En este mundo que cada vez parece más pequeño (a la vez que cada vez se distancian más sus múltiples extremos, paradojas de la vida), uno puede ver confirmadas sus ideas sobre los problemas de la industria musical y del intercambio de archivos leyendo un artículo del NY-Times sobre los conciertos en China. Y además, ya casi ni me sorprendo.
La cuestión es que en ese artículo se daba la versión del actual sueño económico chino, basado siempre en ese mercado potencial de mil trescientos millones de clientes, desde el punto de vista de la industria musical americana. Como ocurre cada vez con más frecuencia en ámbitos dispares como son las giras de equipos de fútbol y de presidentes de gobierno, las bandas de música están llevando sus giras de promoción hasta el gigante asiático. El articulista, Ben Sisario, enumera algunos de esos grupos que se han atrevido a dar el salto este año: Beyoncé, Eric Clapton, Nine Inch Nails, Avril Lavigne, Soul Youth… Y todos parecen estar contentos con un público al que califican de increíblemente receptivo.
¿Todos contentos? Bueno, no todos. Las discográficas están encontrando algunos problemas de adaptación allí donde funciona un sistema completamente distinto al que están acostumbrados. Sisario comenta, por ejemplo, que Linkin Park es uno de los grupos occidentales de más éxito en China, donde llena estadios de fútbol con sus conciertos. Sin embargo, su discográfica, la Warner Bros., ha decidido no publicar sus discos allí porque lo considera inútil ante el poder de las copias piratas. Los cálculos de la industria dicen que el 85% de los cds que circulan en China son falsos.
Lo que a mí me parece más interesante es que a las discográficas chinas este problema les suena a inglés. Ellos publican los discos sabiendo que cada copia que vendan va a ser duplicada y distribuida alternativamente. De hecho, saben que van a perder dinero con su publicación, pero también saben que eso desembocará en conciertos llenos, en fans con camisetas y posters… y realizan un contrato con los músicos en el que se comprometen a publicar un disco de calidad a cambio de llevarse una parte del dinero generado por las giras y el merchandising. A la larga, son los primeros en beneficiarse del pirateo.
La situación final implica una juventud con la sed de música saciada y una industria enriquecida. Por no hablar de los beneficios colaterales como, por ejemplo, los contratos de internet de banda ancha y la venta de discos vírgenes fabricados por las mismas empresas que promocionan a los grupos…
Lo lógico es que nos preguntemos cuál es la situación en otros lugares del planeta como, por ejemplo, los EEUU en los que se persigue la copia o en otros como en España en los que además se tasan los cds vírgenes porque se presupone la intención delictiva del que los compra (una de las pocas actividades delictivas que pagan impuestos en este planeta). ¿No ve allí la industria occidental los beneficios que la china parece tener tan claros? ¿O quizá prefieran hacerse los suecos (nunca peor utilizada esta expresión que aquí, por cierto) para beneficiarse de una posición victimista?
Hubo un tiempo no muy lejano en el que el cliente siempre tenia la razón o se le daba aunque no la tuviera. Sumisión del vendedor que se veía justificada por una regla básica del mercado: el cliente es el que establece la demanda. La industria cultural de occidente lleva tiempo alejándose de esta sencilla fórmula. Primero creando y eliminando demandas ejerciendo así los dos poderes, el que le corresponde y el que debería pertenecerle al consumidor. Después quejándose amargamente ante los tribunales porque éste no siempre quiere pasar por el aro. Yo tengo la impresión de que están exprimiendo el modelo hasta el final conscientes de que son las últimas gotas. Veremos con qué nos sorprenden después.
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