En la sociedad actual el derecho a la huelga se ve como una de las mayores conquistas de los trabajadores. Gracias a ella, en plena revolución industrial, los obreros pudieron mejorar las duras condiciones laborales a las que eran sometidos por los primeros empresarios modernos. Sin embargo, las primeras huelgas conocidas no datan de finales del siglo XVIII o principios del XIX, sino que hay que remontarse varios cientos de años atrás. En concreto, hasta el 1156 antes de Cristo.
Según podemos leer en el blog “Curiosón”, la primera huelga documentada de la historia tuvo lugar hace más de 3.000 años en la aldea egipcia de Deir el-Medina y fue protagonizada por los obreros que construían la tumba del faraón Ramsés III.
Un papiro de la época, conservado en el Museo Egipcio de Turín, cuenta que los trabajadores se negaron a continuar la construcción del monumento funerario ubicado en el Valle de los Reyes hasta que no se les pagaran el salario atrasado.
En aquella época en Egipto aún no se acuñaba moneda, así que los constructores cobraban en especie. Un obrero sin cualificación recibía algo más de tres kilos de trigo y uno de cebada al día, además de unos ocho kilos de pescado cada 10 días. Asimismo, cada cierto tiempo, se les entregaba carne, aceite, sal, miel, hortalizas, vino, leña, perfumes, calzado y vestido.
Duras condiciones de trabajo
Un ataque a una de las caravanas que transportaban estos productos y su adulteración por parte de los administradores encargados del reparto fueron los detonantes para la protesta de los trabajadores, tal y como recogen las crónicas de la época.
Tras casi dos semanas sin recibir alimento, lo que se unía a las duras condiciones de trabajo que soportaban, los obreros egipcios decidieron dejar de trabajar y protestar ante sus jefes: “Hemos venido aquí empujados por el hambre y por la sed; no tenemos vestidos, ni grasa, ni pescado, ni legumbres. Escriban esto al faraón, nuestro buen señor y al visir nuestro jefe, que nos den nuestro sustento”.Sus quejas fueron escuchadas y se llegó a un acuerdo para pagarles parte de los salarios adeudados. Las protestas cesaron, aunque no por mucho tiempo. El incumplimiento de este acuerdo y numerosos retrasos más llevaron a que las huelgas, acompañadas de saqueos, se sucedieran durante los siguientes años.
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