En los últimos años Brasil se ha mantenido en la primera línea de la batalla para frenar la deforestación. Sin embargo, en los ´80 vio lo fértil que era la tierra y fomentó su cultivo. El cambio de política produjo enojo en los pioneros que hicieron de los bosques y la selva tierra de cultivo.
"No había nada cuando llegamos hace 25 años, nada de nada", explica Gilmar Burnier. Sus ojos brillan de orgullo mientras muestra Querencia, un pequeño pueblo en el norte de Brasil."Nada excepto árboles, por supuesto", agrega riéndose.
Gilmar es un hombre al que no le cuesta caer bien. Es pequeño y animado, de cabello gris cortado prolijamente, y con una mirada brillante y pícara.
"Nosotros abrimos todo esto. Limpiamos el bosque y construimos todo nosotros mismos, caminos, casas, todo", explica.
En realidad, Querencia no un sitio para nada extraordinario. Es un pueblo tranquilo, con construcciones grises de concreto y anchos y silenciosos caminos. Pero para Gilmar es claramente el lugar más maravilloso de la Tierra.
Pioneros
Señala con sus manos el patio de una escuela con juegos para hamacarse y escalar hechos con neumáticos de tractores."Este es uno de los primeros lugares que construimos", me dice. "Tenemos tres escuelas ahora".
Cruzamos la calle principal para dirigirnos a un restaurante.
"Es de un italiano", dice Gilmar. "Llegó en 1986 con apenas una mochila en su espalda y mira ahora", exclama.
Una vez más no había nada lujoso. Ventanas de vidrio y prolijas mesas de formica dispuestas en hileras. En el fondo había un mostrador con pilas de ensaladas y carne preparada a la barbacoa.
Pero Gilmar tiene una buena razón para sentirse orgulloso de Querencia. Su creación es una historia clásica: pioneros duros que arriesgaron todo para darse a sí mismos una mejor vida en una frontera peligrosa.
La historia de Gilmar, y la de cientos de miles de colonos como él, es rara vez contada.
La razón es simple. Querencia está en Amazonia. El pueblo está aquí sólo porque Gilmar y los otros residentes del pueblo quemaron y talaron decenas de miles de hectáreas de selva tropical.
Allá por los '80 había una gran campaña del gobierno para que la gente se venga aquí.
Amazonia era, según les habían dicho, "una tierra sin gente para gente sin tierra". Era un deber patriótico convertirla en una zona productiva de cultivo.
Ahí fue cuando Gilmar se vino desde el lejano sur de Brasil. Como muchos de los colonos en la región él es un gaucho, nacido en la tradición de la hacienda y la agricultura que establecieron los inmigrantes europeos.
"Sabíamos como cultivar", dice. "Sólo que no teníamos tierra. Entonces, cuando llegamos nos fue bien".
Lo bien que le ha ido a Gilmar y a sus colegas gauchos quedó claro al acabar la comida. Gilmar se dio el gusto de mostrar su granja.
Transformación
Yendo en coche, uno no podría jamás saber que apenas unas décadas atrás toda esta área había sido una selva. Ahora es un vasto campo de soja, con sólo alguna mancha oscura ocasional en el horizonte donde la selva todavía se mantiene.Una vez más, Gilmar se hinchó de orgullo al describir la grandes zonas de cultivo que él y otros colonos han forjado donde había selva.
Hasta donde a él le concierne, simplemente hicieron lo que les habían dicho que hicieran. Pero esta comunidad se ha enfrentado a feroces críticas dado que la actitud hacia la deforestación ha cambiado.
"Ahora nos tratan como a delincuentes", dice. La Agencia de Medio Ambiente ha venido en helicópteros con ametralladoras".
"Se comportan como si fuésemos bandidos y toda la gente de aquí está muy disgustada", explica.
Ha habido mucha deforestación ilegal alrededor de Querencia, pero aun así es difícil no sentir simpatía por Gilmar. "No sabíamos que estaba mal", dice desafiante cuando se le pregunta si se siente culpable de destruir la selva.
Cambio de actitud
"Hacíamos simplemente lo que nos habían dicho que era bueno para nosotros y bueno para el país". Explica que muchos agricultores ahora están empezando a reconocer el valor de la selva."Mi hija ama el bosque", dice. "No me dejaría talar más árboles ni aunque que quisiera". Gilmar empezó a replantar árboles al costado de los ríos y arroyos en su tierra.
Ahora, hay mucha menos deforestación ilegal en la zona. Pero, ¿qué tan lejos puede llegar esto? ¿Considerarán Gilmar y sus vecinos la opción de la reforestación?
Hace una mueca. "Sé que algunos gauchos preferirían ir a la cárcel antes que plantar árboles en la tierra en la que han puesto tanto esfuerzo", enfatiza.
Son actitudes como esta las que han llevado a la estigmatización de los granjeros de la Amazonia, aunque realmente la mayoría de los agricultores de todo el mundo tiene una posición similar, ya que la mayoría de las tierras de cultivo fueron alguna vez bosque o selva.
El ser humano ha estado destruyendo los lugares salvajes en el planeta desde que las primeras semillas fueron sembradas. La única diferencia es que en la Amazonia está sucediendo exactamente ahora.
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