Un cambio económico de calado para el país y una victoria para Barack Obama. Para llegar hasta este momento, los líderes del partido demócrata han tenido que buscar una vía para aprobar la ley que no requiriera la super mayoría en el Senado que dejaron de tener cuando Ted Kennedy murió. El problema es que ni un solo miembro del Partido Republicano respalda la reforma argumentando que supone unos costes que el Estado, precisamente ahora menos que nunca, puede permitirse, y que se produce una toma de control del Estado, de tal modo que se anula la libertad individual de los ciudadanos a la hora de elegir médicos y tratamientos. Su oposición, una vez perdido el escaño de Kennedy, significaba el fin de la reforma por el procedimiento regular.
El jueves, la oficina presupuestaria del Congreso (CBO), un órgano técnico no partidista, emitió un informe en el que verificó que el coste de la ley sería de 940.000 millones de dólares en una década en la que sin embargo se ahorrarían 143.000 millones en el presupuesto sanitario del país del mundo que más gasta en estas partidas. Con esas cifras, los demócratas decidideron activar un procedimiento parlamentario alternativo reservado para enmiendas al presupuesto que sólo necesita las mayorías simples, que sí tienen en ambas cámaras. En las últimas dos semanas, el presidente y los líderes de los demócratas en las Cámaras han estado cortejando a los miembros de su propio partido opuestos a la reforma para disponer de esa mayoría simple. Sólo el domigno pasadas las cuatro de la tarde en Washington, cuando el debate ya se había iniciado, se tuvo confirmación de que los demócratas opuestos, debido a que no querían que hubiera dinero público financiando abortos, se habían pasado al campo del sí. La clave fue un compromiso alcanzado ese día con la Casa Blanca para asegurar que eso no ocurriría.
Una vez que la Cámara vote, el presidente, que ha hecho de este cambio la piedra angular de su legislatura, firmará el proyecto y lo convertirá en ley. Es algo que podría retrasar algún día a la espera de que el Senado apruebe las enmiendas, con 51 votos que tiene, en otra sesión.
Si como estaba previsto, al final del día la Cámara da luz verde a un proyecto de ley ya aprobado en el Senado en diciembre y las enmiendas pactadas sobre éste, EE UU habría cerrado la parte más difícil y crucial de un complicado procedimiento que le permitirá cerrar el mayor cambio en su disfuncional sistema sanitario desde los años sesenta. Entonces, Lyndon Johnson creó el Medicare (plan estatal para los mayores de 65 años) y Medicaid (plan de cobertura para las rentas bajas). Con la reforma ahora aprobada y tras su total aplicación a partir de 2014, unos 32 millones de personas que hoy no tienen cobertura médica la tendrán, es decir, el 95% de la población (los inmigrantes indocumentados quedan fuera).
La mayoría de los analistas considera que se trata de un avance en política social que se ha intentado aplicar sin éxito desde los tiempos de Roosevelt. Un cambio económico de calado para el país y una victoria para Barack Obama. Para llegar hasta este momento, los líderes del partido demócrata han tenido que buscar una vía para aprobar la ley que no requiriera la super mayoría en el Senado que dejaron de tener cuando Ted Kennedy murió. El problema es que ni un solo miembro del Partido Republicano respalda la reforma argumentando que supone unos costes que el Estado, precisamente ahora menos que nunca, puede permitirse, y que se produce una toma de control del Estado, de tal modo que se anula la libertad individual de los ciudadanos a la hora de elegir médicos y tratamientos. Su oposición, una vez perdido el escaño de Kennedy, significaba el fin de la reforma por el procedimiento regular.
El jueves, la oficina presupuestaria del Congreso (CBO), un órgano técnico no partidista, emitió un informe en el que verificó que el coste de la ley sería de 940.000 millones de dólares en una década en la que sin embargo se ahorrarían 143.000 millones en el presupuesto sanitario del país del mundo que más gasta en estas partidas. Con esas cifras, los demócratas decidideron activar un procedimiento parlamentario alternativo reservado para enmiendas al presupuesto que sólo necesita las mayorías simples, que sí tienen en ambas cámaras. En las últimas dos semanas, el presidente y los líderes de los demócratas en las Cámaras han estado cortejando a los miembros de su propio partido opuestos a la reforma para disponer de esa mayoría simple. Sólo el domigno pasadas las cuatro de la tarde en Washington, cuando el debate ya se había iniciado, se tuvo confirmación de que los demócratas opuestos, debido a que no querían que hubiera dinero público financiando abortos, se habían pasado al campo del sí. La clave fue un compromiso alcanzado ese día con la Casa Blanca para asegurar que eso no ocurriría.
Una vez que la Cámara vote, el presidente, que ha hecho de este cambio la piedra angular de su legislatura, firmará el proyecto y lo convertirá en ley. Es algo que podría retrasar algún día a la espera de que el Senado apruebe las enmiendas, con 51 votos que tiene, en otra sesión.
La cifra
143.000 Millones de dólares se ahorrarán en diez años las cuentas del Estado gracias a la reforma, según la Oficina Presupuestaria del Congreso.Así funcionará el nuevo sistema
La reforma sanitaria no supone que EE UU adapte los modelos de europeos donde de una manera o de otra el Estado ostenta el protagonismo. Los médicos no serán empleados públicos y la mayoría de los ciudadanos tendrán seguros con empresas privadas o mantendrán el actual si quieren. Así será el nuevo escenario:Será más fácil tener seguro para el 95% de los ciudadanos menores de 65 años (los mayores están cubiertos por el Medicare) mediante la expansión del Medicaid (ayudas públicas para las rentas más bajas, como familias de cuatro miembros que ingresen menos de 29.327 dólares al año) y ofreciendo créditos fiscales a los que no pueden permitirse un seguro.
Los ciudadanos estarán obligados a hacerse con un seguro si no se lo provee su empresa o son autónomos. De lo contrario, pagarán una multa que puede llegar a sumar el 2,5% de los ingresos de la persona en cuestión. Hay muchas familias a las que, pese a ello, les compensa pagar la multa.
Se crearán 50 mercados, uno en cada estado, en los que las personas que no tengan seguro de sus empresas (en caso de que las tengan) puedan elegir la oferta más competitiva.
Las empresas de más de 50 empleados tendrán que ofrecer seguro médico a su plantilla o pagar al fisco para contribuir a conceder ayudas fiscales individuales. Se articulan medidas para favorecer, en cualquier caso, a las pymes.
Las aseguradoras no podrán negar o cancelar la cobertura a los enfermos, tal y como hacen ahora.
La reforma se financiará con recortes en el Medicare e impuestos sobre los seguros más caros (los que cuestan más de 23.000 dólares al año para una familia de cuatro personas) a partir de 2018. Los hogares que ingresen más de 250.000 dólares, pagarán más impuestos. El Medicare se enmienda para que ningún pensionista deba desembolsar nunca más del 25% del coste de un fármaco.
Sólo un plan de los que se puedan suscribir en el mercado cubrirá abortos. El subsidio del Estado no podrá hacerlo.
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