Los científicos acostumbran a representar la evolución de los seres vivos con un gráfico en forma de árbol llamado cladograma, donde las ramas representan las especies que han ido surgiendo a partir de un tronco común. En su libro El cuento del antepasado, el biólogo y divulgador Richard Dawkins describía una peregrinación de todas las especies hacia atrás en el tiempo, de manera que cada una se iba reencontrando sucesivamente con sus parientes evolutivos de los que un día se separó. Este viaje imaginario termina en un punto en que las ramas acaban convergiendo en un solo tallo, donde se sitúa un organismo hipotético al que se conoce como Último Antepasado Común Universal o, por sus siglas en inglés, LUCA. Los científicos estiman que LUCA vivió en la Tierra hace unos 3.500 millones de años.
Lo que un equipo de investigadores ha encontrado en China no es el LUCA, pero sí uno de sus descendientes, patriarca a su vez de una gran familia muy diversa que comprende a todos los animales y todos los protozoos. En otras palabras, es el lejano abuelo común que usted comparte con, por ejemplo, el parásito de la malaria, y que vivió hace 570 millones de años.
Para entender qué representan estos fósiles hay que remontarse a hace 542 millones de años. En aquel momento, al comienzo del Cámbrico, se produjo una explosión de diversidad biológica en los mares que ha dejado abundantes huellas fósiles. Sin embargo, de sus antecesores apenas se sabe nada. Si los océanos del Cámbrico se llenaron de seres vivos, ¿quiénes eran sus antepasados? En 1998 llegó la respuesta, cuando el estudio de la formación rocosa de Doushantuo, en el sur de China, reveló un conjunto de microfósiles que parecían embriones. Su edad los situaba como los animales más tempranos.
Pero al parecer, la interpretación de aquellos fósiles estaba equivocada. Uno de los autores del estudio que hoy publica Science, el británico John Cunningham, de la Universidad de Bristol, explica: "Hemos usado un acelerador de partículas llamado sincrotrón como fuente de rayos X. Nos permitió hacer un perfecto modelo digital del fósil que podíamos cortar de la manera que quisiéramos, pero sin dañarlo". Así, las estructuras celulares que observaron los investigadores indicaban que no se trataba de embriones de animales, sino de algo más primitivo.
A la luz de los rayos X se veían las células individuales agrupadas en pelotas, que quedaron fosilizadas gracias a los sedimentos ricos en fosfato que las envolvieron. "Se han conservado hasta sus núcleos", apunta la coautora de la Universidad de Estocolmo Therese Huldtgren. Lo que allí se veía eran células parecidas a amebas que se habían dividido para dar lugar a dos células, luego cuatro, ocho y así sucesivamente, hasta originar cientos de miles de células similares a esporas. Pero los animales no forman esporas.
La clave, según los científicos, está en que los fósiles de Doushantuo fusionan rasgos de animales y protozoos. Por tanto, se trata de antecesores comunes a ambos. Otro de los autores, Philip Donoghue, de la Universidad de Bristol, advierte: "Fue una sorpresa [...] Mucho de lo escrito sobre estos fósiles en los últimos diez años es erróneo".
Lo que un equipo de investigadores ha encontrado en China no es el LUCA, pero sí uno de sus descendientes, patriarca a su vez de una gran familia muy diversa que comprende a todos los animales y todos los protozoos. En otras palabras, es el lejano abuelo común que usted comparte con, por ejemplo, el parásito de la malaria, y que vivió hace 570 millones de años.
Para entender qué representan estos fósiles hay que remontarse a hace 542 millones de años. En aquel momento, al comienzo del Cámbrico, se produjo una explosión de diversidad biológica en los mares que ha dejado abundantes huellas fósiles. Sin embargo, de sus antecesores apenas se sabe nada. Si los océanos del Cámbrico se llenaron de seres vivos, ¿quiénes eran sus antepasados? En 1998 llegó la respuesta, cuando el estudio de la formación rocosa de Doushantuo, en el sur de China, reveló un conjunto de microfósiles que parecían embriones. Su edad los situaba como los animales más tempranos.
Pero al parecer, la interpretación de aquellos fósiles estaba equivocada. Uno de los autores del estudio que hoy publica Science, el británico John Cunningham, de la Universidad de Bristol, explica: "Hemos usado un acelerador de partículas llamado sincrotrón como fuente de rayos X. Nos permitió hacer un perfecto modelo digital del fósil que podíamos cortar de la manera que quisiéramos, pero sin dañarlo". Así, las estructuras celulares que observaron los investigadores indicaban que no se trataba de embriones de animales, sino de algo más primitivo.
A la luz de los rayos X se veían las células individuales agrupadas en pelotas, que quedaron fosilizadas gracias a los sedimentos ricos en fosfato que las envolvieron. "Se han conservado hasta sus núcleos", apunta la coautora de la Universidad de Estocolmo Therese Huldtgren. Lo que allí se veía eran células parecidas a amebas que se habían dividido para dar lugar a dos células, luego cuatro, ocho y así sucesivamente, hasta originar cientos de miles de células similares a esporas. Pero los animales no forman esporas.
La clave, según los científicos, está en que los fósiles de Doushantuo fusionan rasgos de animales y protozoos. Por tanto, se trata de antecesores comunes a ambos. Otro de los autores, Philip Donoghue, de la Universidad de Bristol, advierte: "Fue una sorpresa [...] Mucho de lo escrito sobre estos fósiles en los últimos diez años es erróneo".
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