Si hay algo que el azote de la crisis ha incentivado en los últimos años es la permanente guerra de desgaste que
organizaciones y grandes empresas mantienen cada día para incrementar
su cartera de clientes. El cada vez menor poder adquisitivo de los
ciudadanos ligado a un panorama en el que parece que el dinero cunde
menos cada día ha incrementado el número de «rabiosas» ofertas para traspasar clientes de una compañía a otra mediante suculentas condiciones:
no pagar hasta el año próximo, altos porcentajes de descuento durante
meses, incremento de servicios... La recepción de propaganda vía correo
ordinario, electrónico o a través del teléfono se ha convertido en una
costumbre más que habitual para el conjunto de los mortales.
En España es la llamada lista Robinson el
único servicio de exclusión publicitaria al que los ciudadanos pueden
acudir para frenar en seco la recepción de aquella publicidad que tanto
les molesta. Aunque lleva años operativa, este servicio, que proporciona
la Asociación Española de la Economía Digital,
es todavía desconocido por una amplia mayoría de consumidores que, bien
no conocen con exactitud su funcionamiento o bien no se fían al cien
por cien de un servicio que se basa en recopilar datos personales, aunque lo haga precisamente para evitar molestias externas.
El objetivo de las listas de exclusión publicitaria es dar la oportunidad al ciudadano de no recibir en su buzón aquella información con la que nada tenga que ver y considere molesta. Es, además, un fichero de obligada consulta para las empresas
y que estas deberán comprobar cada vez que vayan a lanzar una campaña
publicitaria. Sin embargo, la efectividad del servicio es precisamente
una de las dudas que muchos ciudadanos se plantean antes de inscribirse.
¿Dejarán realmente de molestarme de una vez cuando me apunte? No del todo.
Hay
quien critica que a pesar de haberse apuntado a este fichero de
exclusión ha seguido recibido campañas publicitarias en casa o por
teléfono. Debes saber que la lista funcionará solo con aquellas empresas con las que nunca hayas tenido que ver,
es decir, que es posible que continúes recibiendo publicidad masiva de
esa compañía telefónica de la que te fuiste hace tiempo y a la que no
quieres volver.
Por ello, la Agencia de Eocnomía Digital aclara a ABC que la lista Robinson sirve para evitar comunicaciones «de empresas con las que no mantengan o no hayan mantenido algún tipo de relación». El fin definitivo de la publicidad no deseada sigue siendo, por tanto, una utopía.
Uso fraudulento
Según la Agencia Española de Economía Digital, actualmente son 221.984 los ciudadanos inscritos en este servicio gratuito.
Los responsables de la lista nos informan, además, de que la
obligatoriedad de empresas e instituciones a consultar los nombres
inscritos en este fichero es firme, pues «deben firmar un compromiso de no hacer uso fraudulento del fichero».
Hay,
sin embargo, a quien no le hace mucha gracia que una empresa con la que
nada tiene que ver acceda de manera más que sencilla a sus datos
personales a través de la lista Robinson: «Si cometieran un uso
fraudulento, nuestros controles de seguridad permiten detectar a quien
lo ha hecho e informar al respecto a la Agencia Española de Protección
de Datos, por lo que serán expuestas a una sanción, y la cuantía de las multas es de las más altas de Europa». No
debería, por tanto, ser peligroso introducir nuestros datos en dicho
fichero informático y al que toda empresa puede y debe acceder, con un
fin ético, se entiende.
Sin
embargo, si estás inscrito y recibes propaganda de empresas que
desconoces, tienes motivos más que suficientes para acudir a la Agencia
Española de Protección de Datos y denunciar el fraude.
La
lista Robinson es para muchos ciudadanos el mecanismo más efectivo para
evitar publicidad no deseada en nuestro buzón. Además, desde la agencia
apuntan que «carece totalmente de sentido que una empresa utilice los
datos del fichero para elaborar una campaña sin permiso del usuario,
pues se trataría de una acción contraproducente para cualquier marca
que tenga nociones básicas de márketing». Además, es, según la Agencia,
una tontería «aproximarse comercialmente a un ciudadano que ha
especificado que no desea ser contactado».
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