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2012/11/27

Un afgano inventa un desactivador de minas eólico

Masud Hasani vivió en Qasaba (Kabul) hasta los cinco años, aunque no fue hasta los 14 cuando abandonó el país definitivamente. De su niñez recuerda especialmente dos hechos: cómo construía con su hermano sus propios juguetes rodantes que se movían con la fuerza del viento y cómo los perdían una y otra vez cuando cruzaban los campos sembrados de minas que se extendían por la región.

Hoy tiene 29 años y juntando esas dos imágenes ha desarrollado su proyecto de final de carrera para la Academia de Diseño de Eindhoven (Holanda), donde reside actualmente. Se trata de Mine Kafon, una réplica 20 veces más grande de aquellos juguetes de su infancia que, siguiendo la misma mecánica de movimiento, ayudará a despejar los campos de minas.

"Muchos niños juegan junto a campos de minas en Afganistán y terminan heridos,  aunque ellos nunca han sido los enemigos para los que se construyeron las minas; sentía que tenía que hacer algo", explica Hasani, indignado porque "nadie quiere decir cuántas minas hay enterradas aún, pero en Afganistán hay más de 10 millones".

Mine Kafon es una especie de bola gigante de unos 190 centímetros de diámetro construido con decenas de brazos de cañas de bambú, capaz de rodar impulsada únicamente por la fuerza del viento y explosionar a su paso las minas enterradas, absorbiendo el impacto y pudieron continuar su trayectoria. Su peso de 70 kilogramos le confiere la suficiente ligereza para moverse con una brisa y, al mismo tiempo, activar los explosivos.

Con cada detonación, Mine Kafon pierde algunos de los brazos de su estructura que pueden ser sustituidos no sólo de manera sencilla sino también económica, puesto que Hassani estima que el costo total de un prototipo se mueve en la horquilla de los 40 a 50 euros, una cifra muy alejada de los 1.200 dólares que puede llegar a costar desactivar un área con técnicas convencionales, según indica el inventor.

En busca de financiación

En el núcleo del artefacto, dentro de la pieza en la que se ensamblan los brazos de bambú, se esconde un chip GPS, de manera que puede transmitir los datos de la ruta seguida -y despejada- para establecer caminos seguros. Ésta es, precisamente, la tarea que ahora le ocupa más tiempo al joven afgano, que trabaja en las mejoras del software junto a su hermano.
La ubicación de este chip tampoco es casual: siguiendo el modelo humano y situándose por encima de la rodilla de nuestro cuerpo. El motivo, según explica el propio Hasani, es que el tipo de minas para las que está diseñado el artefacto son aquellas que han sido creadas para mutilar las extremidades por debajo de la rodilla.
Los planes de Hasani pasan por fabricar un número suficiente de Mine Kafon para probarlo en suelo afgano y comprobar in situ qué opinión les merece el ingenio a los propios habitantes. Sin embargo, el problema al que se enfrenta es el de la financiación, puesto que hasta la fecha todos los costes han corrido por cuenta propia. Así pues, Hassani no descarta recurrir al crowdfunding a través de páginas web como Kickstarter; por lo pronto, ya ha comenzando la campaña de recogida de fondos a través de su propio blog, donde figura una cuenta PayPal para todo aquel que quiera colaborar.

Tecnología hecha arte

La historia de Hassani es la de la superación. Él mismo relata cómo cuando tenía 14 años su madre le envió con unos contrabandistas para huir del país, a los que poco después abandonaría viviendo durante un año en Pakistán y Rusia. Sería un año después cuando llegara a Holanda, de donde no se ha movido desde entonces, dando alas a su creatividad desde la Academia de Diseño de Eindhoven.
Ahora recoge sus frutos, puesto que ya se ha anunciado que su diseño formará parte de una colección en el MOMA de Nueva York, donde tendrá una exposición a partir de marzo de 2013. No es la única muestra, un mes antes, en febrero del año que viene, la Galería Slott de París también presentará el proyecto para el que Hassani ya trabaja en nuevos prototipos.

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