Me llama mucho la atención cómo Apple insiste en intentar desarrollar modelos a base de DRM, sabiendo que en realidad están abocados a su ruptura casi inmediata. En Noviembre de 2003, Jon Lech Johansen creó QTFairUse, un programa que tomaba toda la librería de iTunes, la ripeaba a una velocidad diez veces superior, y la devolvía como ficheros completamente libres de DRM a la librería y a las listas de reproducción en las que se pudiese encontrar, de manera completamente sencilla y al alcance de cualquiera. Hoy mismo, pocos días después de anunciar la disponibilidad de canciones de iTunes como tonos de llamada para el iPhone a $0.99, aparece en Digg la forma de obtener esos mismos tonos de manera completamente gratuita: algo tan simple como cambiar la extensión de AAC a M4R hace aparecer las canciones en la librería de iTunes, donde se sincronizan automáticamente con el iPhone.
La cuestión resulta curiosa si pensamos en la vocación de vendedor de hardware de Apple: si los productos basados en bits, tales como contenidos o software, le pueden ayudar a vender más dispositivos o contribuir de alguna manera al margen bruto de la compañía (iTunes, a pesar de lo que se comenta, es un negocio con beneficios), bienvenidos sean. Pero a la protección de estos contenidos se le dedica el esfuerzo justo y necesario para “tranquilizar” a los propietarios de los derechos, sean empresas discográficas o incluso la propia Apple, sabiendo que, en realidad, toda barrera está destinada a ser saltada en un breve espacio de tiempo. Una visión sin duda pragmática que contribuye al desarrollo de esa “economía de la piratería” de la que hemos hablado en otras ocasiones: si el DRM del iPod hubiese sido muy difícil de superar, y poner en él canciones de procedencias diferentes a iTunes hubiese estado sólo al alcance de ingenieros espaciales, jamás se habrían vendido la cantidad de iPods que se han vendido (y los que quedan por vender).
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